Tiene un vestido verde marino. Deambula en el escenario junto a Santiago Alarcón, el esposo en la vida real de Chichilla Navia, su amiga de toda la vida, la misma que empezó a actuar con ella en Oki Doki. El teatro Fanny Mickey está a reventar. Se estrena Nerium Park, el triller dirigido por Corina Fiorillo. En persona Veronica Orozco es todavía más sexy que en la pantalla. Con el pelo recogido, recatada, es todavía más provocativa que cuando hizo un pool dance en Soñar no cuesta nada, la película de su amigo Rodrigo Triana. Aunque Santiago Alarcón después de encarnar a Jaime Garzón es el actor más popular de Colombia, todas las miradas en el escenario se fijaban en esa mujer hermosa, inmune a los años.
Nos empezamos a enamorar de ella en Francisco el matemático. Era 1999 y su hermana mayor, Ana María, se tomaba el mundo con su interpretación de Beatriz Pinzón Solano. Sin embargo a muchos veinteañeros de la época nos gustaba más esa sensualidad que destilaba su personaje. Hija de Luis Fernando Orozco, el legendario actor de televisión y teatro, le leía en voz alta la teoría dramatúrgica de Peter Brook y las obras del teatro pobre de Grotowsky. Cuando era niña su juego preferido era mirarse al espejo y jugar que lloraba. La única realidad que aceptó era el universo que se extendía en su cabeza, en su imaginación.
Empieza la obra en el teatro Fanny Mickey y Verónica se mueve con la precisión de una bailarina. Actuar no es recitar textos con una voz clara, actuación es movimiento y nadie como ella para hacerlo. Es sexy porque es precisa. Es hermosa porque es perfecta. Hasta hace unos años su consejero de cabecera era su papá. Ahora, en el grupo de wasap que tiene con sus dos hermanas, Ana María y Juliana, todas las decisiones las consulta con la primera. Ana María es su guía total. Uno de sus concejos más recurrentes es seguir su intuición a la hora de actuar. Cada vez que pueden se juntan las tres hermanas a quienes estar desperdigadas por el mundo no les impide estar en contacto todos los días.
Yo alcancé a escucharle a irresponsables, que Ana María Orozco, a sus 39 años, estaba acabada. No saben nada. No sólo sigue siendo la chica rebelde de la televisión sino que demuestra su talento en el teatro, la pasión que le inculcó su papá. Lleva el pelo recogido en una maña, piernas largas acentuados por unos zapatos de tacón. En la obra es la jefe de recursos humanos que acaba de pasarse con su marido a un exclusivo conjunto cerrado en las afueras de la ciudad a donde no se mudará nadie. La soledad empieza a traer la amargura y los fantasmas. Lo que era felicidad se convirtió en amargura absoluta. Verónica conmueve y demuestra que es mucho más que una de las mujeres más deseadas del país.
Ha hecho lo que ha querido. Cuando estaba en la cima de su popularidad se casó con Martin de Francisco. El chico malo de la tele se convirtió en uno de los hombres más envidados del país. El matrimonio duró tres años, del 2008 al 2011. En ese periodo soltó su canción más popular, Las bragas, que levantó una polvareda en este país de santurrones en donde fue señalada de lesbiana como si esto fuera un defecto.
Duró poco tiempo soltera hasta que apareció lo que ella llama “El dueño de mi corazón” parodiando la canción lenta de Ismael Rivera. Él es Juan Sebastián Restrepo, el hombre con el que anda desde el 2012, el papá de su hija Violeta. Al contrario de ella, que es disparata, hiperkinética, Juan Sebastian es tranquilo, sosegado, su polo a tierra. De él poco se sabe. Es terapeuta, dictaba un taller en Medellín, ella vivía en Bogotá pero la distancia no fue óbice para su amor. Esta es una de las pocas fotos que ha publicado de su nuevo amor.
Ella termina la obra con un monólogo demoledor. Hay pánico, casi que terror y desolación entre el público. De pie aplauden. Santago y ella salen una y otra vez. Está divina, perfecta. El tiempo no le hace mella a nuestra chica mala preferida.
