Colombia es un país lleno de maravillas naturales, paisajes espectaculares, sitios mágicos y llenos de misterio escondidos en los lugares más recónditos que valen la pena visitar pese a que a menudo llegar a ellos se pueda considerar una aventura extraordinaria dado el alto nivel de abandono que sufren nuestras regiones, las precarias vías de penetración y las extensas zonas de pobreza extrema que padecen los habitantes que hacen que el vivir en ellas se puedan convertir en historias épicas que merecen ser contadas.
Regiones como la Amazonia, la Serranía de la Macarena, Caño Cristales, el Desierto de la Tatacoa, los nevados, paramos y valles, escarpadas montañas, playas maravillosas escondidas en los dos océanos que nos regaló la naturaleza, son ejemplos de lo mucho que tenemos pero que a menudo no sabemos apreciar. Hoy les narraré un viaje que realicé a la Alta Guajira, una región mágica y de ensueño, rodeada de un desierto que cocina la carne viva y azota la vista pero que no permite desfallecer.
Los invito por la tanto en estas líneas a vivir un mundo mágico, difícil, pero lleno de color y de aventura, una visita mágica y épica a la Alta Guajira Colombiana.
CABO DE LA VELA
La llegada al Cabo de la Vela se puede considerar como de fácil acceso en verano, el trayecto dura cerca de dos horas y media y está a una distancia desde Riohacha de 156 km aproximadamente, teniendo en cuenta que se usa la carretera pavimentada que va de Riohacha hasta 4 Vías (vía Maicao), y de allí hasta Uribía, donde se puede tanquear el vehículo. De allí se toma la vía privada del Cerrejón que se encuentra a nivel de terraplén que lleva a Puerto Bolívar, y a la cual le hacen mantenimiento rutinario. Para acceder al Cabo de la Vela hay varios puntos de desvió, el mejor es tomando las salinetas de Calancala, un terreno extremadamente plano de casi dos kilómetros de ancho y con un trayecto de cerca de 21 kilómetros (solo en verano) en el cual pareciera que se puede volar.
En el cabo hay muchos hostales para todos los gustos y precios. Puedes dormir en habitaciones o en chinchorros, disfrutar de variados platos de mar que van desde el pargo rojo, la sierra, mojarras o lebranches, arroz de camarón, langostinos, o disfrutar de una deliciosa langosta a precios que dan ganas de reír por lo bajos.
Vale la pena madrugar e ir a ver el amanecer, ver nacer el sol que en forma perezosa comienza a iluminar el firmamento espantando las frías noches del cabo, rodeado de una fina bruma que va desvelando poco a poco el horizonte lejano, o ver los atardeceres de vivos colores naranjas. Observar como el sol se sumerge y lucha impúdico con el océano en una mezcla de agua y fuego.
En la noche, se pueden recostar en la playa a ver las miles estrellas del firmamento, vedadas en las ciudades de un cielo casi siempre limpio de nubes, bajo una luz de luna que deja ver hasta el horizonte lejano y que invita a soñar.
En el día se puede visitar El Faro, el Ojo de Agua, el Pilón de Azúcar, recorrer los acantilados donde el mar pareciera que quisiera romperse el alma contra las rocas.
El Cabo de la Verla es un sitio sagrado para los Wayuu, es un lugar sobrehumano, integrado por los espíritus de los wayúu, los cuales se manifiestan a sus familiares de carne y sangre a través de los sueños durante el tiempo intermedio antes de llegar al descanso final en Jepirra.
Cuando un wayúu muere no lo hace para siempre. Pasa a un segundo “estado de vida” en el cual se manifestará su aa’in (alma) a través de los sueños (lapü) de sus parientes maternos (apüshi) y paternos (oupayu) más cercanos.
El Cabo de la Vela es el lugar de transito de estas almas al otro mundo, es un sitio de descanso llamado Jepirra, un lugar intermedio entre el mar, el cielo y la tierra muy cercana al Cabo.
Para los que gustan de deportes extremos, hay tres escuelas de Kite-Surf y se puede adquirir a precios justos las hermosas artesanías llenas de color y símbolos de los wayuus, mantas y bolsos tejidos o los maravillosos chinchorros que invitan a descansar.
PUNTA GALLINAS – BAHÍA HONDITA
A 116 kilómetros del Cabo de la Vela, la llegada a Punta Gallina y Bahía Hondita dura aproximadamente 3 horas en verano, en atención a que se toma como ruta parte de las salinetas que bordean Bahía Portete y Bahía Honda (hoy Parque Nacional Natural) con una extensión media de 40 km de largo y más de 3 km de ancho aproximadamente. La vía se puede considerar muy regular hasta la ranchería llamada Pusheo y Paraíso, pero al tomar el desvió hacia Punta Gallina pasando por las Dunas de Taroa la vía se puede catalogar de alta dificultad, el camino es un trazado irregular que se pierde fácilmente con el paisaje.
En en el camino se puede llegar a Bahía Portete, antiguo puerto del contrabando cantado por los juglares del vallenato, hoy abandonado luego de una masacre de indígenas realizadas por el paramilitarismo que buscaban el control de la zona, (hoy espantado de la región) que nos recuerda que La Guajira no ha sido ajena al flagelo que azota al país, pero que hoy día es un remanso de paz con edificaciones sin techo ni puertas.
El turismo hacia este lugar se puede catalogar como difícil y de aventura pero vale la pena dado que los paisajes y escenarios naturales de esta región son espectaculares y únicos en el mundo.
