Vender el voto o traficarlo, un comportamiento de adictos y jíbaros
Opinión

Vender el voto o traficarlo, un comportamiento de adictos y jíbaros

Ningún colombiano se sentiría orgulloso de entregarle a un jíbaro el futuro de su familia, ninguno debería siquiera tratar a un mochilero

Por:
octubre 25, 2023
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En este espacio de opinión hoy haré referencia a la compra de votos y el narcotráfico. Lo hago porque son conductas que se consideran aisladas, pero se sorprenderán al ver que comparten más elementos de los que se cree y por ello, intentaré hacer un llamado social a la conciencia.

En el narcotráfico, hay que recordarlo, todos los que han sido grandes barones de la droga como Pablo Escobar, iniciaron siendo “jíbaros”, que es en la compra de votos, el homólogo del “mochilero”. Lo curioso es ver que algunos jíbaros se volvieron congresistas o financiaron políticos para torcer el Estado, así mismo, algunos “mochileros” ascendieron en las organizaciones criminales, como Bernardo el Ñoño Elías, Ayda Merlano, Eduardo Pulgar; para convertirse en congresistas y conformar un Estado capaz de torcer la ley.

En la venta de votos, como en el narcotráfico, la materia prima para el delito se crea y se consigue  en las poblaciones con pobreza multidimensional; es decir, territorios con enormes ausencias o deficiencias en la prestación de servicios públicos domiciliarios, zonas sin acceso o con una escasez espeluznante en la administración de justicia, espacios sin fuentes de empleo lícito, sitios en los que los ciudadanos prácticamente no tienen derecho a la salud, entidades territoriales sin vías, sin educación, con hambre y eso sí, repletos de una ignorancia casi dolosa y de abandono.

La compra de votos es un círculo vicioso, una trampa maligna, una especie de bucle en la que supuestamente el Estado es el primer responsable puesto que, aquellas limitaciones y carencias del estado social de derecho, conocidas como “vacíos de poder”, son precisamente, generadas por ese estado centralista y corrupto, conformado nada más y nada menos que por los mismos políticos que compran votos.

Paradójicamente, la pobreza no solo es el semillero para el narcotráfico y la compra de votos, también es la fuente de sus argumentos, razones y discursos. Narco que se respete, cual vil politiquero, es apreciado como un patrón porque crea la ficción de estabilizar la economía local y genera una efímera sensación de seguridad para sus seguidores o electores.

La compra de votos dentro de los delitos electorales es tan usual para los padres de la patria que cuando hicieron la ley penal que castigaba aquellas conductas delictivas, casi que lo que hicieron realmente fue una especie de regulación de los “mercados” de compra y venta de votos, pues, si se analiza, decidieron castigar con mayor vehemencia el trasteo de votos, de 4 a 9 años de cárcel, frente a la pena por compra de votos, de 4 a 7,5 años.

Prácticamente lo que hicieron los legisladores fue dividirse a los miserables, es decir, para un delincuente electoral es claro que no debe meterse con los votos de otros delincuentes, no solo porque las penas por el “trasteo”sean mayores, sino porque, desata la ira de las mafias y del establishment. Al respecto, siempre me he preguntado, si la “acuciosa” actuación de Néstor Humberto Martinez en contra de Ayda Merlano, cuando aquel fue fiscal general de la Nación, floreció queriendo o sin querer ser parte de ello, de una reacción o retaliación de otra mafia que perdió el control sobre los votos que se compraban en esa región.

Así pasa en el narcotráfico, todos sabemos, todos hemos visto como si una mafia narcotraficante se mete con rutas o sectores de producción de otros narcotraficantes, se desatan guerras y retaliaciones que van desde el movimiento “acucioso” y selectivo de la justicia, hasta las masacres, despojos y desplazamientos.

El mochilero como digo es una especie de jíbaro a la inversa, porque el jíbaro recibe dinero a cambio de traficar la muerte, mientras que el mochilero, entrega dinero, a cambio del subdesarrollo. Aunque al final, jíbaro y mochilero reciben su pago. Curiosamente, el mochilero fomenta con la compra de votos, zonas con altos índices de pobreza en las que se va construyendo una falsa creencia, una clase de normalización o cultura traqueta que se resume en palabras del finado Roberto Gerlein “la compra de votos es una tradición costeña”

El narcotráfico sería un negocio imposible si no existieran consumidores y jíbaros, ellos son los que crean la oferta y la demanda. Así mismo, la compra de votos sería un delito imposible, si no existieran los que venden su voto y los mochileros que comercializan la miseria.


La compra de votos sería un delito imposible, si no existieran los que venden su voto y los mochileros que comercializan la miseria


Tanto el comprador de votos como el vendedor de drogas ilícitas impactan negativamente en la sociedad. Ambas actividades debilitan la confianza en las instituciones, socavan el sistema democrático contribuyendo a la desigualdad y la inseguridad. Tanto la compra de votos como el narcotráfico llevan a la elección de líderes no aptos o corruptos que finalmente nos impiden el desarrollo, pero esto sin lugar a duda, es algo que también es responsabilidad directa del elector.

No olvidemos, por ejemplo, que, en el 2018 para las votaciones por refrendar las negociaciones del acuerdo de paz, no se compraron votos, por eso es que en la Costa Caribe, la abstención de voto fue realmente escandalosa, alcanzó el 73 % con situaciones críticas como en la Guajira, con el 81% de abstención. Atlántico, Magdalena y Bolívar con el 76 % cada uno. Esas regiones guardaban la esperanza por el SÍ, sin embargo, decidieron no votar, les faltó el estímulo para salir.

Llevar a la cárcel a los políticos que compran votos pensando en que esa es la única solución para erradicar el delito electoral, es como vender el sofá donde se cometió una infidelidad pensando en que así se erradicará la traición y se borran los cachos. En Colombia queremos honestidad, queremos justicia, equidad y desarrollo económico, por eso es por lo que, la fiscalía del futuro, una independiente que no le deba nada a las mafias, tiene que dar una gran batalla por judicializar y condenar no solo a los políticos que compran votos, sino también, especialmente a los mochileros y a los ciudadanos que venden su voto, pues como explicó, ellos son parte medular de la oferta y la demanda en el infame delito.

@HombreJurista

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