“La multitud es el resultado de la combinación de conocimiento disperso, gracias a los nuevos medios de información. La multitud en su conjunto tiene un conocimiento propio, que es más que el resultado de la suma de sus partes” diría el filósofo Negri al referirse a las masas oprimidas por los sistemas imperiales como un nuevo sujeto político, descentrado. Frente a tales sistemas imperiales, sugiere el filósofo, la multitud debe liberar su creatividad de los límites que le impone en capitalismo.
Frente a los graves males de la sociedad moderna, encarnados ahora en una nefasta reforma tributaria que ha sido la gota que rebosa la copa de una multitud harta hasta el cansancio de un mandatario cuya inoperancia es ahora indefendible hasta para el más fanático de sus seguidores, la multitud debe encontrar nuevas formas de hacer política. Se deben elaborar nuevas formas de resistencia que cuestionen las relaciones socioeconómicas vigentes. Por ejemplo: el ingreso básico universal que tanto se demandó al estado para subsanar en algo la difícil crisis económica derivada de la pandemia, se erige como una crítica a las relaciones de mercado y la conciencia de que cada quien debe ganar salario de acuerdo a su trabajo.
Así bien, frente a esto, es positivo diferenciar la multitud (descrita ya por el filósofo) del concepto de “pueblo”, pues este tiende a homogeneizar a sus integrantes, y así se desdibujan las luchas individuales y la conciencia personal de cada quien. No es un pueblo homogéneo el que alza la voz contra sus mandatarios, es una multitud heterogénea cuya dignidad se ve comprometida frente a los abusos de quienes detentan el poder, y para la cual ya no basta unificarse bajo un color político o determinado partido; se halla unificada bajo la fatiga producida por años de desgobierno.
Así pues, la multitud está en su derecho de salir del marco de unas políticas estatales que considera injustas para su dignidad como persona y por tanto no permiten el desarrollo individual ni la satisfacción de sus necesidades básicas, no por heterogéneas, menos válidas. El concepto de pueblo tiende a desdibujarse bajo los paternalismos a los que suele sometérsele, convenciéndolo de que requiere de mesías encarnados en figuras rimbombantes para que su voz sea escuchada; no. No se trata de ser la voz de los que no tienen voz, se trata de que todos tengamos voz.
Por tanto, la manifestación del 28 de abril es una manifestación política legítima de la multitud que no encuentra otros medios para que su voz sea escuchada. Una verdadera política de consenso (base de toda democracia) solamente es posible cuando todos los participantes en dicho contrato social saben que su dignidad no se ve menoscabada por los actores del espectro político. Tal menoscabo a la dignidad es el verdadero motor de las manifestaciones del #28A, y para dar fin a dichas manifestaciones, habrá que dar más crédito a la voz de la multitud.