Las elecciones a convencionales constituyentes en Chile terminaron con la derrota del oficialismo Vamos por Chile, del presidente Sebastián Piñera, la ex-Concertación y las coaliciones que gobernaron ese país durante el período de la posdictadura, lo que catapultó las candidaturas independientes, los cuales sumados a la oposición y a los pueblos originarios lograron una mayoría cercana del 77%, tomando así el control de la asamblea constituyente.
Perdiendo entonces el modelo neoliberal de Piñera inscrito con sangre en la cruel dictadura de Augusto Pinochet. Ha ganado el sentimiento de cambio y transformación convertido en fuerza mayoritaria desde su nacimiento con las Protestas Sociales en la Plaza Italia - Plaza Dignidad, con el movimiento feminista a la cabeza.
Pero lo que paso en Chile no es ajeno a Colombia, nuestro país ha seguido la misma ruta, tanto en el fortalecimiento del modelo neoliberal que aboga por una excesiva concentración de la riqueza, cuando la pobreza se vuelve vergonzante y toma visos de tragedia; como en su declive, por ello la ley de reforma tributaria y la subrepticia reforma a la seguridad social en salud que cursa tras bambalinas en congreso mientras la sociedad se desangra en las calles con la bandera del inconformismo son solo el detonante de una realidad que duele que ofende la razón y que nos impide verla cómodamente desde nuestras casas.
Todo esto se da en momentos en que el Dane certifica que los índices de pobreza del año pasado están en el 42,5% de la población, es decir, hubo un aumento de 6,8 puntos porcentuales (PPS) frente a la cifra de 2019 (35,7%), 3,6 millones de personas ingresaron a la condición de pobreza y 2,78 millones a la condición de pobreza extrema; aunque parezca increíble, para esta entidad una persona en no pertenece a este grupo si sus ingresos son superiores a los $283.828 en zonas urbanas y de $257.433 en lo rural.
Como en Chile en esta ocasión son los jóvenes quienes han tenido la palabra en Colombia, ellos se han encontrado con un país que no quieren, que nos desean; es triste decirlo, pero nuestra generación no quiso o no pudo hacerlo y por ello permitimos que se firmaran los TLC que acabaron con el agro y con la incipiente industria colombiana, se plagiara de manera descarada el modelo de seguridad social de chile y el modelo neoliberal de la escuela de Chicago que se implantó en ese país con sangre, durante nuestra generación se escaló el conflicto armado interno degenerando en los más atroces actos de violaciones al derecho internacional humanitario y también de los actos terroristas, no pudimos contra la corrupción, la cual según la contraloría en Colombia se roban 50 billones de pesos al año.
Ocupamos el quinto deshonroso lugar en el índice Gini después de botsuana, Nigeria y Haití y el primero en desigualdad en América, estos estudios incluyen 25 variables en ocho dimensiones: educación, salud, bienestar y cohesión, actividad económica, instituciones, seguridad, medio ambiente y género. Ante este panorama como generación debemos pedir perdón a nuestros hijos por el país que les entregamos.
Ahora la sociedad que marcha junto a todos los sectores que la integran, encuentra su primera línea en los jóvenes que quieren cambios reales, ellos se cansaron de escuchar el mismo discurso de siempre, del que todo cambie para que todo siga igual, de las comisiones, del conversatorio nacional y de un gran etcétera.
Se casaron de los caciques que incendian el país, que ponen y quitan presidentes y detrás de ellos del poder corporativo, del modelo extractivista, del irrespeto a nuestra identidad, a nuestra cultura, a la tierra; de una clase política rancia, inerte, corrupta, clientelista, embriagada de poder, desconectada de la realidad nacional y sin representatividad.
De la deforestación de la depredación de nuestros paramos, bosques y selvas tropicales, de la contaminación; de no encontrar una salida real a la problemática del narcotráfico, concentrando los esfuerzos no en la prevención, seguimiento, salud pública y regulación de estos mercados, concentrando los esfuerzos en la estrategia de fumigación que ha demostrado su fracaso.
Del sistema de seguridad social cuya ecuación es perversa, pues se gana más entre menos servicios se presten y depende de la morbilidad general de los ciudadanos y de la cada vez más inalcanzable edad de jubilación y semanas de cotización, solo por el prurito de la rentabilidad de unos pocos.
De las exenciones tributarias a quienes deben cumplir con sus impuestos para el bienestar general, mientras se graba la clase media, trabajadores y ahora se pretendía hacerlo con los pensionados; que la tierra a tierra improductiva pertenezca sólo al 1% de los colombianos; el modelo punitivo, el hacinamiento carcelario, frente a una ausencia vergonzante de la educación pública; el estudiante promedio no puede acceder a la universidad pública por lo tanto está, se convierte en un lujo para quienes las pueden pagar, constituyéndose este en el punto axial de la inequidad y en el freno al progreso de nuestra sociedad.
De la violencia general y de la violencia intrafamiliar que parece endémica en los hogares colombianos y qué es producto de un referente general; de la estructura general de las elecciones, la falta de una educación democrática la venta y compra de los votos el intercambio de favores el clientelismo, el tamal, de la teja, de la cooptación de la comisión Nacional electoral y la registraría por parte de los políticos y sus conflictos de interés, de la infiltración de los dineros del narcotráfico en las elecciones y que los candidatos se toman fotos con estos personajes
De la ausencia de un sistema real de pesos y contrapesos en el poder público y entonces el gobierno de turno se apropia de la procuraduría la contraloría la defensoría del pueblo y de la fiscalía para ejercer el poder sin ningún tipo de control
De la falta de interés en la consolidación de la paz, del negacionismo en todas las instituciones que tienen que ver con este propósito constitucional y con el clamor nacional, de las cifras impresentables de asesinatos selectivos de líderes sociales y también de testigos procesales.
Nosotros no alcanzamos a aprobar un plebiscito contra la corrupción, pero a pesar de que hubo más de 11 millones de votos el gobierno no hizo nada para recoger esa expresión ciudadana que se registró y de qué manera en ese plebiscito.
De que los medios tradicionales de comunicación al servicio del estamento estigmaticen la protesta social y convierten al ciudadano en vándalos y no se publiquen las diferentes manifestaciones de folclor, cultura y amor que se expresan en las marchas, limitándose a mostrar los casos aislados de desmanes y los vándalos de profesión.
Es por esto y por mucho más qué los jóvenes se han abanderado del cambio necesario que nuestra generación no pudo o no quiso cambiar; encontramos entonces una manifestación propositiva que estará en las calles hasta cuando sea decente y consecuente no hacerlo.
No bastan ahora los llamados a conversatorios nacionales que no llevan a ningún cambio, sino que esta generación demanda cambios reales y efectivos, en diecinueve días de paro existen puntos coincidentes de cambio que reclama el país: un congreso que represente a todas las cregiones de manera proporcional, sin ningún privilegio que pague sus cuentas, sin posibilidad de reelección indefinida y se pensione después de trabajar el mismo tiempo que el resto de los colombianos, el Congreso; rechazar los actos violentos de las autoridades y también de los manifestantes, reformar el sistema de seguridad social en salud y pensiones que beneficie a los prestadores y no los intermediarios del sistema; la gratuidad y cobertura real de la educación pública, la consolidación de la paz, en fin un mejor mas país en equidad, por lo tanto llegó el momento de pasar de resistencia al diálogo en la diferencia, para que estos cambios que demanda nuestra sociedad no sean ilusorios y se conviertan en realidad.