Cuando un país es azotado por la guerra como en el caso de Venezuela, país que quiso incursionar en el "socialismo del siglo XXI", son los analistas y observadores quienes miden todo cuanto puede ser cuantificable. En lo económico priman aspectos como la inflación, la confianza inversionista, el ahorro u otros; en lo político las instituciones de gobierno y su que hacer, y en lo social son mediciones como el índice de Desarrollo Humano las que están a la orden del día para dar una dimensión real al cataclismo ocasionado por la guerra. Pero existe una tragedia muchas veces ignorada por la agudeza de los observadores y analistas: es la migración de la intelectualidad. Este fenómeno, si bien en ocasiones pasa desapercibido, hace parte del desastre social en los países en guerra; sus consecuencias rara vez tenidas en cuenta ni analizadas en su verdadera dimensión.
En países como Colombia, —supongo que el caso venezolano es similar porque la visión de los gobernantes en estas latitudes es similar—, la intelectualidad no se considera una masa crítica de individuos que permita la transformación social del país, y no es de extrañar. Para citar solo un ejemplo, el monto propuesto para Departamento Administrativo de Ciencia, Tecnología e Innovación COLCIENCIAS en 2016 fue un poco menos de 100 millones de dólares, (el precio de un avión A320,) de los cuales el 70% se destinó a becas de doctorado. Con el resto debían financiar los proyectos de 4.000 grupos de investigación, cuarenta centros y 16.000 investigadores activos con los que cuenta el país.
A partir del ascenso de Hitler al poder, el grueso de la intelectualidad alemana salió del país por no compartir la política del NSDAP, por ser judíos, o por ser de origen judío. Se estima que fueron cerca de 20.000, los intelectuales, ya sean escritores, científicos, músicos o artistas que entre los años 1930 y 1941 se exiliaron fuera de Alemania, en su inmensa mayoría con destino a los EE.UU y Gran Bretaña. En
Venezuela salen porque no tienen oportunidades, comida ni opción posible para realizarse como ser humano digno. Es entonces la guerra un instrumento perverso que contribuye a la transferencia de un conocimiento colectivo que beneficia a los países receptores.
Francia. Huyeron intelectuales como la autora alemana judía Anna Seghers, Bodo Uhse, Franz Werfel o Arnold Zweig. Las propias publicaciones francesas dieron cabida en sus páginas a los artículos de los exiliados. Asimismo, se publicó un periódico diario en alemán para los exiliados, Pariser Tageblatt (‘diario parisino’), más tarde llamado Pariser Tageszeitung (‘periódico parisino’). Francia, junto a Suiza, fue el principal país donde se representaron obras de teatro. Asimismo se funda una editorial, Carrefour-Verlag. Muchos autores, como Anna Seghers huyeron al sur de Francia con la esperanza de conseguir un pasaje de barco para Estados Unidos.
Algunos países que acogieron judíos de la Alemania nazi: países bajos: Fueron uno de los países europeos más solidarios con los exiliados alemanes, aunque no era considerado un país muy seguro, pues había caído fácilmente ante los alemanes. Tuvo gran importancia en cuanto a editoriales, como Querido Verlag (‘editorial Querido’), de Klaus Mann, o Allert de Lange. Se publicó la revista Die Sammlung (‘la colección’). Suecia. Bertolt Brecht es el autor más destacado que pasó por Suecia y Finlandia. También destacan, y permanecieron en Suecia, Nelly Sachs, Peter Weiss y Willy Brandt. Austria: se constituyó en un país de paso o refugio temporal, pues contaba con un gobierno filofascista. Allí estuvieron Elias Canetti y Hermann Broch. Estados Unidos: fueron acogidos más de 7.500 personalidades. La mayoría se asentaron en Nueva York y Hollywood. Algunos ejemplos son los de Albert Einstein, Marlene Dietrich, Vicki Baum, Fritz Lang, Bertolt Brecht o Thomas Mann. Quizás los peores parados fueron los escritores. Los científicos, o filósofos —la Escuela de Fráncfort, por ejemplo—, encontraron trabajo en universidades estadounidenses. México: acogió a los rechazados en Estados Unidos, generalmente por pertenecer al Partido Comunista, tuvieron que solicitar asilo a este país, que también acogió a muchos judíos. Destacaron autores como Anna Seghers, Ludwig Renn, Egon Erwin Kisch, Bodo Uhse o Gustav Regler, quien había abandonado el partido tras el Pacto Molotov-Ribbentrop.
Probablemente Venezuela ya no tiene mucho que perder, dadas las condiciones infrahumanas en que se encuentran los pocos intelectuales que quedan. Esta guerra nos dejará más refugiados que intelectuales, y muchos seguramente migrarán a países diferentes a Colombia. Aquí no hay plata sino para la paz de Santos y la mermelada política. En el mundo el proyecto “Genoma Humano” ha producido un retorno de 144 veces la inversión hecha por el gobierno de Estados Unidos. La ciencia paga y el capital humano es el componente esencial para que el desarrollo social sostenible sea una realidad, pero toma un poco de tiempo y los gobiernos deben entender eso para proyectar su conocimiento hacia el futuro. Hasta en la guerra se conoce la inteligencia de un pueblo...