“Venga a Mompox antes que desaparezca”, dicen algunos momposinos. Llegar a esta tierra es toda una odisea. Si vienen de Cartagena son cuatro horas de viaje por carretera hasta el puerto de Magangué donde se toma una chalupa, como se le llama a las lanchas multicolores que cargan en su techo las maletas, plátanos verdes y todo el mercado de sus pasajeros. En un recorrido de veinte minutos por el río Magdalena se llega a Bodegas, un puerto en la isla de Mompox pero alejado por 38 kilómetros de su casco urbano. Como si la carretera hubiera sido bombardeada, por los huecos que deterioran los carros, después de hora y media se llega por fin a la declarada Patrimonio Histórico de la Humanidad por la UNESCO: Mompóx.
Aquí 400 valerosos momposinos acompañaron al libertador Simón Bolívar en sus batallas. Pero hoy, en unas de esas calles de centro histórico un panfleto anuncia en la pared de una vieja casona: “No es la política la que hace a un candidato convertirse en un ladrón, es tu voto el que hace a un ladrón convertirse en político” El autor de estas palabras en el corazón colonial es José Dávila Cerón un orfebre de profesión.
De ojos saltones, escasos cabellos y con una insipiente cola de caballo, en su pretendida imagen de artista, como el mismo se denomina, José trabaja en su pequeño taller donde cuelga un cuadro de la pasión de Jesucristo que tiene un parecido a su dueño. Cuando se le pregunta por el origen de su escrito lanza una mirada de rabia y a la vez tristeza, por lo que según él, está sucediendo en su querida tierra, Mompox.
“En Mompox pasa de todo y no pasa nada” lo mensajes que fijo en las calles no son más que un grito mudo de protesta, para hacer reflexionar a la comunidad de los innumerables problemas que nos aquejan.
La Empresa de Servicios Públicos (agua, aseo y alcantarillado) hoy se encuentra intervenida por la Superintendencia de Servicios Públicos, sin que a la fecha se sepa, quién va a operarla. Tenemos un pequeño aeropuerto pero no opera ninguna aerolínea. El brazo de Mompox derivado del río Magdalena, está condenado a desaparecer porque según el director de CORMAGDALENA “no ofrece ningún atractivo para el TLC”.
Desde su mesa donde fabrica joyas fija la mirada en un punto invisible recordando los tiempos en que la orilla del rio o albarrada como se le conoce, era un hervidero humano y vendedores de frutas, verduras y casabe se hacían su agosto con los turistas.
De repente alza el puño de su mano derecha y dice “tenemos que dar la pelea, no podemos permanecer pasivos, viendo cómo están acabando con nuestra ciudad, tenemos que organizar nuestra casa, hay que organizarnos para capacitar nuestros guías de turismo, nuestros meseros de los distintos restaurantes e invitar a los inversionistas a potenciar la infraestructura hotelera, no es posible que un turista corrija a un guía nuestro. En el glorioso Colegio Nacional Pinillos cada día la calidad de su educación es más precaria, los servicios de salud no reúnen las condiciones básicas para atender a propios y extraños. El edificio del mercado viejo, una joya arquitectónica colonial, su restauración desde hace años se encuentra paralizada por problemas con la firma contratista, la Escuela Taller que tanto favorecía a los estratos más bajos, está a punto de desaparecer cercenando las oportunidades a los más pobres. Y pudiera mencionar muchos más problemas, pero con lo que he dicho es suficiente.”
Escuchando a este orfebre quien con sus ideas pareciera tejer filigranas y su contenida rabia, en una lucha hasta ahora solitaria, gritando a cuanto Ministro aparece por su tierra por lo que está sucediendo en su tierra. Se nos vino a la memoria una cita de GHANDI “Lo que me preocupa de la gente mala, es el silencio de la gente buena”