Estamos muy pendientes de la decisión que tomen Fico y Petro sobre quiénes serán las personas que los acompañen como candidatos a la Vicepresidencia, por la sencilla razón de que la una o la otra será quien llegue, efectivamente, a ser vicepresidente.
Tendría que ocurrir algo absolutamente imprevisto o inaudito como para que la elección presidencial se decida por fuera de estos dos nombres. Esta es la primera gran claridad que quedó de los resultados del 13 de marzo.
Y estamos muy pendientes por razones que van mucho más allá de resolver la incógnita particular de los nombres de las personas escogidas, sobre si se llaman Fulano o Zutano. No.
Lo estamos porque en dicha decisión podremos leer bastante del carácter y del criterio político de Fico y de Petro. De su escogencia de las candidaturas vicepresidenciales podremos derivar, en buena medida, el grado de seriedad que orienta sus decisiones.
—Sí, del grado de seriedad.
Tal vez, uno de los síntomas más claros del deterioro del criterio político se observa en la especulación sobre las motivaciones que deben llevar a los candidatos a escoger a sus “fórmulas” vicepresidenciales.
Para empezar, porque hablamos de “fórmula”.
De las siete acepciones que establece el diccionario de la Real Academia, la que más se adaptaría a esta aplicación es: “Expresión concreta de una avenencia o transacción entre diversos pareceres, partidos o grupos”. Y da la casualidad de que es el significado que menos debiera aplicársele a la escogencia del vicepresidente.
En estricto sentido institucional y de responsabilidad con el electorado, el candidato a vicepresidente no debiera ser el resultado de ninguna “avenencia o transacción entre diversos pareceres, partidos o grupos” sino la garantía moral y política de quién pueda darle cumplimiento a los postulados por los cuales fue elegido el presidente.
Basta tener presente que la razón de ser fundamental del cargo de vicepresidente es reemplazar al presidente. Temporal o definitivamente. Palabras más, palabras menos, el constituyente partió de la base de que nadie, por joven que sea, está libre de enfermar o de morir (por ejemplo).
Independientemente de que haya habido presidentes que nunca voltearon a mirar a su vicepresidente o que haya habido vicepresidentes destacados y con peso específico propio, como Vargas Lleras, no puede distraernos del hecho categórico de que el vicepresidente puede terminar siendo el presidente.
Luego escoger al vicepresidente es muy muy importante.
—Con eso no se debe jugar.
Es preocupante la forma como se especula y se juega mucho con esta decisión. Empezando, porque pareciera que los estrategas y los publicistas de las campañas tienen demasiada influencia.
-—Como si escoger al vicepresidente fuera un tema de marketing.
Escoger al vicepresidente no es asunto del marketing. Es algo mucho más profundo.
—Es cuestión de responsabilidad y compromiso con el país que lo eligió.
Es tan absurdo lo que ocurre, que ahora el cuento consiste en que si el candidato es blanco, su vicepresidente debe ser afrodescediente o indígena, que si es hombre, entonces su vice tiene que ser mujer o “X” o todo lo contrario, que si es paisa, entonces el otro debe ser costeño o marciano, que si es alta, la otra debe ser bajita.
—Lo único que no dicen es que si el uno debe ser digno y capaz, el otro también debe serlo.
Es como si se tratara de que el candidato a la vicepresidencia les trajera a la “fórmula” todo lo que no son.
—Cuando lo que la Constitución les dice es que deben traer a alguien que sea lo más parecido posible al presidente.
—¿No ven que se trata, precisamente, de que los reemplacen y no de que los falsifiquen?
¡¡Seriedad, por favor!!