El 8 de diciembre del 2015 Vicky Dávila fue citada al palacio de Nariño para hablar formalmente con Juan Manuel Santos. En ese momento, siendo directora de la F.M, su voz era una de la más influyentes de un país que se aprestaba a vivir el momento más determinante de su historia: la guerrilla de las FARC y el gobierno Santos ajustaban puntos para firmar el acuerdo de Paz de La Habana. Vicky adelantaba investigaciones contra la Policía y afirmaba que dentro de la institución existía un cartel de oficiales que prostituían cadetes y los ofrecían en un catálogo. A este hecho se le conoció como la Comunidad del Anillo.
Desesperada ante el cerco que le montaba la policía, la periodista le había pedido en diferentes ocasiones hablar a solas con el presidente y exponerle sus temores. Santos la recibió y hablaron de manera distendida, casi informal durante tres horas. El presidente había estado al frente del diario El Tiempo durante años y, cada vez que tenía un micrófono al frente de su boca decía, como Charles Foster Kane, que él antes que un político era un periodista. Le aseguró que no había razón alguna para preocuparse, y que ordenaría la investigación correspondiente para indagar lo que estaba sucediendo. A Santos le gustaba interactuar con los medios y apersonarse de los problemas. Esta vez no seria diferente. Sin embargo las cosas no salieron bien.
Una semana después, vísperas de Navidad, Julio Sánchez Cristo organizó un almuerzo para reunir a periodistas amigos al que asistió el propio presidente Santos. El aura de amabilidad que reflejaba sobre la Vicky de la reunión privada en Palacio, se había evaporado. Ahora estaba Santos el sarcástico, el que echa pullas revestidas de humor negro, el arrogante que sabe para qué es el poder. Vicky Dávila se sintió tan humillada que tomó la decisión de levantarse de la mesa antes de que se sirviera el plato principal. Quedó un agrio sabor.
Santos se había enterado que la directora de la FM estaba trabajando en un tema que lo tocaba el resorte de los gastos más personales, algo que el Presidente no soportaba. Y de allí el látigo del desprecio. La seriedad y distancia con la que la trató. La información que manejaba la periodista era escandalosa.
Por un capricho protocolario de la Casa de Nariño se emplearían $ 17 millones en cajas de almendras que se usarían para hacer atenciones o quienes ameritaran agradecimientos de los cercanos al gobierno. Vicky no se detuvo y realizó la denuncia en la FM.
Al día siguiente la entonces superministra Maria Lorena Gutierrez, de la total confianza de Santos, visitó al jefe mayor de Vicky Dávila: Carlos Julio Ardila, el propietario de la emisora. De manera simbólica, y como se dice, para buen entendedor pocas palabras: le llevó una caja de almendras.
Al episodio se le suma que María Lorena Gutiérrez había formado parte junto a Jorge Hernan Cárdenas, de la firma Oportunidades Estratégicas, cuya asesoría había sido clave en la investigación de las irregularidades en la Policia que a su vez el equipo de la FM estaba investigano, con el general Palomino en el centro del trabajo. Carlos Julio Ardila también quiso ser sutil y metafórico con la periodista: le entregó las almendras enviadas por el Presidente Santos. El mensaje quedaba claro.
En esa misma semana, el 15 de febrero del 2016, Vicky Dávila presentó el famoso video entre Anyelo Palacio y Carlos Ferro. Era un golpe durísimo a la cabeza de la Policía Nacional, que repercutía sobre la credibilidad del gobierno. Un día después de haber publicado el video Juan Manuel Santos le dio una entrevista a Ángela Patricia Janiot y criticó con rudeza a Vicky Dávila "¿Le parece divulgar ese vídeo buen periodismo?", le preguntó a la entonces periodista de CNN y el Presidente siguió despotricando: "Y los colegas y los periodistas deberían hacer un cuestionamiento ellos mismos, que aquí se está saliendo de madre ese tipo de ataques y de información, que eso no es un buen periodismo. Yo eso lo digo como periodista, no como presidente”.
Un día después del escándalo de la Comunidad del Anillo, Luis Carlos Villegas, entonces ministro de Defensa, también se movió por lo alto. Tal como había hecho Maria Lorena Gutierrez llegó a la cabeza de RCN, su propietario Carlos Julio Ardila. El tema era la molestia que había generado en el gobierno las acusaciones contra Palomino y la Policía. Se presentó con el general sin que Carlos Julio Ardila convocara a Vicky Davila. Nunca fue invitada a las reuniones sostenidas con el alto gobierno. El tono con el que se realizó la reunión fue hosco. Incluso el propio director de la Policía le recordó a los Ardila la labor que cumplía la policía cuidando sus propiedades.
El 17 de febrero Vicky presentaba la renuncia a la F.M.
Su retiró, doloroso e indignante para la periodista no tuvo mayor repercusión mediática en un momento en el que Santos era visto con buenos ojos por el proceso de paz que avanzaba con las Farc y frente al cual Vicky Davila había sido crítica.
La Fundación para la Libertad de prensa no se quedó callada. En los puntos 3 y 4 dejaba en claro su posición:
- En ese contexto, resulta cuestionable y paradójico que el presidente Juan Manuel Santos asumiera el rol de ‘periodista’ para criticar la decisión editorial de un medio de comunicación que investigaba posibles actos de corrupción en su gobierno. En la situación de riesgo que enfrentaba Vicky Dávila, esa declaración tuvo un efecto intimidatorio para ella y los demás periodistas que venían trabajando en esa historia.
- Más allá de su pasado en el periodismo, el presidente Santos es hoy en día el primer funcionario público de la nación. Como han manifestado la Corte Constitucional y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, la responsabilidad de ese cargo implica que ninguna de sus declaraciones puede inhibir la actividad periodística, ni mucho menos aumentar la exposición de periodistas que ya están enfrentando un riesgo.
Cinco años después la rueda de la fortuna ha sabido girar. Vicky, siendo directora de Semana, el medio que dirigía Alejandro Santos el sobrino del Presidente, período en el que fue más que condescendiente con las actuaciones gubernamentales, ha empezado a cobrarlas todas. Le ha seguido los pasos a Juan Manuel Santos con Odebrecht, con la financiación de la campaña, con sus debilidades frente a la guerrilla de las Farc y la coca en la negociación de La Habana; en contraste le ha abierto todo el espacio a su archi enemigo Alvaro Uribe Vélez.
Además no ha dudado en enfrentarse con su hijo Martin Santos quien le hace de mosquetero a sus papás. Lo último lo hizo este lunes 19 de abril, una denuncia en la que reveló sus fiestas en Miami, donde los Santos han pasado largos períodos durante las cuarentenas de la pandemia, con el columnista Yohir Akerman. La revista, antes una aliada política del exPresidente ahora, con Vicky en su dirección, se ha convertido en su piedra en el zapato.