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Me parece que usted no tiene necesidad de manchar, le agradeceríamos que lo hiciera, pero no lo necesita. Usted tiene medicina prepagada, su hijos seguramente estudian en los mejores colegios. Además, usted probablemente almuerza en el parque de la 93 platos de $50.000, ¡y eso está bien! Usted se ha ganado su nivel de vida trabajando. ¿Desde cuándo vivir confortable es un pecado? ¡Enhorabuena por usted!
Quienes necesitan marchar este 21 de noviembre son los obreros que sostienen a su familia con un salario mínimo, las madres cabeza de hogar que se levantan a las cuatro de la mañana para dejar listos a los niños para la escuela y se acuestan a las once luego de llegar de trabajar y hacer las tareas con ellos. Vicky, quienes necesitan marchar son el 80% de los bachilleres que no llegan a la universidad cada año y a quienes les toca abandonar sus sueños para trabajar en lo que les salga. Vicky, quienes sienten la necesidad de marchar son los millones de trabajadores por prestación de servicios que hay en el país, quienes no tienen seguridad social, los echan cuando quieren y les toca trabajar un mes gratis para que los contraten de nuevo.
Vicky el 21 marcharán los campesinos abandonados entre quienes en pleno siglo XXI hay 2,7 millones de analfabetas, no me cabe en la cabeza que un Estado no les haya enseñado a leer ni a escribir, por Dios. Marcharán los abuelos que entregaron su vida al país y que ya no se pensionaron; los enfermos que tienen que esperar cuatro o seis horas en una urgencias porque no hay suficientes médicos. Vicky, el 21 marcharán los líderes sociales que viven amenazados, las comunidades indígenas que están viendo a sus líderes morir asesinados.
Vicky, es fácil desde su confortable vida (que insisto no cuestiono), decir, "no marcharé" pero si usted reflexionara sobre los 560 mil niños con desnutrición crónica que hay en el país, saldría a la calle con nosotros.
Vicky, no soy un izquierdista como usted pensará, tampoco soy de derecha. La verdad, izquierda y derecha no me dicen nada de lo que pasa en el mundo ni en Colombia. Yo vivo en el exterior hace 30 años, comencé limpiando baños en Nueva York y con décadas de mucho trabajo construí una próspera compañía. Usted no se imagina, Vicky, lo que significa ver a los lejos el país que se lleva en el corazón pasando tantas necesidades. No puedo negar que hay avances, pero nuestro país tiene hambre de educación y salud. La gente quiere vivir una nación seria, segura, con justicia, redistribución de la riqueza y por Dios, ¡sin corrupción! He puesto en marcha un movimiento llamado Encanto Colombia para desde el exterior ayudar al desarrollo de mi país.
Este 21 de noviembre, a mi modo y como pueda, marcharé porque me siento en el deber moral de acompañar a tanta gente que se merece un país mejor.
Anímese, Vicky, sálgase de la agenda de los poderosos y métase a la agenda de la gente, de la gente común, como usted lo fue alguna vez.