En el plano internacional, la tragedia de los desplazados por guerras y el hambre que, hacinados en frágiles embarcaciones, intentan penetrar en Italia, Grecia y otros países europeos, ocupó la atención y conmovió el duro corazón de algunos gobernantes, después de ver la foto del niño sirio Aylan arrojado por la marea en una playa turca. Tal vez recordaron que, históricamente, están involucrados en el drama fruto de ambiciones colonialistas de sus antepasados recientes, afectando a millones de sirios, irakíes, libaneses, palestinos, afganos, kurdos y africanos de diversos países inventados desde finales del siglo XIX y después de la Primera Guerra Mundial, por capitalistas y gobernantes de Gran Bretaña, Francia, Alemania, Bélgica, Holanda, Italia y España, cuando en mesas de negociaciones, sobre papel y compas y tiralíneas en mano, arbitrariamente trazaron mapas para repartirse regiones abundantes en recursos naturales y el petróleo que empezaba a reemplazar al vapor como energía.
Poco les importó dividir con fronteras arbitrarias a tribus ancestrales y dejar a pueblos como los kurdos, sin nación, separados por los nuevos límites de Turquía, Irán e Irak, que también dividieron a otras etnias, así como en el África hicieron con tutsis y hutus y sentaron las bases de posteriores guerras internas y externas a lo largo de los siglo XX y XXI, y con mayor razón en el Medio Oriente, después de la creación del Estado de Israel, protegido por los Estados Unidos y potencias occidentales, que buscando resarcir en territorio ajeno las atrocidades del antisemitismo que predominó en Europa, enclavaron al nuevo país, sin tener en cuenta intereses de árabes y palestinos que por milenios habitaron el territorio que desde tiempos del Antiguo Testamento, compartieron con los judíos, antes de ser lanzados por el imperio romano a la diáspora por África, Asia y Europa y ser casi exterminados por los nazis, dos milenos después.
Terminada la Segunda Guerra Mundial, con la división geopolítica en dos grandes bloques disputándose el planeta, empezó la “Guerra fría” entre los Estados Unidos y numerosos países de Europa occidental, agrupados en el bloque militar del Tratado de la Alianza del Atlántico Norte, Otan, defendiendo la economía capitalista y ‘democracia occidental’ y la Unión Soviética y países de Europa Oriental, ocupados por el Ejército Rojo, durante la Guerra Mundial, seguidores del fracasado modelo ‘socialista’ y militarmente unidos en el Pacto de Varsovia.
A partir de entonces el mapa del mundo se convirtió en objetivo de conquista para las superpotencias involucradas en conflictos internos de las naciones, buscando imponer a gobernantes que agenciaran sus políticas socio-económicas y militares. En este panorama la revolución cubana se constituyó en bastión de la penetración de las ideas marxistas y movimientos guerrilleros en nuestro continente, generando la salida de millones de isleños a Miami y otras ciudades de los Estados Unidos, al igual de la emigración forzada por la pobreza, las guerras insurgentes y las dictaduras militares de oleadas de mexicanos, guatemaltecos, salvadoreños, hondureños y colombianos, víctimas directas e indirectas de los combates.
En el medio oriente, mientras los soviéticos apoyaron y armaron a movimientos como el de Nasser, en Egipto, quien nacionalizó el canal del Suez y promovió la creación de la República Árabe Unida, RAU; los multimillonarios judíos-norteamericanos apuntalaron económica y militarmente a Israel, e iniciando la década del 50, en Irán, promovieron un golpe militar que derrocó al gobierno de Moshadeh quien nacionalizó el petróleo, para imponer al Sha Pavlevhi, quién durante dos décadas implantó férrea dictadura militar pro multinacionales-petroleras, y que en 1979 fue derrocada por la revolución cívico-religiosa, liderada por el Ayatollah Komehini, iniciando una nueva era que a la larga desembocó en el islamismo radical y años después generó movimientos como Al Qaeda, de Osama y los talibanes, los Yihaidistas, Salafistas promovidos por jeques petroleros de Arabia Saudita y además de la violenta confrontación entre musulmanes chiitas y sunitas( parecida a la que existió entre protestantes y católicos) al margen crecieron tendencias radicales desembocando en el actual Estado Islámico, que se propone trazar nuevas fronteras, con la religión radical como columna vertebral y el Corán aplicado al pie de la letra, en sustitución de la Constitución.
