El verdadero costo de la visita del papa

El verdadero costo de la visita del papa

"El mayor costo probablemente no es económico, es estructural, es retroceder a los estados confesionales, es privilegiar una religión"

Por: Fabián Valdés Torres
septiembre 13, 2017
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El verdadero costo de la visita del papa

La semana pasada era imposible encender un televisor, un radio o revisar el celular sin encontrar un titular o comentario relacionado con la visita del papa Francisco, ahora entramos en la etapa postpapa, que con menos intensidad sigue hablando del tema y de lo que dejó. Pero, ¿qué dejó? Millones de memes, mensajes en Twitter, cadenas en WhatsApp, discursos, vallas, palabras de moda, fotos y más memes. La visita da para muchas lecturas y esta es solo una más.

Los discursos del papa son políticamente correctos, carecen de frases controversiales y se enmarcan en lo esperado por las sociedades modernas. En sus afirmaciones no faltan los principios, como aquellos que se pueden encontrar en libros de distintas religiones, incluyendo la biblia con el personaje de Jesús, que sin entrar en la discusión de su existencia, ha sido investido de magníficas cualidades e increíbles discursos con gran carga moral.

Mensajes de paz, respeto, esperanza, buenas acciones, son bienvenidos en cualquier sociedad sin importar de donde provengan. Son las ideas más trascendentales que su portador, y merecen ser juzgadas por sí mismas. No es válido desde el punto de vista lógico y argumentativo intentar refutarlas con fundamento en las acciones del interlocutor: robar está mal y no es menos cierto porque lo diga un ladrón, lo mismo aplica para el asesinato y demás normas de la vida en comunidad. Así que, aunque la iglesia católica se haya encontrado inmersa en escándalos de pederastia, lavado de dinero, asesinatos y apoyo a dictaduras, las premisas de uno de sus miembros en contra del abuso infantil, la corrupción, la violencia y la represión, no dejan de ser verdaderas.

Más allá de los mensajes explícitos de convivencia, aceptados por la mayoría en términos generales, la visita del papa tiene otras connotaciones; evidencia que sin importar la condición laica del estado colombiano, existen dirigentes dispuestos a torcer los lineamientos para satisfacer sus propósitos. Nada es tan temido y amado a la vez por un político como una aglomeración de personas, las cuales no ve como individuos sino como un botín electoral, y allí yace la explicación del por qué críticos y seguidores del proceso de paz, así como candidatos de cualquier orientación coincidieron en decir que el arribo del obispo de Roma es lo mejor que ha podido ocurrir.

Veintiocho mil millones, al menos, costó la visita. ¿Es mucho o es poco? Como tantas cosas se puede ver de forma relativa, para suavizar el número alguien dice que son alrededor de quinientos pesos por cada habitante, o que no se compara con cifras inmersas en escándalos de corrupción. Desde otra perspectiva esa cantidad de dinero cambiaría la vida de cualquier ciudadano, es un monto que supera con creces el acumulado de la lotería más popular del país, es suficiente para construir al menos una escuela o un centro de salud y representa aproximadamente un cuarto de lo que se reducirá el presupuesto de Colciencias el próximo año. Y aunque existe la premisa que se trata de gastos predestinados para entidades estatales, imposibles de usar en otros menesteres, el mismo vicepresidente cuando afirmó la suma que se destinaría dejó tácito que se trataba de un aporte adicional, y precisó además que se utilizarían para apoyo a las ciudades y gastos de transmisión de televisión.

Para el gobierno la visita del pontífice quizá entra en el rubro de gastos de publicidad, pues fue tal el manejo que se le dio al evento de su parte; una forma de respaldar los acuerdos, combatir la polarización que han ayudado a crear, e ingenuamente, intentar cobijar la imagen del presidente con la altamente positiva del papa Francisco. Los gastos por este concepto no son nuevos, ya en el 2014 se destinaba alrededor de diecinueve mil millones en “publicidad y divulgación” por cuenta del proceso de paz, en el 2016 sólo la campaña del “Sí” tenía un tope cercano a los cuatro mil millones de pesos, tampoco es la primera vez que el gobierno se apoya en “influencers” como se ha mostrado en contratos por acciones en redes sociales.

