Sin importar el clima ni la hora, miles de comerciantes informales salen a vender lo que el ingenio les permita: es así como algunos venden relojes, otros celulares, ropa nueva o de segunda, algunos chécheres, herramientas de toda clase, cualquier tipo de comida o algún objeto en particular.
El nuevo código de Policía, en el artículo 70, permite el decomiso de mercancías en el espacio público, algo que ya venía ocurriendo anteriormente de manera irregular ¿o ahora es normal?
Según las cifras de la Subsecretaría de Espacio Público en Medellín y sus corregimientos, en 2012, habían 10.210 vendedores carnetizados. Hoy en día, aumentan a más de 13 mil, sin desconocer que muchos de ellos son víctimas de desplazamiento forzado y cada día llegan más personas rebuscándose qué comer por las calles del centro de la ciudad.
En la calle todos se conocen por apodos, por ejemplo la mona, vende ropa y dice que cada cierto tiempo debe hacer reingeniería al negocio porque hay que estar innovando para conseguir la platica. Anteriormente con el esposo al que dice que se ha aguantado más de quince años, vivían pagando una pieza en el centro por 15 mil pesos, más lo que tenían que hacer para comer y los gastos de los chiquitos.
De la dificultad para conseguir como vendedor informal es solo una prueba, la cuestión se pone dura es cuando Espacio Público los persigue, les decomisa la mercancía, pierden el trabajo y el dinero del día, e incluso, deben ir hasta la Estación Caribe a reclamar lo que les pertenece.
La ecuación es simple y compleja: si algunos vienen desplazados + el Estado no les garantiza un empleo formal + tienen que salir a la calle a vender informalmente + les decomisan o les dañan la mercancía + las bandas los extorsionan o los ladrones les pretenden quitar sus cosas + son estigmatizados de ser carritos de droga (claro que los debe de haber, pero no es la gran mayoría). Entonces la pregunta qué se hacía uno es ¿por qué no se persigue a las Convivir con la misma fuerza con que se nos sigue a nosotros?
Pero aún hay historias más duras, la señora de voz ronca que vende frutas al frente de los locales ubicados cerca al Centro Comercial San Antonio, cuenta que primero debía ir a descargar a la Minorista con sus hijos para devengar cualquier peso que les diera el sustento, buscar una pieza para dormir con ellos y luchar para cuidar la enfermedad terminal que aqueja a su esposo.
En las tragedias griegas se narran las aventuras del ser humano, se exploran sus abismos y se pone al espectador frente a las miserias que atraviesan las personas. El fondo de la tragedia es la lucha contra un destino inevitable entre el poder y el hombre, porque inevitablemente el dicho popular cobra más vigencia que nunca “a los ricos los ayuda al Estado, a los pobres los ayuda Dios”.