En los medios de comunicación de todo el mundo es mucho lo que se escucha decir que Venezuela es una dictadura. Por lo tanto, esta debe caer. Incluso por medio de la fuerza o como estos le dicen para esconder la realidad, por el “cerco diplomático”. Si bien nadie puede negar que en Venezuela hay una realidad difícil y compleja que demanda cambios profundos, la verdad es que esta “dictadura” dista mucho de las clásicas que ya hemos conocido y sobre las cuales nadie hizo nada.
Vamos a pensar por un momento en las dictaduras en América Latina. En el papel de los gobiernos del entorno y principalmente el de los EE.UU. Vamos a pensar por ejemplo en Chile, Argentina, Paraguay, pero también en España con el franquismo. Si entonces, a alguna persona se le hubiese ocurrido la idea de hacer una concentración en una plaza pública y autoproclamarse “presidente interino”. Ningún país lo hubiese reconocido como presidente, Porque no querían, pero además porque, aunque queriendo no hubiesen podido ya que aquella osadía, el autoproclamado presidente, la habría pagado siendo apresado, posteriormente torturado, asesinado y desaparecido. No habría entonces nadie a quien reconocer.
Aunque no concuerdo con el régimen de Venezuela, no es Venezuela el Chile de Pinochet ni la España de Franco, ni el Paraguay de Stroessner, ni la Argentina de Videla. ¿Entonces qué ocurre en Venezuela? Creo que hay unos grandes intereses económicos y por lo tanto geopolíticos, debido a su riqueza petrolera entre otras. Lo que lo ha llevado a sufrir una presión fuerte sobre sí. Dicho sea de paso, el gobierno que se encuentra en frente no ha hecho bien las cosas.
Creo que es principalmente el motivo económico de hacerse con los recursos del país lo que ha llevado a que EE. UU. y otros pongan tantos esfuerzos en derrumbar aquel gobierno. Por su parte, ese gobierno no ha sabido llevar a cabo de forma exitosa su labor. Pero también hay que decir que la supuesta “oposición” tampoco. No ha sabido hacer oposición. No le interesa el bienestar de la gente, por el contrario, representa los intereses de unos empresarios ávidos de dinero. Por eso la oposición no quiso elecciones y cerró las negociaciones para dedicarse a sabotear e incitar al levantamiento violento.
Es triste. Muy triste lo que pasa en Venezuela. No importa quién gobierne ahora mismo. Al país lo están llevando al borde de una guerra civil. Guerra de la que seguramente solo unos pocos se lucraran y de hecho ya lo hacen. Por el camino, quienes sufren este enfrentamiento es la gente. Unos son presos y llevan mucho tiempo sin juicio. Otros mueren, o son heridos. Y esto de lado y lado. Mientras en la Casa Blanca, Trump; en la casa de Nariño, Duque y en el palacio de la Alvorada, Bolsonaro se frotan las manos pensando en las migajas que podrán recoger.
Solo hay una solución posible a mi modo de ver. El diálogo. Se deben parar las agresiones, sentarse a conversar y pactar ciertas transformaciones que devuelvan al país al juego democrático. Se le debe cerrar la puerta a los halcones de la guerra y abrirles la puerta a los búhos de la sabiduría. ¡Gloria al bravo pueblo que el yugo venció!
