Parece ser que nuestra condición de habitantes del trópico nos permite ser felices, muy felices, según el Barómetro Global de la Felicidad y la Esperanza de 2015.
Para derrota de los escépticos, para tristeza de los agoreros del infortunio, de los carroñeros de la esperanza, según el informe --resultado de la medición que se hizo en 68 países, y que en nuestro país lo hizo el Centro Nacional de Consultoría-- “con el 85% Colombia volvió a ser líder del índice de felicidad alrededor del mundo”.
Y aunque estamos rodeados de dolor constante, de muertes que no cesan, aunque cada día se produzcan fallecimientos a causa de la violencia intrafamiliar, aunque la muerte siga despuntando por la violencia callejera, según el informe, somos un país muy feliz.
El informe señala que: “el promedio global de felicidad es del 66 pero los colombianos alcanzamos un 85%, es decir, estamos sobrados de felicidad.
Pero uno se pregunta: ¿cuál es la razón de tanta felicidad? y pienso que pueden ser la consecuencia de lo siguiente:
Tenemos los niveles de pobreza más altos de la región, es decir muchos estamos en la misma situación. Somos uno de los países en los que la desigualdad se siente por doquier. Le ganamos a cualquier otro lugar del planeta en impunidad. La clase política es de las más desprestigiadas, pero seguimos votando por los mismos, porque somos tan felices que aquí, “al perro si lo operan dos y tres y cuatro veces”.
Los políticos, sí señor, son elegidos por una ciudadanía que no exige porque se siente pagada con las migajas que recibieron durante la campaña electoral: tejas, cemento, tamales, y licor en cantidades fabulosas. Por lo mismo los elegidos se sienten tranquilos y en el ejercicio de sus cargos se dedican a aumentar sus cuentas bancarias sin ningún asomo de vergüenza.
Algunos estudiosos aseguran que nuestra sociedad se caracteriza por ser “inestable, compleja, confusa y conflictiva”.
Nuestra educación es calificada como deficiente como lo demuestran las pruebas PISA.
Sobornos, peculados, malversación de los fondos del Estado, tráfico de influencias, abusos de autoridad, desapariciones forzadas, robo de tierras, son hechos de la cotidianidad que parecen no preocupar y se siguen repitiendo sin que nadie haga algo para dar solución a estos problemas que nos aquejan.
Eso sin contar que tenemos cifras de desempleo que nos dejan muy mal ante el mundo. Soportamos un 'conflicto armado' que ya parece que no tendrá fin y que ha dejado más de seis millones de desplazados, que se han ido a las ciudades a ser parte de lo que se ha denominado los cinturones de miseria.
Pero qué le vamos a hacer, parece ser que esto es un paraíso según el informe del Barómetro Global de la Felicidad y la Esperanza y los resultados obtenidos. Ni modo de argumentar en contrario pues a lo mejor uno no sabe interpretar lo que es la felicidad.