La ciudad es un gran mercado donde se realizan miles de transacciones al día, venta de servicios, de mercancías, de mano de obra. Estas dinámicas van generando una ética, una estética y una política, todo esto cimentado sobre un amplio sistema de representaciones que constituyen a la vez símbolos y paradigmas.
La diversidad de tecnologías y negocios que se desarrollan se constituyen en nuevas fuerzas productivas que amplían las capacidades del ser humano en sus aspectos técnicos y conceptuales abriendo nuevas brechas generadoras de riqueza potencial. En la práctica son cientos de personas que han desarrollado nuevos saberes y obteniendo a través de ellos su sustento económico y posibilitando nuevas fuentes de riqueza.
Pero como el hombre no es solo economía, tiene necesidades estéticas, políticas, éticas, espirituales, por lo tanto en el espacio de la ciudad va creando sus iglesias, sinagogas, se hace miembro de colectivos políticos para resolver quién le gobierna, participa en comunidades de ayuda, va al teatro al cine, al fútbol, a discotecas, hace yoga.
La ciudad originariamente es un conglomerado de transacciones comerciales pero las necesidades del hombre van más allá de su supervivencia y el trabajo y lo comienzan a superar otros requerimientos. De allí surgen los símbolos y los paradigmas. La avenida Sexta ha sido uno de los símbolos de la ciudad de Cali, Colombia.
Historia de la Sexta
La Avenida Sexta de Cali ha sido uno de los espacios que evidencia el estado de la ciudad y que en el imaginario de la misma se ha convertido en un símbolo urbano y algunos de sus sitios en iconos representativos: el Teatro Calima, la Plazoleta de Avianca, el Teatro Bolívar, el Hotel Don Jaime, las Brisas de la Sexta, el Palacio Rosa, el edificio Las Ceibas, Dari Frost, la Casona de la Felisa, el restaurante Los Mellizos y Balocco, Oasis, Stockholm Inn, entre otros.
Su origen se remonta a los inicios del siglo XX cuando se trazó un camino entre el centro de Cali y los talleres ferroviarios de Chipichape al norte. Después de que fue pavimentada las personas adineradas de la ciudad trasladaron su sitio de vivienda a este sector y desde la década de los sesenta fue adquiriendo el cariz de ser una zona de diversión en la ciudad. Pero esta fue marcando a la avenida según los momentos históricos que vivía.
En los setenta era una zona glamourosa, donde los extranjeros que trabajaban en las multinacionales —instaladas en la región— y habitaban en la ciudad (norteamericanos, europeos del norte, australianos) se paseaban. En algunos de los sitios de diversión encontraban su ambiente, su gente y había la posibilidad de ligar a chicas nativas lindas al ritmo del viento y el sol tropical.
Igualmente, las clases acomodadas de Cali encontraban allí la posibilidad del esparcimiento seguro, de estilo norteamericano y a buenos precios. Eran muy comunes las heladerías, estaderos, fuentes de soda, restaurantes, drive in (Oasis), etc. Por estas calles caminaban con el cabello al viento los integrantes del Grupo de Cali, (Andrés Caicedo, Luis Ospina, Carlos Mayolo, Eduardo Carvajal).
Además, cerca estaban las agencias de publicidad norteamericanas (Mccann Erickson, Centrum Ogilvy and Mather) y otras locales pero con nivel de competitividad internacional. Era un ambiente que podría parecerse al de La Habana antes de la revolución, reforzado además por las plantaciones de caña de azúcar que rodean a la ciudad. Era la Zona Rosa de Cali.
En los 80 el imperio del narcotráfico en la ciudad tomó estos sitios de rumba y baile y los convirtieron en espacios cerrados, controlados, puntos de encuentro de los capos o de sus subalternos, oficinas de negocios grandes, transacción de mujeres, drogas, armas y de muertes de adversarios. Para un caleño o foráneo que fuera a estos sitios sin alguien que lo referenciara o le conocieran se veía en peligro de meterse en problemas. Existían varias leyendas urbanas que hablaban que los grandes capos del narcotráfico quitaban la mujer acompañante a un despistado rumbero que se atreviera por estos lares. Allí quedaba una emisora propiedad de la mafia, allí establecieron gran parte de sus empresas fachada, en algunos de los hoteles de la avenida establecían sus centros de operaciones y por sus calles exhibían sus autos de alto costo.
En los años 90 una nueva cultura juvenil de universidades privadas y sectores alimentados por el nuevo narcotráfico, que ya no se erigía sobre la figura de grandes capos sino de pequeños negociantes independientes, que ganaban grandes sumas de dinero, fue reemplazando a la Avenida Sexta por otros espacios más hacia el sur, donde los chicos universitarios, los nuevos ejecutivos, empresarios independientes, comerciantes fueron colonizando. Quizá como efecto del imaginario que había dejado la Sexta en los caleños de ser un sitio peligroso, pesado, oscuro, relacionado con negocios ilegales y con los crímenes del narcotráfico los nuevos sitios adquirieron gran relevancia.
La Avenida Sexta decayó, muchos de los grandes negocios de la diversión cerraron, el paso y la visita de transeúntes disminuyó y se convirtió un sitio deprimido, feo, sucio, abandonado e inclusive peligroso pues allí se podría ser víctima de asaltantes, escopolamineros (ladrones que drogan a sus víctimas y las roban mientras estas han perdido su voluntad), prostitutas que asociaban su actividad con el robo o el asesinato; fue siendo invadido por comunidades de prostitutas, transexuales y vendedores de drogas. El drive in Oasis, que era una especie de icono de la Sexta había cerrado y ahora quedaba su estructura de parqueaderos y zonas atención perdidas entre los escombros.
A principio de los 2000 continuaba este estigma sobre la avenida, mientras otros sitios de la ciudad emergían y triunfaban como las nuevas zonas rosa. Ya la Avenida Sexta era pasado, algo que mejor desapareciera, no se incluía en los tours ni una manera de demostrar la belleza de la ciudad.
Paralelamente iba creciendo en la ciudad y cerca a la Sexta, por la Novena, una zona gastronómica internacional que tuvo relativo éxito y a ayudaba a opacar aún más a la antigua zona rosa. Pero diez años después esta zona gastronómica también entró en crisis pues parecía ser una burbuja creada que no resistió la dinámica de demanda de servicios gastronómicos en la ciudad.
Caminando ahora por la Sexta se percibe una revitalización comercial y de servicios en la zona. Cada tres metros hay un pequeño negocio, de diversa misión, con diverso objeto que hace ver una gran variedad. Además, mucha gente camina en la tarde, hay transacciones, negocios formales e informales, tráfico fluido y en los hoteles y restaurantes que sobreviven, en los viejos estaderos, fuentes de soda y heladerías, veo personal extranjero, turistas de hostales, que caminan por estas calles plácidas favorecidas por el sol brillante y el viento de la ciudad.
No se si por debajo se manejen negocios de ventas de droga y prostitución infantil para los turistas pero en apariencia se ve un resurgimiento de la Sexta como un espacio simbólico de la ciudad de Cali. Oasis continúa entre los escombros.
Hoy hay un proyecto desde el gobierno municipal de recuperar a la Avenida Sexta como emblema de la ciudad y se han realizado diseños para su recuperación.