Hasta allá llegaron, al Alto Naya, en lo profundo de la cordilleras occidental, Esneyder Gómez y los funcionarios del Plan de desarrollo con enfoque territorial creados por el Acuerdo de paz en La Habana. Tardaron diez horas en llegar a pie y en mula en medio del lodo del camino, y rompiendo selva. Los esperaban reunidos mil campesinos que igual habían hecho largos recorridos para llegar. Nunca nadie y mucho menos alguien con representación del gobierno les había preguntado qué pensaban de su región, cuáles eran las necesidades mayores, cómo imaginaban su territorio a futuro. Y ocurrió. Como también lo hizo Esneyder y su equipo, a veces con apoyo desde Bogotá, en 29 municipios y veredas del Cauca donde se propuso escuchar jóvenes, adultos personas mayores. Muchos enfrentados en otros tiempos, pero capaces de reunirse a soñar en su futuro.
Empezaron en julio del 2017, cumpliendo con uno de los acuerdos pactados en La Habana. A la cabeza en Bogotá está Mariana Escobar, y de ella dependen los 12 grupos que tendrán una inversión de $129 billones de pesos en 10 años. Uno de esos grupos es el que lidera Esneyder Gómez, gerente del PDET del Patía y Norte del Cauca, quien se ganó su cargo por haber liderar varios procesos indígenas, incluyendo ser Consejero de ACIN - una de las organizaciones indígenas más fuertes del país - entre el 2015 y el 2017. Antes de eso había sido gobernador del resguardo indígena Toribío.
La meta es tener los 12 planes de acción listos antes de que terminara el gobierno Santos. Peor no lo han logrado. El Plan del Patía, el que encabeza Esneyder, es el más adelantado y está a mitad de camino. Ahora está en manos del gobierno Duque terminar de esbozar y ejecutar los planes, pero el contexto está complicado.
Conocí a Esneider en su oficina de Popayán. En la casa donde tienen la sede, nos explicó lleno de entusiasmo la manera como seleccionaban a la gente, como organizaban las reuniones y el proceso de elaboración de los planes, con los pobladores como protagonistas. El día siguiente de conocerlo, tomó su carro Renault y viajó hasta Almaguer. Lo volví a ver, en un encuentro accidental en Toribío, Cauca.
Miraba las montañas y saludaba de abrazo a sus viejos amigos. Pero esa segunda vez ya no sonreía tanto. Estaba en su pueblo natal porque en una semana había sido amenazado junto con su equipo de trabajo. Cinco advertencias de muerte. A los narcotraficantes no les sienta bien su trabajo, y desde Bogotá les dieron la orden de suspenderlo. Esneyder, el hombre que debe esbozar el plan de desarrollo que le permita a los campesinos acostumbrados a la guerra, empiezan a soñar con un futuro mejor. Esneider recorre las calles de Toribío con las manos en los bolsillos esperando que su cabeza deje de tener precio para poder volver a empezar a trabajar. Espera que el gobierno Duque ayude a que pueda hacerlo.