Al contrario de lo que hacen algunos, incluso colegas, que critican la decisión de la periodista Vicky Dávila de lanzarse por fin al ruedo político, hay que celebrar la difícil, pero atinada salida que le dio a la encrucijada en que se encontraba desde hace unos meses, sobre todo si se tiene en cuenta que sus contradictores ya la habían lanzado hace bastante rato.
Y no era fácil escoger porque Vicky ama el periodismo y vive la noticia, por lo que lo ha ejercido con todos los honores, a pesar de que por razones ideológicas precisamente hoy uno de los bandos de la polarización que habita en Colombia, la considera poco profesional, sesgada en sus reportajes y parcializada en sus informaciones noticiosas. Y peor aún la descalifica como candidata a la presidencia.
Pero lo cierto es que a pesar de los pesares Vicky se ha granjeado el respeto y la admiración de muchos colombianos por haber sido una periodista capaz de denunciar la corrupción en varios escenarios de la vida nacional y porque se ha metido con poderes intocables como la cúpula de la Policía o ha revelado asuntos del juicio al expresidente Álvaro Uribe que alguna cúpula judicial quería mantener ocultos.
Y más recientemente por haber sido la principal “destapadora” de los hoyos podridos que existen tanto en la campaña como en el gobierno izquierdista de Gustavo Petro. La cosa política se fue moviendo porque la visión del periodismo de Vicky Dávila y su tenacidad para las denuncias sin reverencias al poder la fueron llevando poco a poco a expresar sus sentimientos políticos y sus afinidades ideológicas, lo cual inevitablemente le trajo también enemistades políticas muy fuertes. Por eso no puede ser monedita de oro para muchos, pero por eso mismo es un tesoro para muchos otros.
Las críticas que se le hacen tienen algunos tufillos de envidia y otros los de buscarle cinco patas al gato. Como decir que utilizó el periodismo en beneficio propio cuando justamente su renuncia a la revista Semana es para no hacerlo. Ella era la directora de un medio que no podía parar de hacer lo que sabe hacer y lo que había que hacer. Denunciar y hurgar hasta encontrar la verdad oculta. Eso la catapultó con sus nuevos y mejores seguidores políticos porque le ven el perrenque necesario para enfrentar a los corruptos, en particular porque de alguna manera también este es el déficit del actual gobierno.
La corrupción que los colombianos hubieran querido meter en cintura cuando votaron por el ingeniero Rodolfo Hernández y le pusieron mas de 10 millones de votos, pisándole los talones al candidato de la izquierda. La lucha contra la corrupción está hoy mas vigente que nunca y eso le abrió la puerta política a Vicky.
La principal acusación que le hacen a su ejercicio periodístico es haber convertido a la revista Semana en un “pasquín de derecha” porque lo que ya está claro es que Vicky no es de izquierda. Y justamente quienes califican a Semana y descalifican a Vicky son quienes estaban muy felices cuando reinaba la izquierda en la revista bajo el mando de Alejandro Santos, el hijo de Enrique Santos Calderón, el autor intelectual del acuerdo de paz con las FARC que adelantó contra la voluntad del pueblo expresada en un plebiscito, el tío del director de Semana, el entonces presidente Juan Manuel Santos.
Eran épocas en donde algunos veían a Semana como un pasquín de izquierda y casi todos sus columnistas eran cercanos a la visión del mundo que llevó por primera vez a esta corriente al poder en cabeza de un antiguo militante del grupo guerrillero M19.
Por estas mismas razones, Vicky no la tiene fácil. Las bodegas que han acompañado al presidente Gustavo Petro, incluso desde antes de su elección, desatarán su furia guanumensca contra la candidata en ciernes con la aspiración de dejarla tendida en la lona en las primeras de cambio. Las calumnias y las tergiversaciones madrugarán a “banderillar” a la candidata con la ayuda de los trinos de Petro y las puyas de Claudia López, quienes ven pasos de animal grande en la audaz reportera, la valiente periodista, la aguerrida directora y la simpática presentadora.
Y están en mora las otras candidatas ubicadas en la otra orilla del gobierno como María Fernanda Cabal y Paloma Valencia para darle con gallardía la bienvenida a la arena a quien se perfila como un hueso duro de roer en materia de aspiraciones presidenciales por la vía derecha.
Vicky lo venía pensando y no estaba obligada a decidir sino cuando estuviera firmemente convencida. Y pensar en dar un nuevo paso no implicaba que tuviera que abandonar el barco mientras lo pensaba. Ella y su ética profesional la obligaban a estar al pie del cañón hasta el último día. Y denunciar los actos de corrupción y las malas prácticas no podía suspenderlo por el prurito de que podía ser interpretado como en favor de su causa, si aún no tenía claro que iba a ser su causa.
Pero Vicky se ha venido preparando porque es seria en lo que se mete y por eso no la tienen fácil sus contendores. Ella ya ha salido con propuestas económicas y tributarias que parecen tomadas del pensamiento libertario que personifica Javier Milei en Argentina. Vicky defiende la libre empresa y prefiere achicar el Estado y eliminar burocracias y subsidios. Considera que debe haber mano dura contra la delincuencia y no ve con buenos ojos la demagogia sobre la paz y el populismo de izquierda en lo social. Puede ser la outsider libertaria que muchos quieren hoy en Colombia.