No cabe duda de que Vicky Dávila es una gran periodista. Su trabajo ha dejado en evidencia grandes escándalos de corrupción que han sacudido este país. Recordemos la Comunidad del Anillo o a Marcela Gutiérrez, la novia de Gustavo Rugeles que después de mucho defenderlo logró sacar la verdad y superar el miedo al bloguero. En fin, son cientos los trabajos periodísticos de Vicky Dávila que la convierten en una de las mejores periodistas del país. Sin embargo, en su programa de mediodía en la W Radio, Vicky también ha rayado con el espectáculo, con el morbo de las lágrimas, las pasiones y las peleas. El último caso es el de Hollman Morris, quien fue señalado y denunciado por su esposa por violencia intrafamiliar. Las acusaciones son muy graves y es imperdonable que Morris golpee a su exesposa y la presione económicamente, pero otra cosa es meterse en peleas familiares que no tienen ningún interés público.
Hollman Morris es una figura que debe responderle a la sociedad que representa, de antemano dejo claridad mi opinión sobre su candidatura a la alcaldía: debe renunciar. Ahora, es válido que lo señalen por no responder económicamente por su familia después del divorcio, esa fue la primera acusación, ahora la historia va cambiando y se sabe que no es que no dé plata, lo que pasa es que se retrasa en los pagos. Lo importante acá es indagar por qué Hollman le echó el carro encima a su exesposa y no la dejó entrar al hospital. Eso sí debe ser investigado por la periodista.
Vicky Dávila se ha convertido en nuestra novela de mediodía, reemplazando a Padres e hijos, o más bien se está transformando en la doctora Polo criolla.