Según informes de prensa, la Asamblea Nacional de Venezuela se encuentra en proceso de aprobar un proyecto, impulsado por el gobierno de Nicolás Maduro, de ley “contra el fascismo, neofascismo y expresiones similares”. Dicha ley —conformada por 30 artículos— contempla “sanciones penales y administrativas, incluyendo la disolución forzosa de las instituciones, para quienes realicen actos que las autoridades consideren fascistas, neofascistas o parecidos.” Para la periodista Florantonia Singer del diario El País de España, “La Ley contra el Fascismo, Neofascismo y Expresiones Similares abre una nueva puerta para el control a discreción del Gobierno de las libertades políticas y de expresión en Venezuela, en medio de un endurecimiento de la persecución contra opositores, periodistas y críticos.” La analista Elisa Trotta afirma que la “ley contra el fascismo” de una dictadura fascista de Nicolás Maduro, solo tiene un propósito: eliminar cualquier voz disidente dentro de la sociedad venezolana, sin tapujos ni disimulos. “Esas son las fachadas de lo que realmente busca Nicolás Maduro: que nadie se oponga, que nadie piense, que nadie se manifieste, que el ciudadano deje de ser ciudadano y se convierta en un súbdito silente. En resumen, la “Ley contra el fascismo” no es más que un instrumento para criminalizar la disidencia y consolidar el poder autoritario del régimen de Maduro. Al cerrar el espacio para la sociedad civil y restringir aún más la participación política, el régimen demuestra su desprecio por la democracia y su determinación de mantenerse en el poder a cualquier costo. Es hora de que el mundo vea esta ley por lo que realmente es: otro ataque flagrante a los derechos humanos y a la democracia misma. Ya varios aliados históricos del régimen han abierto los ojos, pero todavía faltan más. Y falta más.”
Los estados totalitarios como Venezuela y Rusia suelen calificar, para denigrarlos y eventualmente encarcelarlos o asesinarlos, a sus enemigos como fascistas
Al igual que la Venezuela de Maduro, la Rusia de Putin ha pasado en años recientes del autoritarismo a convertirse en un estado totalitario*. El escritor exiliado Boiís Akunin recientemente afirmó: “El régimen de Putin claramente ha decidido dar un nuevo paso en su conversión de un Estado policial y autocrático en un Estado totalitario.” Las autoridades rusas, como lo afirma Amnesty International, han desarrollado un sofisticado sistema de restricciones y duras represalias para aplastar las protestas públicas, que llega a suprimir toda información sobre ellas por parte de periodistas y personal observador independiente. Al igual que Venezuela, las leyes en Rusia no son más que instrumentos para criminalizar la disidencia y consolidar el poder autoritario de Putin.
Lo que es de notar es que los estados totalitarios como Venezuela y Rusia suelen calificar, para denigrarlos y eventualmente encarcelarlos o asesinarlos, a sus enemigos como fascistas. La evidencia más clara de esta política es la ley que se debate en Venezuela y las leyes que Putin ha impuestos a raíz de la cobarde invasión rusa a Ucrania: Putin lo primero que hizo es justificar ante los rusos y el mundo entero es que dicha guerra era inevitable dado que era necesario derribar el régimen fascista de Ucrania.
*El totalitarismo es un sistema de gobierno cuyo principio fundamental es el ejercicio absoluto y sin restricciones del poder por parte del Estado. El poder totalitario es detentado por una persona, como Putin o Maduro, acompañados por un grupo muy pequeño de personas que participan activamente en diseñar y estructurar las políticas a seguir y que se encargan de que se implementen