Poco a poco, en grupos difíciles de discernir, van encendiendo sus cuerpos, aún con el sol sobre sus existencias inician el artificio y en un heroico acto de desafío, despiertan: el mecanismo fabuloso se enciende en parpadeos perfectos.Como una canción vieja pero insondable cae la noche, a la magia del sol sucede el hechizo electrizante de las luces que van reduciendo las voces a suspiros; desde este lugar privilegiado que otorga una ventana en lo alto de la candelaria siento nacer otra urbe, una que esconde en el borde de cada esquina misterios, tinieblas y terrores del universo.
Poco a poco esos escombros agonizantes que arrastran sus agonías resignadas, y que durante el día no valen más que un lamento, van reclamando territorios donde todo es permitido, donde ninguna obscenidad es asquerosa y ningún gesto es indecente. La violencia sin máscaras, la hipocresía sincera se pone a andar.
Como en un ensueño sincronizador de mi realidad y los acordes de la noche, mis pies inmóviles inician un viaje por los pasillos del recuerdo.
Estoy a la entrada del abismo: cientos de almas fantasmas actúan esta obra caótica en la que se transfigura toda certeza. A pocas cuadras la institución castrense, ¡aquí lo grotesco soy yo! el sopor moribundo, la energía desamparada y la hostilidad desértica hacen que todo pensamiento se vuelva hecho broma y toda verdad grite en furia de sarcasmo.
Ahí están, universos vivientes que caminan entre sus miserias en un orden como ensayado en el que todos son actor y actriz principal. Son la provocación a todo lo establecido, son la sinceridad hecha jirones de barbarie que desenmascaran toda hipocresía.
Estos humanos desechables, como las gentes míseras de bien los llaman, nos narran en un grito sin voz que algo está muy mal, que el que creemos orden no es más que una apariencia sintomática de lo que sabemos pero preferimos ignorar.
¿Qué es aquí lo desechable? ¿Ellos? ¿Nosotros?
El estertor de sirenas y el bullicio de lo que se mueve entre laminas blindadas y siempre viaja de prisa, me saca del anodino trance y me alejan de la mirada comprensiva de esos fantasmas que juegan con la muerte.
Desde este lugar privilegiado todo parece igual, todo como armónico. Es necesario salir, bajar, cambiar la perspectiva del ave por la de la rana, descorrer el velo y ver nosotros mismos que lo real contiene horrores que no se pueden esconder tras la hipocresía antiséptica de nuestra moral de ordeño.
Hoy quiero soñar con esos ermitaños de calle que entre las suciedades que llevan a cuestas arrullan nuestra moral. Una moral que alaba la hipocresía creyendo que es felicidad.
@ignotolegris