El ejemplo de Siria, es patético sobre los efectos nefastos del colonialismo y el imperialismo económico, militar y político de las potencias disputándose el mundo: mientras el régimen de ‘dictadura democrática’ de varias ‘reelecciones’ dirigido por Saad y apoyado por Rusia y China, luchaba contra opositores respaldados por Estados Unidos y países europeos, en medio de la guerra se metieron radicales del Estado Islámico, que les ganaron combates y territorios a ambos bandos, apoderándose de extensas regiones y ciudades donde la población civil aporta la mayoría de víctimas después de cruentos bombarderos y enfrentamientos entre los variopintos ejércitos.
Cuando desesperados civiles sirios decidieron dejar sus afectos, bienes y emprendieron éxodo masivo a Europa para salvar la vida de esposas e hijos, en las potencias que siglos antes invadieron y saquearon sus territorios, inicialmente les cerraron las fronteras, como semanas antes lo hizo con los africanos el gobierno conservador del primer ministro Cameron, en Inglaterra, aquella que solo hasta mediados del siglo XX, aceptó la independencia de la India, tras fracasar la represión violenta y ser derrotada por el movimiento pacifista de Gandhi y hasta los años 60s del siglo XX, fue dueña de gran parte del África y del planeta, otorgándoles derechos a residir en Gran Bretaña, a los habitantes de sus antiguas colonias, después de su independencia.
Con la tragedia del niño Aylan, arrojado por la marea a una playa turca; liderados por Alemania, los países europeos, incluida la Inglaterra, aceptaron recibir cuotas de refugiados que huyen del conflicto sirio y hasta Estados Unidos con el beneplácito para 10.000 y Venezuela, con cupo para 20.000, se sumaron a la cruzada, mientras Maduro endurecía acciones en la frontera, desplazando sin respetar los derechos humanos de humildes familias de colombianos que históricamente han circulado y convivido con sus vecinos venezolanos, quienes también tienen nexos económicos y relaciones familiares, de amistad y comerciales en los municipios fronterizos. Sin olvidar que en los grandes negocios legales e ilegales, relacionados con el contrabando de víveres, ganado, combustibles y dólares subsidiados provenientes del país bolivariano, están incluidas autoridades civiles y militares de ambos países involucradas en actividades legales y por fuera de la ley, cuyo intocable perfil no es el de los ‘bachateros y pimpineros’ principales víctimas del inhumano desalojo ordenado por Maduro, acusándolos de ‘paramilitares’.
Son las sinrazones de las luchas por el poder político y económico que a lo largo de la historia ha generado guerras, genocidios y desplazamientos de pueblos enteros, en un eterno retorno de tragedias. se muerden la cola y vuelven y juegan ahogando a ciudadanos rasos, como en décadas recientes sucedió en Afganistan, Kuwait, Irán, Irak, Ruanda, El Congo, Siria y durante décadas a fuego lento, en nuestro país consumido por la lucha de los diferentes grupos guerrilleros con las fuerzas armadas, paramilitares y las bandas criminales y delincuencia común, pescando bienes y riquezas en el río revuelto del narcotráfico, el contrabando, robos, atracos, secuestros, extorsión, tráfico de personas y de influencias, delincuencia de cuello blanco y corrupción administrativa, en el marco de conflictos fronterizos con países que experimentan procesos de dudoso futuro e intentan revivir el fantasma de los enemigos externos para sostenerse, como sucede en Venezuela, con un modelo de ‘socialismo bolivariano’ que de todos los ensayados en Argentina, Uruguay, Brasil, Bolivía y Ecuador.
Este es el modelo perfecto para no seguirlo, por su fracaso en la práctica, y por permitir el enraizamiento de una camarilla de ‘revolucionarios’ nepotistas, involucrados por debajo de cuerda en multimillonarios negocios ilegales, entre ellos el contrabando a gran escala de víveres y dólares subsidiados y el tráfico de drogas en sociedad con la guerrilla y delincuentes comunes colombianos, buscando desesperadamente excusas para aglutinar, con miras a las apretadas elecciones de diciembre, a la población que ha recibido los numerosos subsidios permitidos por la bonanza petrolera que súbitamente se derrumbó con los bajos precios del petróleo, en el país con mayores reservas de crudo y con la mayor inflación del mundo.
Mientras tanto, en nuestro país, el drama de los despavoridos repatriados colombianos desde Venezuela, conmovió a la mayoría de la población y ocupó la agenda del gobierno, que inicialmente sin éxito lo llevó a la OEA y Unasur; pero ahora está en vía de solución temporal, gracias a la mediación de los gobiernos del Ecuador y Uruguay, que el 12 de septiembre, en Quito, han concertado una reunión entre las cancilleres de Colombia y Venezuela, preparatoria al encuentro de los presidentes Santos y Maduro.