Con sorpresa voy leyendo los diarios y las diferentes opiniones de las personas en las redes sociales, afirmando o suponiendo en base a una supuesta verdad generalizada o al parecer bastante obvia sobre temas de la coyuntura mundial. Temas actuales de enorme relevancia como el matrimonio igualitario, la eutanasia, la legalización de las drogas, entre muchos otras.
Sorprende de manera importante leer las opiniones y darse cuenta que hay personas que aún siguen asumiendo que sus posiciones frente a estos temas son verdades innegables. Sin necesidad de entrar en una discusión filosófica sobre los mismos argumentos, es importante tener en cuenta que todas las opiniones que se generen en el marco de una discusión argumentativa, son opiniones que en gran parte se basan en muchas subjetividades y que es ahí donde tiene que empezar el respeto a la diversidad del pensamiento y la tolerancia a la diferencia.
No existe, por lo tanto, en este sentido, un argumento sólido y contundente por ejemplo que vaya en contra de los matrimonios homosexuales. Los únicos argumentos se basan en supuestas verdades asumidas, que al detallarlas cuidadosamente no pasan a ser sino suposiciones de nuestros modelos mentales que hemos incorporado al punto de hacerlos aparentemente infalibles.
Los principales argumentos que surgen por aquellos opositores a las relaciones entre personas del mismo sexo y a su institucionalización mediante el matrimonio, son argumentos nacidos y fundamentados en la religión. No es necesario explayarse sobre el tema para llegar a la conclusión de que en materia de religión, salvo las masacres cometidas por algunas religiones institucionalizadas como aquella que tiene la Sede en la Ciudad del Vaticano, no existe ninguna verdad infalible, todo se basa en subjetividades y estructuras mentales que hemos forjado a medida que vamos creciendo dentro de un contexto social, cultural y hasta económico si somos de aquellos que pensamos que esto último determina en gran parte el desarrollo de los dos primeros.
Por lo tanto, cualquier argumento que parte del razonamiento religioso, si bien no es ni falso ni verdadero, es puramente subjetivo, ya que la forma de ver el mundo a través del lente de la religión dependerá del lente que utilice cada persona, y este lente a su vez dependerá del contexto en el cual haya nacido y crecido la persona; porque el que es católico no lo es porque así lo desea, sino porque le tocó serlo, nació bajo una sociedad determinada, en un momento determinado de la historia y en un lugar determinado que le permitió adquirir esa estructura mental, de lo contrario su estructura sería diferente, el lente con el que mire la realidad sería otro y las conclusiones de sus razonamientos muy probablemente podrían ser diferentes.
En este orden de ideas, el argumento religioso como argumento generalizado para el diseño de un marco jurídico en temas tan controversiales juega un papel subjetivo y por subjetivo no puede ser un parámetro que permita diseñar una ley o un conjunto de leyes que regulen el comportamiento de la sociedad en este aspecto.
Lo justo sería, pues, en mi opinión, un marco jurídico o un conjunto de leyes que regulen, basado en las diferentes posiciones subjetivas y permitiendo un amplio margen de acción para cada una de las posiciones. Es decir, un marco jurídico objetivo para los diferentes lentes subjetivos que no permite que ninguno se imponga ante otro y mucho menos que exista una jerarquización de subjetividades.
Aplaudo profundamente la decisión de la Corte Suprema de Justicia de los Estados Unidos al aprobar el matrimonio entre personas del mismo sexo ya que está generando un marco legal amplio en el cual tienen cabida tanto aquellos los que no profesan la religión que se opone a los homosexuales, como aquellos los que profesan la religión que se opone al matrimonio igualitario. Es decir, tomando a la ley como un regulador social, tal vez el más incluyente, esta decisión del ente judicial de los Estados Unidos permite un amplio margen de acción para las diferentes subjetividades superpuestas, dejando el acotamiento a las posiciones personales y únicas de cada individuo que se basan en su propia moral, sin que esta moral se interponga a las otras morales de la sociedad. Palabras más, palabras menos, si la religión de alguien impide el matrimonio homosexual, que no sea esta religión la que determine el curso de las leyes de la nación o de la sociedad donde habita esa persona, sino que sea su propia moral o creencias las que regulen su comportamiento, habiendo a su vez un marco legal que permita que tanto su comportamiento acotado por su moral, como el comportamiento menos acotado de los homosexuales que desean contraer matrimonio tengan cabida en el Estado de Derecho y se puedan desarrollar.
Espero que este tipo de fallos y decisiones legales se empiecen a replegar por todo el mundo, incluyendo muchos países de Latinoamérica, como Colombia, donde aún falta mucho para hacer de la Ley un regulador social mucho más inclusivo, democrático y plural; es decir, un regulador social que se base en el vivir y el dejar vivir.
Leonardo.
Correo: [email protected]