Bienvenidas las palabras constructivas del papa, cualquier otro líder religioso o laico, toda vez que el estado mantenga su distancia y posición de neutralidad, porque los mensajes de los líderes religiosos no vienen solos sino en una amalgama imposible de separar de las entidades a las que representan. Es responsabilidad del estado garantizar la seguridad en cualquier concentración, por el motivo que sea, sin importar que se trate de una manifestación, un concierto, la visita de una figura pública o una celebración de cualquier índole. La crítica radica en destinar recursos públicos para beneficiar una corriente religiosa en particular. Porque aunque se trata de un jefe de estado, su prolongada visita, muy claramente denominada apostólica, la realiza como representante de la iglesia católica; su vestimenta, alusiones a Jesús, la biblia, beatificaciones, así como la repartición de bendiciones a diestra y siniestra no dejan lugar a dudas.

Pocos medios de comunicación han ahondado en el tema, tal vez porque expresar una postura crítica frente a la visita del máximo jerarca de la iglesia católica resulta una tarea cuanto menos ingrata. Entre los más de cuarenta millones de seguidores que tiene está institución en Colombia no faltan, como en casi todos los grupos, seguidores furibundos apasionados similares a los que cada fin de semana están dispuestos a realizar combates a muerte por la camiseta de un equipo de fútbol. Es un ejercicio que trae consigo el peso de la antipatía. La historia ha mostrado que pensar diferente no es oficio fácil, se puede terminar hostigado como Copérnico o despedazado como Hipatia.

El mayor costo de la visita probablemente no es económico, es estructural, es retroceder a los estados confesionales, es privilegiar una religión dado su poder sobre grandes grupos poblacionales. Ningún ser humano nace matriculado en una fe, es su entorno el que le presenta uno o varios sistemas de creencias. De esta forma es cómo se mantienen la religiones a lo largo del tiempo, a través de la propaganda y el adoctrinamiento infantil, ambos factores que pueden verse muy beneficiados con la proximidad al estado, como ocurrió en Roma cuando siendo el imperio más poderoso de su tiempo adoptó el cristianismo y condenó a la desaparición otros cultos de la época.

El impacto mediático que tuvo la iglesia católica durante la visita del papa fue inconmensurable, cientos de sacerdotes se tomaron los medios de comunicación, un retrato de la virgen fue transportado en helicóptero con transmisión casi minuto a minuto. Millones de niños fueron llevados por sus padres a ver desfiles y misas del “santo padre”, se les sumergió en catolicismo e impregnó con el subtexto de la relaciones divinas, reliquias milagrosas y santos a necesidad.

Está garantizada, al menos por una generación más, la hegemonía del catolicismo en el país, con todos los matices que definen al creyente local, que en más de la mitad de los casos se declara no practicante, en un veinte por ciento admite no leer la biblia, y en otros casos más peculiares piensa que la finalización de ese libro desemboca en la locura. Una nueva línea de feligreses promedio que desconocen el origen y la historia de la iglesia, así como de su libro “sagrado”. Católicos como muchos dicen “a su manera” que escogen selectivamente los elementos que desean tomar de la doctrina, casi siempre conservando las figuras principales de adoración, la utilidad de la liturgia con fines místicos y la abstracción de la iglesia frente a los errores de sus representantes. Y así encontrarán convergencia frente a las críticas de otros grupos, con suerte de forma más argumentativa.

Uno de las frases más divulgadas durante la visita fue: “Si no crees respeta”. Y es algo que para finalizar nos retorna a la diferenciación entre individuos e ideas. El primero merece todo el respeto en su ser, por otra parte las ideas no gozan de ese privilegio y puede ser debatidas, cuestionadas y desvirtuadas. Intentar silenciar la opinión contraria no es otra cosa que fascismo. Los religiosos tienen tanto derecho a profesar su fe e intentar divulgar sus creencias como lo tienen otros grupos de cuestionarlos o simplemente expresar su visión de sociedad. Tiene tanto derecho a opinar el que desea quejarse como el que manifiesta que no le gustan las quejas, eso es respeto y civilización.

Es afortunado que hoy aquel que piensa distinto te escriba un memorial de agravios en redes sociales. Cuán diferente habría sido la historia si hubiesen atacado con toda la furia de las palabras a genios como Giordano Bruno o Galileo Galilei por pensar diferente, en lugar de tomar la vida de aquellos extraordinarios seres humanos. Bienvenido el debate.

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