Desde temprano el ambiente estaba enrarecido. La ciudad se había paralizado. El Bucaramanga, uno de los equipos más humildes de Colombia, se había llenado de contrataciones estelares como los argentinos Sergio Saturno y Edgardo Luis Paruzzo. Solo tenía que ganarle al Atlético Junior en el estadio Alfonso López para clasificar a las finales. A primeras horas de la mañana las filas se alargaban como una anaconda monstruosa. Muchos de los hinchas destapan las botellas de aguardiente Superior mientras esperaban. A las tres de la tarde las tribunas estaban colmadas de borrachos.
El partido era electrizante, Bucaramanga perdía 2-1 hasta que el árbitro Eduardo Peña marcó penal a favor de los Leopardos. Inexplicablemente se arrepintió y señaló que la jugada terminaba en un saque de puerta a favor del Junior. Ahí se armó el infierno. Primero fue en el sector sur cuando empezaron a llover botellas de aguardiente y los hinchas rompieron las rejas de protección y se metieron a la gramilla. Luego los hinchas de Oriental hicieron lo mismo. El arbitro Peña, aterrorizado, acabó el partido lo que enardeció aún más a los aficionados. De un momento a otro escucharon los disparos y los jugadores corrieron hasta el camerino. Eran disparos de fusil. El ejército se había apostado en la cancha y disparaba directamente hacia el público, sin miramientos, sin advertencia previa. Era un batallón contraguerrilla que recién había llegado desde la región del Carare Opón en el Magdalena Medio, plena zona roja en esa época. Los comentaristas de radio creían que eras balas de salva hasta que un balazo de fusil entró a la cabina y casi mata al narrador de Caracol Juan Manuel Gonzalez. Entonces vieron sin cortapisas el horror, el verde del césped se teñía de rojo y habían decenas de cuerpos tendidos en el pasto.
Al otro día el ministro de defensa del entonces presidente Julio César Turbay Luis Carlos Camacho Leyva anunció que la razón de la tragedia fue sobrecupo y excesivo consumo de alcohol. El saldo de cuatro muertos y treinta heridos fue muy inferior al que vieron los testigos presenciales quienes vieron montañas de cuerpos tendidos en la cancha. Era la época del Estatuto de Seguridad que desde setiembre de 1978 había impuesto el entonces presidente y que muchos calificaron de un exceso de poder digno de una dictadura. Lo que más le duele a los sobrevivientes es que eta tragedia fue totalmente olvidada y borrada de la historia oficial. Estas son las imágenes.
