Casi a un mes de la elección de gobiernos locales nos tienen en la encrucijada de la toma de la gran decisión. Sin embargo, resulta agotador el exceso de propuestas y candidatos que para persuadir a los electores caen en sitios comunes, eslogans, promesas, actividades y comportamientos que hemos visto pasar a lo largo de la historia para luego quejarnos de que se robaron todo el presupuesto público y nunca hicieron nada.
He tenido, hasta hace unos pocos meses, afinidad con el Centro Democrático. No voy a negar mi postura de derecha, que la verdad he visto desfigurarse en los últimos años, décadas incluso. No puedo negar mi admiración y apoyo al expresidente Uribe ni cómo me llenó de esperanza la postura joven del candidato que apoyó a la presidencia y que hoy nos tiene prácticamente en la nada, porque para malestar de quienes le apostamos al gobierno actual este ha sido una real decepción.
Ahora Colombia —con lo que puede producir para sí mismo, con las tareas tan importantes que se tienen que hacer para frenar las crisis de todo tipo, con su gente trabajadora y honesta— está dirigida por una marioneta que es manipulada por un líder político que en algún momento parecía tan centrado y tan decidido a ejecutar acciones que solo le iban a hacer el bien a nuestro país y honrarían patria, pero que están rodeadas de hechos confusos... eso sin contar con el delirio de poder que no deja que Iván Duque pueda desarrollar el plan de gobierno que presentó en campaña.
Ya estamos viviendo entonces la experiencia de un gobierno de marioneta. Y al parecer en muchas ciudades del país se están disputando alcaldías y gobernaciones las cuotas políticas de gobiernos nefastos del pasado y que están envueltos en los más oscuros delitos. En el caso de Medellín, mi ciudad, estamos alarmados por quien puntea en las encuestas, aún siendo del partido y el dirigente político que alguna vez admiré pero cuyo juego, que por las mismas razones que ya expuse, no pienso seguir: “el que diga Uribe”. El candidato no es más que un delfín que ni la ciudad conoce, que se ve a leguas que no está preparado, que no tiene discurso, que se nota que sigue instrucciones y que es manipulable.
Yo no quiero que Medellín sea una pequeña Colombia, con desempleo, violencia, más narcotráfico, poca educación, ni seguridad para mí y mi familia. De quedar el candidato Ramos, nos tenemos que ir preparando para un gobierno de marioneta local, como el de Iván Duque.