El tema venezolano no ha salido del orden del día en el hemisferio occidental. Que las protestas son menos y que las calles han quedado solas, es otra cosa. Que la constituyente convocada por el oficialismo ahora es el centro de atención en el país y que la oposición se disuelve en el dilema de presentar o no candidatos a las regionales también es otra cosa. Pero el asunto sigue caliente y la crisis sigue su rumbo.
Y el tema por obvias razones tiene repercusiones en Colombia. No solo por ser frontera y estar recibiendo a miles de migrantes que huyen de la violencia y la crisis económica, sino por asuntos políticos. Estar del lado “políticamente correcto” es acusar a Maduro de dictador y ponerse del lado de Estados Unidos y 28 países más que han desconocido la constituyente que sesiona en estos momentos. Otros, más atrevidos aún, celebran y aplauden una intervención bélica de Estados Unidos, o demandan el asesinato del presidente Maduro. Olvidan el detalle de la devastación que dejaría allá y sin duda aquí en Colombia, un golpe de Estado, la guerra civil y la intervención norteamericana, se les olvida que Venezuela también tiene aliados muy bien armados en el mundo y obviamente un importante aparato militar propio, superior en calidad a los equipos de las fuerzas armadas colombianas.
Nadie, por muy de izquierda que sea puede justificar lo que hace el gobierno de Maduro
y afirmar que todo está bien.
Y nadie por muy de derecha que sea, convencernos que la MUD es una alternativa para el pueblo
Nadie, por muy de izquierda que sea puede justificar lo que hace el gobierno de Maduro y afirmar que todo está bien. Y nadie por muy de derecha que sea, puede convencernos que la MUD (Mesa de Unidad Democrática) es una alternativa para el pueblo. La MUD una vez llegó al poder legislativo, siendo mayoría, debió conciliar reformas legislativas con el gobierno para salir de la crisis económica que vive el vecino país y sin embargo, no lo hizo. No lo hizo porque su interés es tener todo el poder, no les basta uno de ellos, sino que lo quieren todo, de la misma forma que el gobierno los quiere todos, mientras el pueblo está en la mitad y decenas de personas de ambos lados, ya han muerto en las protestas y otros miles huyen.
Por eso, al margen de lo que uno pueda opinar del gobierno colombiano, está bien que claramente rechace una intervención militar gringa en Venezuela. Lo que no está bien es que se entrometa en asuntos de otro país, pues la política internacional colombiana está basada constitucionalmente en la autodeterminación de los pueblos, y por eso, es que es el mismo pueblo venezolano, a través de un gran dialogo nacional, el que debe resolver su crisis política que ha desembocado también en crisis económica y social.
Y por eso es que son razonables posiciones como las de Gustavo Petro al respecto, que se saltó el bloqueo de los medios con un video que ya han visto 1.5 millones de personas. No defiende lo hecho por el gobierno, pero tampoco se pone del lado de la oposición. Y en ese aspecto no es que se esté siendo tibio, sino que ninguno de los dos extremos resuelve la crisis. Una oposición que quiere regresar a la corrupta IV República, que está aliada con EEUU y con toda la extrema derecha colombiana no es el mejor ejemplo a seguir.
Pero un gobierno, que ya no representa el espíritu de la revolución bolivariana que inspiró el desaparecido Hugo Chávez tampoco lo es. Es evidente que el gobierno se sostiene por el apoyo decidido de las fuerzas militares, pero eso puede no ser eterno. El chavismo, internamente está dividido, resiste ante la MUD por un pulso político, pero sostiene debates internos de mucha profundidad que incluso plantean un gobierno de transición para no desaparecer del escenario político, pues algunos vaticinan que no vuelven a ganar otras elecciones.
La MUD también está dividida. Los ha dividido el dilema de presentar o no candidatos a las elecciones regionales. Si lo hacen, legitiman que hay una democracia en el país, lo cual han negado desde el pasado 1 de mayo a pesar de tener mandatarios regionales y locales certificados por el mismo Consejo Nacional Electoral que ahora cuestionan. Si no presentan candidatos dejan en manos del PSUV el control total de las regiones, incluso donde han tenido poca fuerza como la capital del país.
Y mientras los dos temas se debaten en ambas orillas, el pueblo sigue esperando salir de la crisis económica y social, pero sobre todo de la violencia, lo que empieza a impactar también a nuestro país. Por eso a nadie más le sirve que allá todo se arregle pacíficamente que a los colombianos. No podemos nosotros estar acabando un conflicto armado de más de medio siglo y ayudando o promoviendo la guerra y la muerte en nuestro hermano país, cuando ellos contribuyeron a las negociaciones de paz aquí. Hay que hacer todas las gestiones necesarias para que Venezuela retorne a la normalidad y salga de su atolladero, sin intervención ni injerencia extranjera, pero con toda la solidaridad internacional.
Como demócratas estamos llamados a defender la autodeterminación de los pueblos, la independencia de poderes, las elecciones libres, el respeto por las libertades civiles y el derecho a la protesta. Al fin y al cabo, es lo que reclamamos para nuestra sociedad, en donde todavía se protegen poco y mal.
