Se nos fue el gran maestro y el amigo de sus amigos. Dicken Castro fue un determinado hombre que desde muy joven cambió su identidad y su nombre; su padre, un médico respetuoso en Medellín, lo llevó a una notaría y, su nombre se hizo símbolo.
Su mundo entero nos evoca una creación caleidoscópica. La forma verbo y el verbo de la forma en constante transformación. Un hombre que, con una mujer como Lía Jaramillo hicieron del mundo un proyecto conjunto.
Dicken Castro reunió ideas de un renacentista humanista del siglo XX. Arquitecto pionero, estudió la guadua como argumento arquitectónico, diseñador gráfico, dibujante, fotógrafo, pintor, arqueólogo social, coleccionista. Siempre despierto a cualquier idea que lo sorprendiera porque su sensibilidad lo llevaba a todas las partes del mundo.
En su pensamiento entra lo moderno racional hasta las incógnitas de las civilizaciones precolombinas. Por ejemplo, observaba y reutilizaba la impresión de un rodillo quimbaya mientras pensaba en la modernidad su ritmo, indagaba sobre la sabiduría de los empaques mientras se entretenía en cómo se vende un producto. Como arquitecto fue un estudioso pionero de la guadua mientras estudiaba las construcciones populares que se desarrollaban alrededor del rio Otún porque le interesaba la liviandad y flexibilidad de un material útil en la construcción popular.
Investigador de las fachadas de casas homogéneas porque en ella, cada dueño realiza la demarcación de su identidad. Aplicado en la plaza de mercado, como lugares donde se conoce una cultura y las interacciones racionales y monetarias de las sociedades. Igualmente fue investigador de las representaciones de los buses. Cada uno tiene y pita su propia historia.
En sus trabajos importan varios elementos: la transparencia, la articulación geométrica en donde integra sus grandes temas: lo social y lo ecológico, el hombre y el paisaje. La necesidad del ritual, la mecánica natural expresión del individuo anónimo como forma de contrarrestar la gravedad de una cultura homogenizada, la conciencia del “YO” como antídoto a la soledad cibernética.
Y, en este tramado de ideas, Dicken Castro conjugó sus influencias, la teoría del color de Josef Albers en Homenajes al Cuadrado y el estudio sobre la Interacción del Color. Como arquitecto, construye espacios donde integra a su lenguaje el pensamiento racional de Le Corbusier, la autonomía de Rietveld con la funcionalidad de Van der Rohe con el vocabulario de Alvar Alto. De Frank Loyd Wrhite le aplica una doble función a la arquitectura de exteriores con el diseño interior, posición que busca la armonía perfecta.
Dicken Castro fue el primer diseñador gráfico que creyó en su profesión, cuando en 1960 fundó la primera oficina de arquitectura y diseño. Su proyecto resume símbolos e imágenes corporativas que sintetizan ideas. En el diseño de sus símbolos encontramos el realizado para el Congreso Eucarístico, donde esquemáticos peces rojos representan a los primeros cristianos undergrown. O la síntesis de las seis flechas interactivas -en negro y amarillo- que son símbolo de la unión de cooperación, integración de una caja de compensación familiar.
Fue un hombre amable. Nunca compitió porque adoraba su trabajo múltiple. Fue siempre un deportista infalible. Fue maestro de todos porque su generosidad fue siempre un legado cotidiano. Fue un amigo y un gran ser humano. Lo extrañamos desde ya, y hasta siempre.
Publicada originalmente el 6 de diciembre de 201631