Sí, lo vi, lo oi en Google y no podía darle crédito. Era un discurso exaltando al filósofo (?) Karl Marx y al resultado de una revolución que, según él, debe marcar el destino de los pueblos. Era un foro de gente pensante y era un discurso abiertamente de política activa y participante. Mejor dicho, proselitista.
Y ¿quien hablaba? Nada menos que el señor Gustavo Petro, presidente de la república, quien tiene prohibido constitucionalmente -él como todos los empleados públicos- intervenir en política -Art. 177 C.N.- y hacer proselitismo en favor del grupo o partido a que pertenece.
Sin inhibición alguna, abiertamente, entraba como una estrategia a fortalecer a su partido, unificando movimientos sueltos. Hablaba de encuestas privadas en las que él ganaba; y del fervor del pueblo que lo sigue. Porque los otros, los contrarios -también decía-, son la extrema derecha fascista.
Este personaje cree en su palabra de profeta y le sale el discurso que lo eleva a alturas providenciales aunque contradictorias a veces, con el don de la oratoria que Dios le dio. ¡Bendito sea Dios!
Bueno, la gran verdad es que Petro está en campaña y se siente un iluminado. Predestinado además, como se sentía un personaje llamado Mahoma. Nunca ha dejado de estar en la predestinación. Y ¿qué hace y qué dice? Lo mismo de los profetas iluminados. Desde que era el joven revolucionario que llevaba armas encima y que había dejado el estudio y las buenas costumbres y se vanagloriaba de las expectativas revolucionarias marxistas.
Sí, hay testimonios cercanos -Benedetti por ejemplo e Ingrid Betancour- que lo muestran próximo a las drogas “espirituales” que parece que aun usa y se desaparece. Gustos raros como el de Panamá, no obstante tener una mujer atractiva y sensual, que danza y brinca. Y gasta.
Y el dinero, bueno o malo, lo sigue en campaña sin límites de leyes, como lo ha dicho su propio hijo Nicolás y el proveedor Benedetti, hoy favorecido por el propio Petro, sin que importe un bledo que golpee a su esposa y rompa sus vestidos. El silencio de éste vale un puesto más en la diplomacia, que nada le cuesta a ese presidente predestinado.
Reconoce ser culpable por haber nombrado en un nido de dinero flotante a varios personajes de sus afectos: Olmedo López y Sneyder Pinilla, director y subdirector de la UNGRD y a Sandra Ortiz, Consejera presidencial para las Regiones, para que recibieran la rosa de los vientos cargada de dinero con unos carrotanques inservibles, pero en lo cual nadaron los millones y millones. Y compraron además votos claves del Congreso. ¡Maldición!
Ah, pero es que él es un predestinado y su destino está marcado por los ángeles. Pareciera que todo esto y los desastres económicos poco importan para él.
Tampoco importa que las revoluciones bolcheviques o las de nuevo cuño como la cubana, nicaragüense y venezolana, se hayan convertido en el ultraje a los derechos humanos y a la democracia. Eso, para él, no tiene importancia, ni tampoco que se tenga que recurrir a la mentira y al atropello y al crimen. Porque también lo dijo Marx, la violencia es la gran partera de la historia.
No puedo menos que recordar que -yo estaba de embajador en Polonia-, cuando el papa Juan Pablo II visitó esa patria, Lech Walensa le dijo: “Santidad, ¿qué debemos hacer para tumbar el comunismo?” Y el papa polaco contestó con sabiduría: “Mi querido Lech, funda un sindicato”. Lo fundó, Solidaridad se llamó, en esa que bien podría llamarse la patria del sindicalismo. Y fue precisamente por ese sindicato que se cayó todo el comunismo y la revolución marxista. Incluso en Rusia.