Todos los países en vía de desarrollo requieren de inversión en la gestión de obras que garanticen una mejor calidad de vida y que su vez la economía de dicho país aumente. Las últimas dos generaciones de colombianos nacimos en el modelo económico capitalista que el actual Gobierno pretende adoptar a cabalidad y que de alguna manera todos apoyamos. Por lo anterior, sería incoherente oponerse a que el Gobierno busque fuentes de financiamiento para llevar a cabo obras, sin embargo, lo que se puede discutir es si la fuente propuesta, es la mejor desde el punto de vista financiero, estratégico, social y ambiental.
Colombia es un país con una riqueza natural de grandes proporciones. Tres meses atrás anunciaron y promovieron a todo el mundo tales riquezas con el filme Colombia Magia Salvaje. Tal vez, por este motivo, las empresas colombianas de mayor rentabilidad en el sector energético fueron en algún momento de tipo público. Lo sucedido la semana pasada, la venta de Isagén, no fue una medida inteligente teniendo en cuenta que no era solo uno de los activos más rentables para la nación, sino también estratégico, pues permitía que el Gobierno contara con el casi 10% de toda la capacidad de generación eléctrica del país, por lo cual pretender financiar la construcción obras de infraestructura con su venta ni siquiera logra reemplazar un activo por otro.
Por otra parte, en términos ambientales, el país necesita diversificación de fuentes de energía e Isagén es un instrumento gracias al que se estaban desarrollando plantas eólicas lo cual también representaría la vinculación de científicos nacionales en el desarrollo de estos proyectos; todo esto apuntando en la dirección del desarrollo del país. Isagén tiene un proyecto en estado de prefactibilidad en Nariño, pero se puede perder porque la firma Canadiense Brookfield, ahora socia mayoritaria con el 56% de las acciones, muy seguramente tendrá objetivos diferentes. Sus intereses como empresa privada probablemente se enfocarán en recuperar su inversión (una suma irracional para el valor de las acciones de una empresa que genera dos billones de pesos en ganancias anualmente).
El Gobierno tiene, además, muchas otras herramientas que puede utilizar para la financiación de obras como por ejemplo: los fondos de capital privado y la emisión de TES, que permitirían que los mismos empresarios y personas naturales patrocinaran dichas infraestructuras obteniendo un beneficio futuro, lo cual sumado a la ganancia producida por la generadora de energía y otros ingresos, permitiría fácilmente y en corto plazo reunir los 5 billones necesarios para salir del atraso vial de 30 años en el que nos encontramos.
Vender una generadora eléctrica que puede abastecer a algunos de nuestros países vecinos, solo por realizar una obras de infraestructura que no estamos seguros que las veamos en este siglo, es un acto que, sumado a muchos otros, muestra la debilidad e ignorancia de la clase dirigente de nuestro país y que se rehúsa a pensar en el desarrollo de una nación. De nada les sirve a los dirigentes de Colombia haber estudiado economía o política en las mejores universidades del mundo, si solo saben obedecer órdenes tal como las mascotas de la casa solo porque este acto les daría un poco de la famosa mermelada.
Se hace inexorable, entonces, ante actos tan descarados y groseros por parte del gobierno nacional, demostrar en las redes sociales, en las calles y en todas partes, que es la voluntad del pueblo Colombiano la que debe primar en las decisiones del orden nacional y evidenciar sin violencia pero con vehemencia nuestro inconformismo, pero sobre todo nuestra dignidad como dueños de este suelo que será la herencia que dejaremos a las futuras generaciones.