Según los actuales acontecimientos que giran en torno a la situación política, económica y social de Venezuela, un desenlace fatal podría ser inevitable.
La oposición en Venezuela, especialmente desde que murió el expresidente Hugo Rafael Chávez Frías (2013), se encaminó por todos los medios para combatir a la Revolución bolivariana, incluso en su momento someramente creyó en los procesos democráticos y participó en contiendas electorales organizadamente a través de la llamada Mesa de la Unidad Democrática MUD, que recogía el sentimiento de los muchos partidos de centro y extrema derecha que gozaban de aceptación de buena parte de la población.
La oposición consiguió en el año 2015 ganar la mayoría de los escaños en la Asamblea Nacional y desde entonces el plan se centró en enfrentar al gobierno de Maduro buscando todas las estrategias posibles dentro del territorio venezolano y con el apoyo de la comunidad internacional. Al interior del país se incrementaron las protestas que dejaron centenares de muertos, lo cual hizo que países y organizaciones como la OEA, la ONU y la Unión Europea (en opiniones divididas) optaran por intervenir en el diferendo.
Posteriormente, el gobierno de Maduro y su equipo político convocaron la elección de una Asamblea Nacional Constituyente en julio del año 2017, elecciones en las que no participó la oposición, siendo este el inicio del retiro de la misma en todas las demás elecciones donde se eligieron gobernadores, alcaldes y concejales. En el 2018 se realizó la elección presidencial resultado reelegido Nicolás Maduro, en este caso la ya fraccionada y extinguida MUD no pudo ni quiso participar argumentando que no asistieron porque no reconocen la Asamblea Nacional Constituyente y de igual forma con la presunta situación de “desacato” tampoco el chavismo reconoce el poder de la actual Asamblea nacional.
Desde el pasado 10 de enero cuando se juramentó Nicolás Maduro como presidente, de la misma manera la Asamblea Nacional elegía como presidente de la entidad al diputado del partido político Voluntad Popular Juan Guaidó, quien después se proclamó presidente interino de Venezuela acusando de usurpador del poder a Nicolás Maduro.
Así las cosas, Venezuela se debate entre dos posiciones encontradas cada una con un presidente. Desde entonces la arremetida de muchos países especialmente de Norte América y su presidente Donald Trump promoviendo un bloqueo económico, no se hizo esperar. Vale recordar que no es la primera vez que EE. UU. toma medidas contra el gobierno de Maduro pues muchos de sus colaboradores más cercanos incluyendo la cúpula militar han sido sancionados no solo por el actual gobierno del norte sino por su antecesor también.
La gran damnificada en este escenario de polarización política, es la población venezolana que, en los últimos cuatro años ha tenido que enfrentar la situación de desabastecimiento, hambre, enfermedades, inseguridad e hiperinflación que ha forzado a más de 3 millones de habitantes a emigrar a otros países llevando consigo la tragedia de lo que eso significa.
Son muchas las opciones que los interesados en la mediación proponen para salir del conflicto, posiciones extremas como la de una invasión militar o la posibilidad de buscar maniobras para asumir un poder compartido entre oposición y chavismo que evite la confrontación militar, lo cual traería dolorosas consecuencias no solo para Venezuela sino para toda la región, principalmente para los territorios fronterizos.
Lo cierto es que el chavismo y sus más de seis millones de militantes activos que siempre han acompañado las propuestas de la Revolución Bolivariana bajo la tutela de Nicolás Maduro y de Diosdado Cabello han propuesto frontalmente que no van a sucumbir ante el pedido de la oposición y la comunidad internacional, y que secundados por los más de cien mil hombres de las fuerzas armadas, los grupos de milicias que se están organizando y con las fuerzas irregulares colombianas del ELN, las ex-Farc, más el Hezbolá que conviven en territorio venezolano, y la innegable influencia militar cubana, van a dar la pelea hasta dejar vertida de sangre la patria donde nació su líder inspirador Simón Bolívar, sin menospreciar el apoyo de naciones tan poderosas como Rusia y China con quienes comparten no solo intereses económicos sino ideológicos.
Ahora bien, la cuestión es ¿hasta dónde realmente se arriesgarán los países interesados en un cambio de régimen apoyando una salida violenta, que pareciera la única opción posible?
El chavismo realmente no ha peleado y son muy poco creíbles, dados los antecedentes, sus propuestas de diálogo. La oposición sabe que no es fácil convencer a los organismos internacionales para que se dé un “golpe de estado”.
En este marco de acontecimientos esta tensa situación se puede dilatar en el tiempo y Maduro tendría la oportunidad de mantenerse en el poder por mucho tiempo más hasta que sea el mismo pueblo hambriento el que decida tomar partido y promover por diversas vías un cambio de gobierno, contexto difícil de concebir también, porque culturalmente la población venezolana en su inmensa mayoría son gentes que terminan acomodándose a las circunstancias y arreglando las cosas “a la venezolana” como ellos mismo dicen.