Venezuela: ¿un mal menor?

Venezuela: ¿un mal menor?

Los EE. UU. intentan con Venezuela lo que han hecho con Libia, Irak. En Venezuela es el petróleo, el oro y el coltán, entre otros minerales.

Por: Germán Peña Córdoba
agosto 05, 2024
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Venezuela: ¿un mal menor?

MUCHAS VECES EN LA VIDA TOCA DEFINIRSE de manera ostensible y realista. ¡Y cuando toca… toca! Sucede que de todos los males que nos circundan existe un mal menor; en este caso hay que actuar con prontitud, pragmatismo y ejercer el divino privilegio que tiene el cerebro humano, no superado aun, por ninguna de las demás especies vivas: la capacidad única y sublime de poder escoger, poder decidir. En ese orden escoger lo menos inicuo es lo más indicado: escoger el mal menor.

Dentro de todo lo que nos hace daño, hay que quedarse con lo que menos daño nos causa. En este caso, se necesita traer a colación la relación costo-beneficio y buscar el equilibrio de fuerzas cuya relación puesta sobre una balanza su resultante sea cero.

¿A qué viene todo esto?

El álgido tema electoral de Venezuela nos produce muchos desencuentros, se pierden amigos entrañables, se causan enojos y claro esta: si tratas de conceptualizar de manera objetiva, precipitadamente te matriculan sin el menor análisis, en uno de los bandos; es la esencia de la polarización: una discusión emocional, donde no propiamente prima la razón.

Para inducir adherir a uno de los bandos, los medios de comunicación son definitivos, estos arrecian, capturan conciencias, atrapan incautos y prefabrican escenarios distópicos, dantescos y apocalípticos o paraísos utópicos, según donde quieran dirigir a la opinión pública, casi siempre moldeada por ellos.

La situación actual del país hermano resulta inentendible si no se analiza un poco el ascenso de Hugo Rafael Chávez Frías al poder. Recuerdo en los años setenta cuando vivíamos la presencia de opulentos venezolanos, que nos visitaban ocasionalmente en la Feria de Cali. Un Bolívar equivalía a casi 18 pesos colombianos y, ellos, en sus monumentales lanchas de carros nos espetaban en la cara: "ta'barato dame dos"; era la arrogancia de unos pocos, frente a una gran masa desposeída.

Era los resultados de los gobiernos de un Jaime Lusinchi, Rafael Caldera, Luis Herrera Campins o Carlos Andrés Pérez. Estos gobiernos de antaño, con sus desbordadas ambiciones personales, su corrupción, igual que sus falencias, le abrieron las puertas en la escena política a un Hugo Chávez, un verdadero fenómeno político en Latinoamérica. Vinieron algunos años de justicia social y el pueblo se vio beneficiado directamente con la renta petrolera.

Llego Nicolás Maduro, nunca igual a Chávez, pero sí con una concepción ideológica similar. El natural desgaste y la desobediencia a los designios del imperio, que todo lo puede, desencadenó en las impopulares sanciones económicas. Las sanciones manejadas de manera unilateral y maniqueísta es el quid del asunto, es el almendrón.

Tenemos que comprender y ser un poco perspicaces, para determinar la ambivalencia de quienes son los buenos y quienes los malos, porque las sanciones trascienden la capacidad de cualquier gobierno y la capacidad de maniobra se reduce. Imagínese por un minuto, la economía Colombiana con el peso de esas tenebrosas sanciones. ¡No existe quien las aguante!

¿Por qué un país se arroga la potestad de sancionar a otro y nosotros tener que aplaudir eso convirtiéndonos en cómplices de la agresión? ¿Por qué yo voy a estar del lado de los que pedían las sanciones? María Corina Machado pedía sanciones a voz en cuello. ¡Eso es un delito!

Las sanciones afectan de manera determinante el desempeño de cualquier gobierno. Yo personalmente no veo que en las opiniones que se expresan, haya un vínculo o una referencia directa a las sanciones impuestas y su afectación al bienestar social de los ciudadanos. Pero lo más fácil es decir que estoy defendiendo a Maduro, mientras lo que pretendo es ir más allá de la crítica fácil y puntual a Maduro.

Si yo abiertamente digo que "se robaron las elecciones", tácticamente estoy atendiendo y aceptando como cierto, la narrativa que pretende inocularme la ultraderecha, y sus medios, puesto que no dispongo de la información suficiente, veraz y tampoco tengo el acceso a las pruebas para admitirlo como un hecho cierto. Solo dispongo de la información fragmentaria de los medios. ¿Y quiénes son los medios? ¿Quiénes sus dueños? He ahí el nudo gordiano que nos enfrenta.

El Régimen actual de Venezuela, no es ningún santo ni tengo devoción frente a él, pero sí soy consciente que, en buena parte su situación, es el resultado del bloqueo criminal. La fuerte migración que tenemos en Colombia y en el resto del planeta, no es causado enteramente por el régimen chavista, si no, por el bloqueo criminal y nefario de la gran potencia del Norte.

Los EE. UU. intentan con Venezuela lo que han hecho con Libia, Irak. Hay que recordar la mentira de las armas químicas o biológicas, las causas de las intervenciones en Afganistán, Ucrania, las intervenciones en países asiáticos, africanos, y en varios países incentivaron las famosas “primaveras árabes".

Los medios de comunicación occidentales y las redes sociales, juegan un papel estratégico a favor de sus intereses, que no son nada diferentes a hacerse a las riquezas que subyacen en su suelo: petróleo, oro, minerales o intereses de geolocalización estratégica, como Panamá que nos expoliaron en 1902 y que posteriormente nos indemnizaron con infelices 26 millones de dólares. En Venezuela es el petróleo, el oro y el coltán, entre otros minerales.

Después de soportar con estoicismo más de 15 años de crueles sanciones económicas, se va logrando un leve ascenso, un cambio en la situación: la inflación se encuentra en el 8% y la atávica dependencia del petróleo ha virado hacia una economía agrícola a tal punto que hoy Venezuela es un gran exportador de productos agrícolas. Si tenemos dos extremos y necesariamente desde la distancia, medianamente informados, habría que escoger uno de los dos extremos, yo me decido por el mal menor.

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