El pasado 26 de mayo, con el boato que le ha caracterizado en todo su mandato, el presidente Iván Duque asistió a la entrega de los primeros veinte kilómetros del proyecto “Vive Colombia: Vías Verdes” entre Facatativá y El Corzo.
Dicho proyecto pretende “reactivar” las vías férreas del país enterrándolas bajo una capa de arena y asfalto, proyectándolas como ciclorrutas para el disfrute sabatino de algunos pocos arriesgados. Corredores inservibles por vías abandonadas: todo un despropósito.
Quizá lo más escandaloso de esta nueva perla del gobierno de Iván Duque y de su Ministra de Transporte no sean los meses de retraso que llevan las obras de estos escasos cincuenta kilómetros -que debía entregarse a finales de 2021-, sino el costo promedio de cada uno de ellos.
Si tomamos los 23.000 millones que costó la obra -sin interventoría- y lo dividimos por 50, tendremos que cada kilómetro le costó al estado 460 millones de pesos, una cifra altísima teniendo en cuenta que lo que se hizo fue enterrar la vía del tren con recebo, y ponerle encima una fina capa de asfalto que seguramente no durará mucho.
El uso que supone la vía es de tránsito de bicicletas y personas: un corredor por el que se podrá practicar ejercicio o simplemente disfrutar el paisaje.
No obstante, la vía cuenta con un ancho paupérrimo y la práctica de cualquier deporte se hace una odisea. Pero seamos optimistas, supongamos que la vía -de más o menos un metro de ancho- logre juntar un flujo de bicicletas de ida y uno de vuelta, sin contar las personas que van a pie.
Su principal obstáculo no será entonces lo difícil del terreno, sino la inseguridad con la que se tendrán que ver todos aquellos que quieran el recorrido, pues después de terminadas las obras, la vía volverá a tener la poca presencia del estado que ha tenido desde su abandono.
Hasta el momento, el proyecto piloto no cuenta con un acompañamiento de la policía, y si es muy común que se presenten atracos en ciclorrutas transitadas -como en las de Bogotá o Soacha-, lo que pasará en esta nueva vía es apenas predecible: muchos robos y ojalá pocas tragedias.
Seamos de nuevo optimistas y vivamos el país en el que Iván Duque vive. Supongamos que podemos utilizar la vía en nuestra bicicleta con normalidad y que en el trayecto el único peligro que tengamos es que se acabe el suministro de agua. Presumamos además que vamos con nuestra familia y grupo de amigos, pues seguramente el recorrido normal desde Mosquera hasta Mondoñedo se deshabilitará.
Aún en ese mundo de total felicidad, el costo de la vía sigue siendo excesivo, no por la cantidad de dinero gastada en cada kilómetro, sino por las oportunidades de desarrollo que se pierden en las capas de recebo y pavimento. Dejar de utilizar la vía del tren para su fin original es una patada misma a las posibilidades de crecimiento económico en la región central.
Hoy nadie duda que las vías férreas, su funcionamiento y ampliación son el sinónimo del crecimiento económico.
En ningún país del “primer mundo” se han dejado de considerar como una opción para el transporte de carga y pasajeros, constituyéndose como el eje con el cual, desde el siglo XIX se movilizaron la mano de obra y las mercancías dentro del funcionamiento normal del sistema capitalista.
Como es costumbre en la Colombia de los últimos treinta años, se obra en contra del mismo desarrollo, sepultando la vital conexión entre productores, consumidores y mano de obra.
Es claro que rehabilitar la vía para lo que fue diseñada hubiese costado mucho más. Sin embargo, tendríamos un importante eje vial que descongestionaría la carga pesada de la vía Girardot-Bogotá.
Además, podría ser el principal eje para que los productos del altiplano bajasen hacia el Río Magdalena -y por esa vía hacia el exterior, como hicimos hasta mediados del siglo XX-, o la principal arteria por la que se nutriera el mercado bogotano de los productos cultivados en el Magdalena medio.
Pero estoy imaginando mucho, porque al parecer a este gobierno ni siquiera le interesa el desarrollo capitalista; están muy bien con las rentas extractivistas, siempre y cuando se creen vías inseguras que nadie utilizará por su poca practicidad y su elevada inseguridad.
El tramo entre Facatativá y La Mesa es sólo el principio del proyecto.
INVIAS tiene en mente otros 374 kilómetros de Vías Verdes. Estas, al parecer, sólo servirán a una empobrecida clase media que mirará con desdén cómo la delincuencia local le roba la bicicleta, mientras que al mismo tiempo ve sepultada la posibilidad real de conexiones rápidas, baratas y masivas. Un crecimiento de la inseguridad a costa de la productividad regional: todo un visionario este desgobierno.