Mientras Diego Maradona en su programa De zurda comparaba el gol de James con una jugada que el hizo contra Bélgica en semifinales del Mundial de México, mientras Marca y As le dieron la portada al crack del Mónaco, mientras un pueblo que ya sabe de fútbol se rinde a los pies de este muchachito nacido hace 22 años en Cúcuta y criado en Ibagué, Carlos Antonio Vélez, la cabeza más brillante del periodismo deportivo colombiano, se atrevió a decir que Rodríguez “deja de jugar por darle indicaciones a los árbitros. Además con unas poses muy sobradoras. Eso le da a uno como un indicio de agrande. La segunda es que cuando le da a estos zurdos por jugar para ellos, es desesperante hermano”.
Para este hombre, acostumbrado a que en épocas anteriores, técnicos y dirigentes le hicieran la venia, sigue siendo mejor jugador su amigo Mauricio Serna, el mismo disociador que fracasó una y otra vez en la Selección Colombia, solo porque este si tenía la humildad de filtrarle, cada vez que podía, las intimidades del vestuario. Yo entiendo a Vélez, este mundial podría significar el final de su larga carrera como periodista radial. El triunfo de la Selección y de Jorge Luis Pinto es la prueba fehaciente de que por más de que use conceptos tácticos confusos y antiguos, de los tiempos de Arrigo Sachi, Vélez no sabe leer el fútbol de ahora. Y además de ser un ignorante en materia futbolística es un tipo al que le cabalga por las venas el veneno rampante de la impotencia, o si no lean su extensa y rabiosa conclusión después de que James Rodríguez hubiera realizado la mejor actuación de un futbolista colombiano en la historia de los mundiales: “Yo a James no le he regalado nada y tampoco le voy a quitar nada, hasta el partido contra Ecuador, para mí era defraudante, ah, claro, todo el mundo decía ‘qué jugador, qué técnica’ pero yo tengo una visión del fútbol especial: y que fue la que me enseñaron y me voy a morir con ella… y dentro de esta visión del fútbol a mí no me cuadraba James”.
Y no le cuadraba porque, a pesar de que este muchacho no solo se convertía, después del partido con Uruguay, en el mejor jugador y el goleador del mundial, el ex-Porto no tenía las gónadas de un Barrabas Gómez o de un Ringo Amaya, sus ídolos del Atlético Nacional y no “se sacrificaba, no ayudaba a marcar”.
Pero, ¿aquí quién es el agrandado?, lean esta perla salida de las babas de Vélez: “Yo a James no le he regalado nada, ni tampoco le voy a quitar nada”. Perdón, locutor Vélez, déjeme hacerles estas preguntas: ¿Y usted quién es para dar o quitar méritos? ¿Usted qué partido de mundial, qué campeonato de fútbol, así sea de rodillones ha ganado? Usted jamás ha ganado nada deportivamente. De hecho, usted es doctor, pero porque le regalaron un cartón Honoris Causa de la Universidad Autónoma del Caribe, entregado por la hoy detenida Silvia Gette. ¿Recuerda? Y allá fue y se puso la toga y el birrete que le regalaron, porque usted a diferencia de James, en su vida ha levantado un trofeo de campeón. Aquí hay un perdedor, sobre decir quién es.
Lo de Carlos Antonio Vélez es una vergüenza nacional. La extensa campaña de desprestigio emprendida en redes sociales se justifica por sus desatinadas declaraciones. Durante años este hombre creyó poseer la verdad absoluta de nuestro fútbol y en su momento se atrevió a defender la agresión que le había propinado su parcero de guaros, Hernán Darío Gómez, a una mujer en un bar de salsa bogotano solo por tratar de mantenerlo en la Selección, sin importar el paupérrimo trabajo que estaba haciendo a nivel defensivo Bolillo y que su proceso, ineluctablemente, nos estaba condenando a un nuevo fracaso.
Ahora es el propio Vélez el que se ha encargado de demostrarle a Colombia que es solo un odiador, un hombre al que no le importa cómo le vaya al equipo sino “morir con la de él”.
Ojalá mañana se dé el milagro y la mejor Selección Colombia de todos los tiempos pueda derrotar al peor Brasil de la historia. La verdeamarela que en algún momento tuvo nueves de la talla de Ronaldo, Romario, Bebeto o Careca, ahora tiene al veterano Fred quien quema sus últimos cartuchos en el Fluminense y al desconocido Jo como sus referentes de área. Es cuartos de final y ya vimos que, como quedó demostrado en el partido con Chile, los pentacampeones no necesitan jugar bien para ganar. Eso se llama jerarquía. Si la Selección logra aguantar el chaparrón que constituirá la primera media hora de partido, podrá empezar a jugar con la desesperación de los dueños de casa. El aliento del público que será un aliado al principio, podrá transformarse después en el peor enemigo de Neymar y su combo.
Nosotros y así lo niegue el hombre con voz de anciana rencorosa, ya ganamos el sábado pasado nuestro propio mundial. Se jugará sin presión de ningún tipo y, al menos este servidor, verá el partido relajado, tranquilo y feliz, disfrutando de ver a mi Selección Colombia por primera vez disputando un pasaje a semifinales de una Copa del Mundo y nada menos que contra el Scratch du oro.
El único que le estará haciendo fuerza a Brasil, como le ha hecho fuerza a todos los rivales de Colombia y de Costa Rica es Carlos Antonio Vélez. Un hombre para el que es más importante salirse con la suya que la gloria de un país.
A los lectores, aquí les dejo completo el desvergonzado concepto del doctor, honoris causa, Carlos Antonio Vélez:
“Yo si tengo dos observaciones: la primera es que (...) -James- además tiene unas poses muy sobradoras. Eso le da a uno como un indicio de agrande. La segunda es que cuando les da a estos dos zurdos (James y Cuadrado) por jugar para ellos, es desesperante hermano. Él (James) es buen jugador, lo que pasa es que cuando le celebran hasta la mirada al espejo, lo ponen como figura sin serlo, el hombre se siente ya totalmente respaldado. Yo a James no le he regalado nada y tampoco le voy a quitar nada. Hasta el partido contra Ecuador, para mí era defra, defraudante. Ah, claro, todo el mundo decía '¡qué jugador!, ¡qué técnica!'. Pero yo tengo una visión del futbol especial: y que fue la que me enseñaron y me voy a morir con ella... y dentro de esa visión del fútbol a mí no me cuadraba James (...) Sí muy bonito, hacia cosas muy bonitas. Y tal y pascual, pero era un jugador que no se sacrificaba, que no ayudaba a marcar”.