Venezuela se juega el domingo mucho más que unas elecciones parlamentarias. Se juega su historia y se juega algo que ya hasta pareciera haberse olvidado en el maltratado país manejado por dos sujetos llamados Nicolás Maduro y Diosdado Cabello: o vuelve a la democracia verdadera o se somete a pasar varias décadas al estilo de la Cuba de los Castro.
La oposición, en cabeza de varias mujeres admirables (entre otras Lilian Tintori, Mitzy de Ledezma y María Corina Machado), no la tiene fácil. Pero no porque en Venezuela no tenga los votos suficientes como para tumbar ese remedo de gobierno que hoy dirige desde Miraflores. El problema radica en que la corrupción, el control de la organización electoral y el autoritarismo se tomaron desde hace más de una década al que debería ser el país más rico de América Latina (así por encimita es el líder mundial en cuanto a probadas reservas de petróleo).
Venezuela pareciera ser un país sin futuro
desde que tuvo el infortunio de caer
en manos del fallecido Hugo Chávez Frías
Pero no, la verdad es que Venezuela pareciera ser un país sin futuro desde que tuvo el infortunio de caer en manos del fallecido Hugo Chávez Frías, un militar de poca monta que tuvo la suerte de estar en el poder cuando el petróleo alcanzó los 150 dólares por barril.
Entonces las arcas del gobierno de Caracas se llenaron, pero no para bienestar de los venezolanos sino para engrasar un proyecto socialista en la región. Dementes al máximo, Chávez y Maduro (más el primero que el segundo, pero solo en materia de donaciones) decidieron regalarle el crudo a la dictadura cubana o vendérselo a precio de huevo a países como Argentina o Bolivia o a todas las pequeñas islas del Caribe.
Tiempo después el precio del barril de petróleo se vino abajo y la plata y la comida empezaron a escasear en Venezuela. Pero tras la muerte de Chávez, los nuevos “dirigentes” —Maduro y Cabello— quedaron con ínfulas de ricos y adoptaron un estilito que en verdad da miedo. A aquel que ose enfrentarlos y criticarlos o lo meten a la cárcel, en el mejor de los casos, o lo matan, en el peor de ellos.
Ya le sucedió a Luis Manuel Díaz, un importante integrante del opositor Voluntad Popular que la semana pasada fue asesinado cuando hacía proselitismo al lado de Lilian Tintori, la mujer del preso político Leopoldo López.
¿Por qué ese atentado? Sea lo primero decir que la valiente y hermosa Lilian se salvó de milagro. Muy seguramente el atentado iba para ella, pero Dios no lo permitió por consideración con los venezolanos de bien y los demócratas latinoamericanos.
A Díaz perfectamente lo pudieron haber matado unos desadaptados que hacen parte de los llamados “colectivos”, que, así como suena, no son otra cosa que una horda de paramilitares de izquierda armados hasta los dientes que defienden a como dé lugar a los dictadores de Miraflores. Ellos —los de los “colectivos”— no se miden en nada y matan al que haya que matar.
En parte, no hay duda, los criminales de los “colectivos” sostienen el régimen de Maduro, quien no sobra recordar debe estar en la mira de Estados Unidos por aquello de sus sobrinos políticos narcos, es decir, los sobrinos de la “primera combatiente” Cilia Flores.
Y ni qué decir del Diosdado Cabello. De acuerdo con periódicos como ABC, El Nuevo Herald y The Wall Street Journal, varios fiscales federales de Nueva York y Miami, acompañados por la DEA y apoyados en declaraciones de extraficantes, desertores del gobierno venezolano e informantes, llevan algunos años investigado a este personaje por participar en acciones de narcotráfico que vinculan a militares de su país y a la guerrilla colombiana de las Farc. Como van las cosas, este sujeto si sale de su país lo hace a riesgo de que la DEA le ponga la mano encima y lo lleve a Estados Unidos, cual Manuel Antonio Noriega.
En este escenario se realizarán los comicios del domingo en Venezuela. Con una economía acabada y una inflación galopante. Con las prisiones atestadas de presos políticos. Sin garantías para la oposición y para la gente decente. Con un gobierno acorralado por el narcotráfico y sus nexos con las Farc. Con un gobernante que causa risa por sus disparates frecuentes.
El oficialismo tiene un as bajo la manga:
Tibisay Lucena, la funcionaria
que allá ocupa el cargo equivalente al registrador de aquí
Adicionalmente, el oficialismo —léase el gobierno— tiene para sí un as bajo la manga: Tibisay Lucena, la funcionaria que allá ocupa el cargo equivalente al registrador de aquí. Lucena es una mujer que causa miedo por sus alcances. Ella ha sido clave en las últimas votaciones —incluidas presidenciales— que ha ganado el oficialismo. Es de las que, varias horas después de cerradas las urnas, se aparece ante la opinión pública y, sin ningún rubor, por ejemplo dice: 51 % para este y 49 % para aquel. Desde luego el de 51 % siempre es del oficialismo. Y ay de aquel que revire o medio chiste por el resultado: directo para la guandoca.
Los venezolanos tienen la solución en sus manos este 6 de diciembre. Si no salen masivamente a votar por la oposición, su suerte estará echada para siempre. Si la oposición no gana por una amplísima mayoría, el oficialismo les hará la vuelta. Creo que poca o ninguna garantía tienen los seguidores de Lilian, Mitzy o María Corina con Unasur como veedora de las elecciones. Como dijo recientemente el expresidente Pastrana, “la observación electoral de Unasur de Ernesto Samper es como poner a Drácula a cuidar el banco de sangre”.