El drama: Es angustioso el llamado que se hace desde todas partes para que se revierta la tendencia de las naciones a envejecer. Oímos en eso desde el papa invitando a que los jóvenes tengan más hijos en lugar de querer tanto a sus mascotas, las cifras sobre la necesidad de una reforma pensional en 15 años para corregir la que ya se hizo en Colombia, hasta incentivos económicos para que las familias sean de mas miembros.
El centro de la discusión: Además de otras consideraciones éticas y filosóficas, el centro de gravedad de los argumentos está en que, si la pirámide poblacional se hace cada vez más aguda, si cada vez hay manos jóvenes en proporción a los viejos, para los niños de hoy les resultará imposible mantener económicamente a tantos.
Lo que falta: Pero, en ese debate sobre el envejecimiento de la población, hace falta incluir una variable sobre como hacer que los viejos nos mantengamos útiles y productivos por más tiempo, aún luego de pensionados. Y eso es posible.
¡P’arriba con eso! Para lograrlo es preciso, en primer lugar, que esa sea una prioridad. Necesitamos sensibilizaros para ello y crear la institucionalidad y el marco legal que lo logre. Bien podríamos comenzar por tener por lo menos un viceministerio de los viejos.
Incentivos empresariales: Luego, hay que establecer estímulos para que a las empresas les resulte rentable tener vinculados a los viejos. Obvio, no en las labores que ya han abandonado, sino en otras. Por ejemplo, muchos querrían donar su trabajo a buenas causas, necesarias socialmente. Así, en todas las fundaciones y las ONG los podrían recibir, con mas entusiasmo, si las labores fueran reconocidas como donaciones y tuvieran las deducciones tributarias correspondientes.
Banco de capacitadores, inducción y nivelación: Los viejos hemos acumulado durante años experiencia. Sería de gran impacto que el Ministerio de Educación y el SENA pusieran a disposición de todos los empresarios de Colombia, bancos de expertos cuyo objetivo fuera hace cursos de inducción y nivelación para los jóvenes que llegan a las labores y áreas en que se desempeñaron. De ese modo, el país aprovecharía sus mejores trabajadores, aprendería de lo aprendido y le ahorraríamos al sector productivo muchísimos recursos y tiempo.
Picos de producción: Es frecuente que, en sectores económicos estacionales, se precise de empleados y servidores que solo lleguen al mercado un par de meses al año o cuando la demanda se eleve. Obviamente los ya pensionados son candidatos inigualables para llenar esa necesidad, toda vez que felices llegarían a hacer el trabajo, sin que la falta de continuidad sea un óbice. Tendríamos que prever que esas labores no causen ninguna de las prestaciones o parafiscales regulares y que nunca se vaya entender que se convierten en contratos laborales.
Acompañamiento a niños: Para muchas madres y padres, acompañar a sus hijos en algunas de las rutinas es problemático. Y no siempre es posible contar con un familiar para que les haga la segunda. Los abuelitos seríamos una magnífica fuente para las rutas escolares en bus o bicicleta hacia y desde los colegios, para llevar y traer y vigilar durante las actividades extracurriculares, o a las citas médicas o de vacunación.
Y más alternativas: Es infinito lo que ese grupo de colombianos que todos conformamos o conformaremos puede hacer. Miremos alrededor, veamos en nuestro interior lo que querríamos hacer luego de pensionarnos y logremos que eso se convierta en una política pública de la vejez productiva.