Entre los escenarios que vale la pena resaltar en Puntas Gallinas y Bahía Hondita están tres hostales a orillas de los acantilados que miran insolentes hacia la bahía, de vivos colores naranja, rodeados de manglares verdes, que contrastan con un cielo azul puro y el verde del mar de la bahía y con una abundancia de aves tipo gaviotas, pelicanos, fragatas y alcatraces.
La visita a las Dunas de Taroa es como la obligación de ir a misa los domingos para los cristianos, no hacerlo es no haber ido a La Guajira, es mágica, sus arenas color rosa y naranjas, de formas serpenteantes y altaneras, pareciera como si Dios hubiera tocado el lugar con el dedo y dejado impresa su huella dactilar en el suelo. Caminar por las dunas dejando tus huellas a sabiendas que en una hora o menos el viento las habrá borrado, es un proceso muy espiritual, nos recuerda lo efímeros que somos en esta vida y que si queremos dejar huella en este mundo debemos hacer cosas más grandes que solo vivir.
Se debe visitar Punta Gallina, el extremo de tierra más al norte de sur américa, y sentir que allí nace el mundo, que es la puerta de entrada del continente, que más allá hacia el océano lejano e imponente no hay nada, y que hacia atrás esta todos los demás, por lo tanto, puedes sentir por un instante que estas parado en la cabeza del mundo, una sensación indescriptible.
También se puede visitar Punta Aguja, el Mirado de Kasares, en ciertas épocas y acompañados por biólogos marinos que viven en la zona se puede observar el desove de tortugas marinas y en la época de eclosión (agosto –octubre), acompañar a las tortugas recién nacidas en su camino al mar.
Como en el Cabo de la Vela, en esta zona no se puede perder el amanecer y el atardecer, no vale la pena pasar un solo día, sino dos o tres, porque se requiere tiempo para entender este pequeño paraíso y compenetrarse totalmente con él.
Igual que en el Cabo, se puede degustar una gran variedad de platos de mar, y por supuesto, la económica langosta.
En Bahía Hondita solo hay tres hostales, dos con mayor desarrollo de infraestructura, con hospedaje en habitaciones o chinchorros, y uno más pequeño de tipo más familiar.
NAZARETH
Nazareth se encuentra localizado en la Serranía de la Macuira, región que encierra un ecosistema único conformado por cadenas montañosas cuyos puntos más altos llegan a los 800 metros sobre el nivel del mar. Su vegetación es de tipo Bsque Enano de Niebla, el cual captura la humedad de los vientos que llegan del océano Atlántico o del Golfo de Maracaibo y lo convierte en la mágica agua que surca en forma permanente cientos de arroyos que no se secan nunca. En este sentido, la Macuira es un Oasis en medio del desierto con grandes potencialidades, y con un Parque Nacional Natural protegido por el Estado.
Para llegar allí desde Bahía Hondita se debe recorrer cerca de 90 kilómetros por trochas sin ningún tipo de señalización, por lo tanto se depende del conocimiento de la región que tiene los conductores de los vehículos que prestan sus servicios a los operadores de turismo.
Si se suma a la distancia que se recorre para llegar al Cabo de la Vela desde Riohacha y de allí a Bahía Hondita, se puede decir que Nazaret está a aproximadamente a 362 km de distancia de Riohacha.
En todo el recorrido desde Uribía hacia la Alta Guajira no hay talleres mecánicos y monta llantas, razón por la cual los vehículos que viajan a la zona deben estar en muy buenas condiciones tecno mecánicos. En gran parte del recorrido hay señal de telefonía celular de la Empresa Comcel.
En Nazareth solo hay cinco empresarios del turismo, siendo uno ellos un hospedaje más para trabajadores que para turistas.
Hay un Hostal muy desarrollado y único en la región con 24 habitaciones con dos camas cada una y un kiosco con capacidad para 100 chinchorros, dos piscinas, restaurante y un buen nivel de confort llamado Mulamana.
En sus alrededores se respira la cultura wayuu, es la única zona donde los actores manifestaron estar desarrollando acciones para promover la cultura de la región, sin embargo aún les falta mucho para desarrollar este producto que tiene una alta proyección y potencialidad.
De las tres regiones visitadas es la única que cuenta con guías cualificados, para el ingreso al Parque Natural de la Macuira es obligatorio ir con Guía que se paga directamente, pero que han sido formados por el Parque Natural.
La gran potencialidad de Nazaret es el Ecoturismo y el Turismo Étnico.
La Macuira tiene muchos atractivos, pero recorrerlos requiere tiempo, y muchas veces los operadores no les dan la oportunidad a los turistas de visitarlos, visitar estos tres puntos requieren mínimo de seis días.
El regreso de Nazareth hasta Uribía toma aproximadamente 5 horas en verano dado que no se ingresó a Bahía Hondita ni al Cabo de la Vela, en invierno este trayecto puede durar hasta dos días seguidos debido a los arroyos de estación y a que las vías se vuelven intransitables.
El camino son puras trochas, pero a cada vez que avanzas en el camino el paisaje cambia, zonas llenas de trupillo o de cardones, arena y desierto por todas partes, espacios planos de solo piedra o arena, ese es el mundo del Wayuu, si lo vistas, aprenderás a quererlos, y entenderes que La Guajira es única y requiere del apoyo de todos.
@mauricioadmpub