Ayer la opinión pública se atascó con Vicky Dávila y Hassan Nassar y la vergonzosa pelea en que terminó un debate que se supone encarna al periodismo de altura. Pero más allá del show el tema de opinión debe ser la naturaleza del periodismo colombiano, pero no, la opinión pública y Twitter apenas se queda en la superficie, en lo barato del insulto. Y claro, a todos nos divierte y, obvio, es normal identificarse con ese impulso, pero fíjate bien lo estúpida de la situación:
Vicky y Hassan trabajaron en las mismas casas de medios. Ella misma dijo que lo llevó a La Fm y todos vimos en su momento la trayectoria de cada uno en RCN. Ahí compartieron estudio con Gurisatti y toda una línea editorial. No voy a negar que la Vicky de hoy no es la misma de hace doce años que cumplió cabal y profundamente con una agenda uribista desde RCN. Hoy, incluso, los mismos uribistas la acusaron de ser “jefe de campaña de Petro”. No voy a etiquetarla, pero sí afirmo que más allá del criterio individual que pueda tener un periodista está la línea editorial de los medios para los que trabajan. Y claro, las necesidades de sus propietarios. En ese sentido Vicky y Hassan han sido los representantes mediáticos de las mismas casas y por lo tanto emitieron mensajes comunes. Lo que cambia es el estilo.
Vicky exagera, busca el chisme y produce espectáculo. Hassan posa de intelectual, crítico de lo que le conviene, certero, persuasivo, y abiertamente uribista. Pero estas son apariencias bajo las cuales hay una matriz común, aunque, si algo los emparenta, además de lo que ya dije, es su capacidad para manipular la opinión pública, cada quien a su forma.
Quitándonos esta venda pensemos un momento en la estructura de los medios colombianos. Esto lo explicaré en otro momento, pero por ahora diré que se enmarcan dentro del modelo de la “democracia liberal”, es decir el sistema donde conviven medios públicos y privados, teniendo ambos, como misión, ser el puente que comunica al poder político con la ciudadanía cumpliendo además el viejo lema del periodismo de que si no es contrapoder no es periodismo.
Y obvio, ni Hassan ni Dávila se han destacado, precisamente, por ejercer contrapoder. En este sistema los medios privados dicen ser eso, pero realmente responden a otros intereses pues si se quitan la máscara de su deber democrático lo que queda es una empresa que, como parte del mercado, produce y vende bienes y servicios, en este caso información. Para que un negocio a tan alta escala - que incluye pauta gubernamental, publicidad, patrocinios, producciones millonarias- como son los medios de comunicación funcione correctamente se necesita cierta cercanía con el poder político. Entonces los dueños no quieren realmente cumplir con los deberes ideales del periodismo si estos no le ayudan a que su negocio rinda y sus intereses sean preservados.
Ahora piense usted quiénes han sido los dueños de los medios tradicionales en Colombia y por esto entenderá que muy pocas veces un periodista -como individuo- puede sobrepasar la visión del medio. Y no, no es censura. Es negocio, de ahí que todos los días escuchemos información sesgada, ataques políticos disfrazados de opinión y configuraciones noticiosas que parecen objetivas pero que siempre están ocultando gran parte de la realidad acomodando lo que sí se muestra a su antojo. Lo de ayer fue show mediático, un circo como Laura en América. Preocupa, eso sí, que abra debate, que capte la atención, que nuble la opinión y distraiga en semejante frivolidad a una ciudadanía que debe estar atenta y despierta, crítica y afilada, con la realidad política que enfrente.