En una tarde del 2008 Cristian Castro le dio cuatro bofetadas y agarró del pelo hasta arrastrarla por el suelo a su mamá. Estaban en la casa de la actriz en Ciudad de México y el escándalo fue tal que irrumpió la policía ante el escándalo. El origen de la pelea fue el matrimonio que había tenido el cantante con Valeria Liberman, la abogada argentina a la que la Diva mexicana despreció por su religió judía.
Verónica ha vivido como ha querido. Ganadora del Emmy en el 2005, el premio más importante de la T.V mundial, su fama se extendió a más de 100 países después de su actuación en clásicos de la televisión mexicana como Los Ricos también lloran o El derecho de nacer. En junio de 1992 5.000 moscovitas la esperaban en el aeropuerto llevando afiches de ella en la mano. Cuando aterrizó causó desmayos, aglomeraciones, histerias. En el camino al Kremlin, en donde el entonces presidente de Rusia Boris Yeltsin la esperaba para conmemorarla, veía en las esquinas a rusos reunidos en torno a su rostro, considerado el más bello de México por encima del de María Félix o Dolores del Río.
Cantó, presentó, fue recibida por presidentes y amada por principies y por nuestras mamás en los años ochenta. Era chaparrita, carismática y hermosa y resultó teniendo uno de los programas de entrevistas más vistos y divertidos del continente, todos crecimos con Iveroamérica y con su desparpajo. Nadie sabía que penas ocultaba una de las mujeres más deseadas del mundo. Tenía veinte años cuando en Operación Jaja se enamoró del Loco Valdés, el menor de la dinastía de cómicos que conformaron Tin-Tan y Ramón Valdés. Le llevaba 22 años a la joven diva pero, en el embarazo, le dio la espalda. Cuando su compañero, el cómico Chábelo, se enteró que estaba embarazada le gritó: “Eres una pendeja”. Para tener al niño tuvo que vender su auto para pagar la operación y sin dudarlo se lavó su despecho poniéndole a su hijo, Cristian, su apellido, Castro.
Verónica lo desafió todo. En los años setenta desató la furia de Emilio Azcárraga, el hombre más poderoso de la televisión latinoamericana cuando lideró una campaña televisiva en donde defendía el derecho de la mujer de darle el pecho públicamente a sus hijos. Igual nada la tumbó, ni siquiera que el actor argentino Jorge Martínez, de quien se enamoró perdidamente en Buenos Aires, hubiera intentado usarla para llegar a México. Durante tres meses, el tiempo que duró la relación, se aprovechó de ella, le sacó plata y le mintió sobre su verdad: el hombre era casado y ella no lo sabía. Soportó el despecho de otro argentino, Hugo López, el hombre que liberó a Luis Miguel de su padre despiadado, quien la hizo pasar hambre y la desacreditó en Buenos Aires sólo porque no accedió a sus deseos.
Sin embargo el hombre con el que ha tenido los peores conflictos ha sido con su hijo Cristian. Las peleas se han sucedido una a una. Verónica ha interrumpido entrevistas del cantante en donde se explaya hablando mal de ella y lo ha puesto en su lugar públicamente. Sin embargo hay lazos que no se rompen. Cuando hace diez años la actriz estuvo a punto de morir después de que el helicóptero donde viajaba se desplomara saliendo de Ciudad de México, Cristian creyó lo peor y cuando la encontró sana y salva lloró de felicidad.
Ahora el mundo está al revés. La mujer que alimentó las lágrimas de nuestras mamás se ha reencauchado. Ahora es la reina de los millenials en una de las pocas televisión que ven, Netflix. Su papel de Viriginia de la Mora le llegó gracias a Manuel Caro, uno de los amigos de su hijo Michel, quien una vez, después de hacer una obra de teatro, le preguntó si quería volver a la televisión. “Me estás ofrenciendo chamba manuelito” Le preguntó la diva a un muchacho que se había criado en el jardín de su casa, jugando a ser director de cine. Si, el papel era simple: una madre abnegada por sus hijos que vendía flores. Mejor no podía ser.
Verónica volvió diez años después a protagonizar una telenovela. A medida que las grabaciones avanzaban se dio cuenta que Virginia de la Mora tenía tendencias que sus antiguos fans habrían detestado: fumaba y vendía marihuana, por despecho era capaz de mandar a la cárcel a su esposo y ponerle los cuernos a placer. La casa de las flores es la serie del momento en Netflix. En Colombia su efecto ha sido demoledor y su personaje ha sido adorado por muchachos que podrían ser sus nietos. Veronica Castro a sus 66 años ha renacido de nuevo, su éxito se ha disparado y ha alertado a sus fans con una pésima noticia: No regresará a la Casa de las Flores en una segunda temporada. Por ahora quiere disfrutar de su triunfo y recuperar el amor de su hombre más esquivo: su hijo Cristian Castro.