Amanecimos y felices nos fuimos al festival de música campesina que Edson Velandia había organizado en la vereda la Lezama, a una hora de Bucaramanga. La idea era acompañar y respaldar la protesta campesina ante el incumplimiento de los 80 acuerdos que se habían pactado hace dos años con el gobierno.
A las 9 y 30 de la mañana llegamos. Nos llamó la atención que no estuviesen los 500 campesinos que permanecen concentrados en esta zona desde finales de mayo. Apenas había llegado una docena. Éramos más los estudiantes de la UIS que habíamos llegado desde Bucaramanga, unos 20, que el público campesino. Yo pensaba, si no eran ellos los que iban a escuchar el concierto entonces, todo éste esfuerzo, ¿Para quién se hacía? ¿Para nosotros que hemos hecho de las canciones de Velandia una banda sonora de nuestras vidas? Los organizadores dijeron que los campesinos no se habían podido mover porque estaban desperdigados en cinco zonas y, si iban hasta allá, el ejército podría destruir sus campamentos.
A las 10 de la mañana empezó el primer grupo a tocar. El ambiente no era el mejor. El espacio era demasiado grande y nosotros éramos muy pocos. Afortunadamente el calor típico de la zona no estaba presente. A las 2 de la tarde, justo cuando El León Pardo hacía su presentación, empezó la pesadilla: dos mulas fueron atravesadas en la carretera. En unos pocos minutos se había formado un trancón descomunal. Edson Velandia, histérico decidió parar el toque. La minga había incumplido una de las pocas exigencias que el músico había hecho para su presentación: estaba prohibido el cierre de vías y cualquier tipo de manifestaciones violentas. El Esmad, apareció y con ellos empezaron a salir encapuchados de ambos lados de la carretera. Vi cómo uno de ellos, machete en mano, le exigía al chofer de una buseta que le entregara las llaves del vehículo. Vi como otros pinchaban las llantas de los autos sin importar si adentro habían niños o ancianos.
Nosotros, los que viajamos de Bucaramanga, empezamos a tener miedo. Los líderes de la concentración campesina fueron groseros incluso con Edson: vi cómo incluso uno le insinuó al música que toda su comitiva podía quedar retenida por 12 horas o incluso de manera indefinida si el ministro de agricultura no venía a hablar con ellos. Teníamos miedo, sobre todo por el Esmad aunque debo decir que fueron ellos los que lograron hacer un cordón para sacarnos de la zona ya que el enfrentamiento entre campesinos y fuerza pública parecía inevitable.
Corrimos, hubo gente que gritó, sobre todo los que llevaban niños. Hubo llanto, fue una pesadilla. Los equipos que se habían traído desde Bucaramanga quedaron allí, no hubo oportunidad de recogerlos. La situación se puso peor cuando se abrió el cielo y empezó a caer una tormenta. Caminamos cerca de 3 horas hasta que vimos un hotel de paso. Allí escampamos y pude ver como Edson y los otros músicos estaban tranquilos y le echaban la culpa al gobierno que no cumple, que pone a los campesinos en un estado de ofuscación que les lleva a tomar este tipo de decisiones desesperadas.
No es mi intención desprestigiar el paro campesino pero ayer comprobé que la violencia en las manifestaciones no es exclusiva del Esmad. Tienen que haber otras formas de lucha y hacer un festival de rock parecía la más acertada, la más poética: lamentablemente los campesinos no la entendieron así y, en cierta forma, se aprovecharon de los músicos, de Edson, de nosotros que anduvimos kilómetros para decirles que estamos con ellos. Lástima que no quisieron escucharnos
* Nombre ficticio. El autor prefirió guardar su identidad