Cabe preguntarse si todos los países serán tan raros como el nuestro. La cantidad de cosas que suceden aquí, son capaces de configurar un universo verdaderamente extraño. Es cierto que en todas partes se cuecen habas, como dicen. Basta con examinar lo que ocurre en Afganistán, país que ocuparon hace 20 años los Estados Unidos, con el propósito de convertir en cenizas el fundamentalismo talibán. Finalmente parece que hubieran ido a fortalecerlo.
Podríamos también echar un vistazo al Perú, inmerso en complicadas agitaciones políticas tras la llegada al gobierno del profesor Pedro Castillo. Una nación que estuvo a punto de ser gobernada de nuevo por el clan Fujimori, y que ha tenido cuatro presidentes en los últimos cuatro años. Para no hablar de Venezuela y su atormentada revolución bolivariana, que tantas esperanzas sembró en América Latina y hoy negocia en México con la oposición algún tipo de solución amistosa.
Haití puede parecernos un caos incomprensible. Paso obligado del tráfico de drogas desde Suramérica, tomado por mafias de todo orden, donde una banda de mercenarios colombianos fue contratada para asesinar a su presidente y efectivamente lo hizo. Hace décadas oímos repetir que es el país más pobre de América, al que además castigan con frecuencia los terremotos y las más violentas tormentas del Caribe.
Sin embargo en Colombia pasan cosas aún más sorprendentes. Los mercenarios que fueron a Haití a asesinar su presidente, son militares colombianos en uso de buen retiro, la élite de las fuerzas especiales formadas en el país. Y son contratados para el crimen, por la empresa que se encarga del monitoreo de los resultados electorales en Colombia. A lo que se añade que el gobierno actual se solidariza con ellos de modo muy curioso.
¿Alguien sabe que los internos de siete pabellones de la Cárcel La Picota de Bogotá, están en huelga de hambre por las pésimas condiciones de los servicios de salud y alimentación que suministra el USPEC? El ministro de Justicia denunció hace dos días que de esa entidad cobran dinero a los contratistas de los servicios, para hacerles los pagos oportunamente o renovarles los contratos. No obstante afirmó que su ministerio es impotente contra esa corrupción.
Paralelamente los médicos que trabajan en sanidad en quince cárceles de Colombia, contratados por la misma entidad, informaron que iniciaron también un paro porque no les pagan sus salarios. Botones de muestra de las crueles violaciones de derechos humanos de los prisioneros en cárceles del país, que contrastan con la preocupación del alto gobierno y la Defensoría del Pueblo, por verificar que sí se respeten las garantías humanitarias y procesales de los mercenarios.
A lo que se suma el interés por mostrar que los sicarios colombianos fueron asaltados en su buena fe, pues se les hizo creer que iban a capturar al presidente y no a matarlo. Tan descabellada versión contrasta hoy con las revelaciones de Noticias Caracol, en las que los propios asesinos del presidente cuentan los pormenores de su plan y la orden expresa que recibieron de matar al presidente y todo lo que hallaran, incluidos policías y mascotas.
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Solo en Colombia se tiene tanto respeto y se le concede tal difusión a los extremos de cinismo exhibidos por un expresidente, como quedó patente tras la entrevista a Álvaro Uribe por parte del padre de Roux
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Solo en Colombia se tiene tanto respeto y se le concede tal difusión a los extremos de cinismo exhibidos por un expresidente, como quedó patente tras la entrevista a Álvaro Uribe por parte del padre de Roux y otros miembros de la Comisión de la Verdad. Medios como Semana han dedicado múltiples espacios a respaldar y justificar lo afirmado por Uribe, quien con interés propio se atrevió a proponer una amnistía general para todos los actores del conflicto.
Hace una década, cuando se hablaba de posibles conversaciones de paz, todos los juristas, y particularmente el fundamentalismo uribista, proclamaba a los cuatro vientos que tras el acogimiento de Colombia a la Corte Penal Internacional, era absolutamente imposible que algún actor violento pudiera ser objeto de una amnistía general, por cuanto los crímenes de guerra y los graves violaciones de derechos humanos excluían definitivamente esa opción.
Por eso mismo fue que en las conversaciones de La Habana se pactó el Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y Garantías de No Repetición, que consagra entre otros mecanismos la JEP, la Comisión de la Verdad y la Comisión de Búsqueda de Desaparecidos. La JEP se encarga de investigar y juzgar los delitos no amnistiables, los más graves mencionados arriba. Así que resulta asombroso que sea precisamente el uribismo quien se oponga de tal modo a ella.
Uribe está aterrado porque existe en Colombia un órgano judicial capaz de investigar y sancionar los crímenes de guerra y de lesa humanidad. Porque lo rondan pisadas de animal grande. Por eso sale ahora a hablar de borrón y cuenta nueva. Contra la legislación internacional e interna, contra la jurisprudencia de todas las Cortes, contra su viejo discurso. Vergüenzas de Colombia y los pobres colombianos.