A comienzos de esta semana circuló por las redes una noticia originada en Arauca. El joven Carlos Eliécer Bastos Villamizar, uno de los desaparecidos a fin de año en Puerto Rondón, había sido finalmente asesinado. El crimen ocurrió entre las veredas Caño Verde y Lejanía, en las jurisdicciones rurales de Tame y Arauquita. La noticia, con todo y lo lamentable que fuera, apenas daba cuenta de otra muerte violenta en ese departamento.
El día miércoles 10, el componente Comunes del Consejo Nacional de Reincorporación informó que el firmante de paz Mateo Quintero Galvis, quien se había acreditado en Filipinas, Arauquita, y pertenecía al ETCR Martín Villa, había sido asesinado. Quizás apareció vinculado de algún modo a la confrontación a muerte que libran el ELN y las disidencias de Farc, la cual afecta el departamento hace por lo menos un año, dejando una larga y absurda estela de muerte.
Esa misma noche circularon videos en los que se registra el asalto por el ELN a una posición que ocupaban disidentes de las Farc. Previamente había corrido la noticia de que había por lo menos 10 cadáveres resultado de un enfrentamiento entre los bandos mencionados. Eso en la vereda El Paisaje, cerca de Marrero, en el Municipio de Puerto Rondón. Se agregaba que la comunidad no podía recoger los cuerpos por la presencia de los dos grupos en el área.
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Los videos muestran en primer plano, tirados en medio de la sabana, en un potrero pobre de pasto y con contados árboles aquí y allá, los cadáveres que va filmando alguien quizás con un teléfono
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Los videos muestran en primer plano, tirados en medio de la sabana, en un potrero pobre de pasto y con contados árboles aquí y allá, los cadáveres que va filmando alguien quizás con un teléfono. Se trata de hombres uniformados de camuflado y calzando botas de caucho, con brazaletes tricolores, cuya edad sorprende. En realidad son muchachos, muy jóvenes todos, a quienes se ve les fueron arrebatadas previamente las armas y fornituras. Son los vencidos.
Otro video muestra una escena del asalto. Los vencedores avanzan de pie, una vez que estalla un explosivo que sirve para abrirles paso. De hecho cuando los del video anterior filmaban los cadáveres, uno de ellos explicaba cómo uno de los muertos lo había sido producto de una rampa, o rampla en el lenguaje guerrillero, un rústico pero poderoso artefacto explosivo que se lanza a distancia. Los atacantes avanzan con ametralladoras y fusiles en ráfagas y tiro a tiro.
Algunos de ellos gritan emocionados. El mando que les ordena avanzar se refiere a sus blancos como gonorreas y paracos, al tiempo que felicita a los suyos y habla de recuperación. De hecho hay una fotografía, que muestra diez fusiles cuidadosamente ordenados en el piso, con unos M79 o RPG y una ametralladora, seguramente el producto en armas de la operación. Se habla de heridos a los que se les va a prestar alguna atención en salud, y detenidos a los que hay que llevarse.
Dentro de los muertos hay uno que llaman el Chuky, al que el mando asegura sí le tenía rabiecita. De los demás se expresa con cierta comprensión. No tienen la culpa de haberse muerto, se dejaron envolver en el grupo de paracos. Hasta deja entrever que a algunos de los heridos se les dejará marcharse a casa después de ser atendidos. Los atacantes cuentan con al menos un vehículo, pues el mando ordena subir en la camioneta a todos los que tienen ahí.
Se trata de una amarga realidad. Algo que no tenía que suceder en este país, pero que está sucediendo con un saldo espantoso en vidas humanas. Si no se trata de combatientes enfrentados que caen en las hostilidades, son civiles, campesinos jóvenes, a quienes cualquiera de los bandos califica de pertenecer al contrario. Y salta a la vista el poder de fuego con el que cuentan. Armamento considerable y de gran calibre, explosivos, enorme cantidad de parque.
Cabe preguntarse es qué se disputan a muerte. Hay un hecho evidente, y es que quienes mueren son jóvenes campesinos integrados real o supuestamente a filas de los grupos armados, a quienes se les convence de militar en una causa justa, se los prepara y arma para jugarse la vida por el ideal de la organización. Puede tratarse de la toma del poder para el pueblo, mediante una revolución en ascenso. O de la rapiña por los negocios ilícitos.
Sea cual sea la razón, lo cierto es que no tiene que ver nada con las aspiraciones reales de la inmensa mayoría de colombianas y colombianos. Ésta ya se manifestó por un cambio pacífico, en las urnas, realizado por vías legales, acompañado de la movilización del pueblo en las calles. De violencias como las de Arauca, Cauca, Nariño, Valle o Chocó no va a surgir nada bueno. El camino es la paz, el diálogo, un acuerdo conjunto o por separado que los incluya a todos.
Ojalá el ELN lo piense muy bien, por Colombia.