Falleció el 24 de marzo Gordon Moore, un visionario del cambio exponencial en el poder de las tecnologías de las comunicaciones.
Nos parece normal acceder a internet de alta velocidad, bien en el computador fijo, bien por el móvil. Que las redes sociales tengan centenares de millones y en casos como el de Meta (facebook), miles de millones de usuarios. Que en un móvil de hoy se puedan transmitir mayores volúmenes de información y a mayor velocidad que en las expediciones espaciales Apolo. Que el cuento de la nube les permita a las empresas almacenar y gestionar volúmenes de información inimaginables diez años atrás…
Sabemos del cambio pero no somos conscientes del carácter exponencial del mismo. Menos de las consecuencias, de las oportunidades, de cómo debemos adaptarnos para sacarle el mayor jugo a la revolución en las tecnologías.
Ha habido revuelo con la más reciente revolución, la del ChatGPT-3 (que ya va en GPT-4), esa forma generativa de inteligencia artificial (IA) que puede ser la aliada incondicional en múltiples puestos de trabajo… y también la sepulturera de muchas profesiones. Con la capacidad de producir poemas, narrar historias, ordenar un régimen para el adelgazamiento, extraer certeros resúmenes de artículos y construir cuadros estadísticos, entre muchas cosas, no nos podemos imaginar lo que viene en meses, en pocos años, en términos de los profundos cambios del mercado laboral, de la forma en que aprendemos, de los modelos de negocios empresariales… incluyendo los nuevos delitos que, con seguridad, aparecerán basados en la IA.
¿Cambio exponencial? ¿Qué es?
Openai lanzó el ChatGPT el 30 de noviembre de 2022. En solo 5 días llegó a un millón de usuarios y en febrero pasado ya había superado los 100 millones… Facebook, que también creció de forma exponencial, tardó diez meses en alcanzar el primer millón de usuarios y ya va en 2.960 millones, un 37 % de los habitantes del planeta… Exponencial ha sido el crecimiento de usuarios de internet, de suscriptores de móviles.
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Openai lanzó el ChatGPT el 30 de noviembre de 2022. En solo 5 días llegó a un millón de usuarios y en febrero pasado ya había superado los 100 millones
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Pues bien, hay que mencionar al menos a tres señores mayores, el más viejo de los cuales acaba de fallecer, por su comprensión del cambio exponencial. Los cuatro que menciono han sido empresarios y científicos, una mezcla desconocida en estas latitudes con déficit de visionarios.
Gordon Moore, que murió en marzo pasado a sus 94 años, fue quien acuñó la ley que lleva su nombre. En pocas palabras: el señor Moore, químico, físico y según él, “empresario por accidente”, por allá a mediados de los años 60 del siglo pasado, predijo que el número de transistores en un circuito integrado (chip) de silicona se duplicaría cada dos años. La ley de Moore se mantuvo durante décadas. El señor fue cofundador y presidente de Intel. Una de las consecuencias, que nos consta, aunque no seamos concientes del significado, es que los dispositivos electrónicos son más pequeños, más potentes, transmiten volúmenes insospechados de información y se asocian con los desarrollos en los múltiples campos de la inteligencia artificial, robótica en la producción de bienes y servicios, medicina, biotecnología, video juegos. Gracias a los microprocesadores.
Otro caballero, de 84 años, es George Gilder, un escritor, graduado en literatura en Harvard, inversionista y experto en tecnología, que predijo el poder exponencial de la fibra óptica como agente transmisor de información (se refirió a la “economía de la información”): el ancho de banda se triplicaría cada 12 meses. El subtítulo de su libro, Telecosm, escrito en 1996 es explícto: De cómo el ancho de banda infinito transformará el mundo… En palabras simples: el volumen de información que transita hoy por un simple cable durante un segundo es mayor que el volumen de información de todo el sistema internet hace 25 años…
Finalmente, Robert Metcalfe, de 77 años, ingeniero y empresario, coinventor de Ethernet, dio en el clavo en materia de redes: el valor de una red de comunicación aumenta proporcionalmente al cuadrado del número de usuarios conectados a la red. Lo podemos entender mejor con el ejemplo de cualquier red social: la red no tendría valor si hubiera un solo usuario y, claro, es inconmensurable cuando sabemos que más de la tercera parte de la humanidad está en fabebook. De ahí que tenemos tanto aspirante a “influencer” en youtube y en otras redes sociales, justamente en virtud de la ley de Metcalfe.
Si no comprendemos el carácter exponencial de lo que ocurre con las tecnologías de la información y las comuncaciones, es probable que desperdiciemos como sociedad las inmensas oportunidades que traen consigo y, quizás peor, que más bien el cambio se convierta en tsunami que barra con formas antiguas de producir y aprender.