Un tipo de traje y corbata se para frente a un auditorio de jóvenes desempleados. Ellos creen que cumplen con las condiciones que piden en el anuncio: tienen iniciativa, saben trabajar en equipo y son proactivos. ‘Proactivo’, vaya palabreja que les ha dado por utilizar a los reclutadores de recurso humano.
El hecho es que han llegado con su hoja de vida bajo del brazo, muy formalitos, obedientes, dispuestos a todo para ser los elegidos. Entretanto, el tipo del traje ha empezado un discurso entusiasta. No habla de trabajo, habla de una oportunidad para cambiar sustancialmente la vida. Según él, el destino los ha traído a ese lugar para ofrecerles la solución a todos sus problemas financieros, nada es casual. Se terminó el abuso al que han sido sometidos en sus empleos anteriores, se acabaron los sueldos miserables, la escasez, los afanes para llegar a fin de mes.
Les proyecta fotografías donde él aparece de vacaciones en lugares paradisíacos. Los candidatos babean, quieren ser ricos como ese señor, que ahora les dice que les está ofreciendo nada menos que ser los dueños de un negocio multimillonario que le ha devuelto la felicidad a miles de personas en todo el mundo. “Si quieren seguir con una vida mediocre, pueden retirarse de la sala, aquí solo quiero gente valiente”, dice con autoridad. Hay testimonios, antiguas amas de casa cuentan que ahora ganan más plata que un ministro. Hay gente que empieza a salir sin llamar la atención del agresivo triunfador. A duras penas han logrado reunir la plata para los colectivos y la impresión de la hoja de vida; los cien mil que les piden para inscribirse en el negocio que los llevará a la cumbre están fuera de su alcance. Ni modo, otra vez será.