Colombia juega por estos días o ya habrá jugado un partido importantísimo con la inocente Venezuela y nadie duda o puede dudar del desacierto en haber programado un partido de ese calibre. Sé poco de fútbol, o muy poco, pero dudas no puede haber si digo que Venezuela es bien malita en ese deporte y se crean más ingredientes para justificar una invasión bolivariana. La ira de Maduro estaba ya bien madura con el avioncito de la FAC (Fac; no se lea Farc) que ayudó a sacar a las volandas al expresidente español Felipe González, para calentar más el avispero con este desacertado partido.
¿O a alguien se le ocurre plantear un partido de Argentina contra el Reino Unido? Obvio que no, los de la Fifa serán corruptos y sucios, pero jamás pendejos. Si se llega a celebrar el partido, gane quien gane, tendremos a los pocos minutos una nueva versión de la guerra de las Malvinas o Falkland.
Es que el fútbol tiene esa pequeña chispa que solo se comprende cuando se llega a comprender cómo es posible que en Cali haya dos muertos y como setenta heridos sólo por festejar un título del cual hoy ya nadie se acuerda. Es algo así como un hechizo, y por ello los de la Fifa no han tenido el desacierto de programar un partido de fútbol entre los Estados Unidos y Vietnam. Menos aun USA vs. Irak. Es más, por muy inmorales que sean, los de la Fifa no programan partidos de fútbol en donde un contrincante sean los States y el otro cualquier país que haya tenido problemitas con ellos. Y por ello, es que los Estados Unidos casi no juega fútbol internacional. Que recuerde, el último fue contra Israel y quedaron empatados.
Tampoco, imagino, conoce la historia un partido entre Chile y Bolivia. De ganar Chile, Evo y sus amigos no demoran más de tres minutos en recobrar el mar robado hace siglos.
¿Habrá alguien que lea estas líneas que no se haya dado cuenta de la carita de sobrado que le pusieron los de la Comunidad Europea al pobre del Santos cuando estaba con su canciller notificándose de lo de la visa Schengen?
Todos vimos su cara de niño regañado, como si se estuviera notificando de una orden de desahucio y la culpa no es otra diferente al fútbol. La Ángela alemana (actuales campeones) no se hizo presente y el poco carismático Rajoy se limitó a darle dos palmaditas en la espalda, sin decirle nada de Xavi o Iniesta, y menos aún de nuestro querido Piqué.
Son más en fútbol, saben de chilenas y goles de cabeza, driblean como nadie, no en vano el noventa y tres punto cuatro por ciento del fútbol europeo está compuesto por jugadores españoles o alemanes, controlan la pelota como magos y son capaces de pegarle al esférico veintiún veces sin que toque el piso.
Por todo lo anterior, y visto que el fútbol fomenta el odio y el racismo, convirtiéndonos en intolerantes y xenófobos, desde estas humildes líneas se propone de forma solemne y enérgica que se vean las cosas en serio y se termine de una buena vez con ese nefasto deporte que acaba hasta con el buen gusto en un simple corte de pelo, y que todos le mandemos vía Facebook a nuestros amigos venecos un corazoncito bien lindo en donde lamentamos desde el fondo de nuestra alma el triste resultado del partido.
Ah…, en caso de que nos ganen y para hacer las iras más enérgicas, le damos la nacionalidad a Felipe González, aunque creo que fue con Belisario o alguno de esos que ya la tiene.
Y hablando de…
Y hablando de goles, y sin saber muy bien la cosa cómo es que va (dudo que haya alguien que sepa la cosa cómo es que va), inquieta profundamente la locura belicista de las Farc , que derraman crudo y petróleo como dementes mientras van dinamitando torres de energía como si fuera el día de las velitas. Y siguen en su guerra con niños e imagino que continúan en ese fructífero negocio que es la extorsión mezclado con el narcotráfico.
Y mientras, la clase política nos habla del posconflicto mientras discute cómo es eso de la Comisión de la Verdad.