Con bombos y platillos, como usualmente se hace, se celebraron los veinticinco (25) años de vigencia de la Constitución Política. Enhorabuena. ¿Pero, nos preguntamos señoras y señores, cuánta agua ha pasado debajo de ese puente de unión, de cohesión, de otredad, de los colombianos?
Al Clausurar las sesiones de la Asamblea Constituyente - 5 de julio de 1991- el presidente Gaviria, sentenciaba, en cierta forma vaticinaba, en 4317 palabras que la Carta: (i) ‘(…) es un tratado de paz, el nuevo instrumento para la reconciliación, (…)’; (ii) ‘(…) es un espejo del nuevo país, de esa Colombia en la que cabemos todos, los niños, los jóvenes, los adultos y los ancianos, en que la mujer tiene un lugar preponderante en la vida nacional, en que los indígenas y los demás grupos étnicos minoritarios en verdad cuentan (…)’; (iii) así, garantiza, ‘(…) No más injusticia. No más privilegios. No más atropellos. Respetemos la dignidad de todos. Vivamos juntos en paz. (…)’ ofrece a cualquier persona mecanismos, como el recurso de tutela y el defensor del pueblo, para que el Estado los respete y para que los jóvenes no tengan que sublevarse contra las instituciones para defender esos derechos (…)’; (iv) qué coincidencia….decía que las ‘(…) Farc y el ELN, que persisten, a pesar de las generosas ofertas de un espacio digno y legítimo de participación, en el camino de las armas, (…) que escuchen el clamor de toda la nación: no más emboscadas, no más asaltos, no más secuestros, no más violencia, no más voladura de torres y oleoductos, no más atentados contra las gentes de Colombia. Después de esta revolución pacífica, la prédica y la práctica de la violencia serán formas arcaicas de la mayor fuerza reaccionaria’; (vi) ‘(…) Ha renacido la esperanza. (…) Ha renacido la confianza en nuestras enormes posibilidades (…) con esta nueva Carta de navegación, el camino hacia el siglo XXI. (…) Sin más temor que el de vacilar ante el peligro, porque el futuro está ahí para quienes se atrevan a consagrar su vida a la construcción de una nueva Colombia’; (vii) ‘Ha quedado atrás el viejo orden y, con la ayuda del Dios de Colombia, vamos a hacer de la nuestra una patria próspera y pacífica. Colombianos: Bienvenidos al futuro!’; y, así, así, el trasegar: la ruta iniciaba.
Y, a la par con la modernización del Estado, se previeron la creación de la Fiscalía General de la Nación, con el propósito supuestamente, enfrentar la macrovulneración, la delincuencia organizada -para lo cual hoy hacen falta muchas, pero muchas acciones-, la Defensoría del Pueblo, compañera de la Procuraduría General de la Nación -que tanta crítica en concreto ha resistido por la cobertura al pluralismo- en la protección de los Derechos Humanos; los organismos de garantía a la independencia y autotomía judicial, cambiada en la reforma autodenominada ‘equilibrio de poderes’ y, reincorporada en su existencia recientemente por la Corte Constitucional; la acción de tutela, máxima adquisición, para todos los derechos, que otrora y, solo para la garantía de libertad se denominaba ‘habeas corpus’; los derechos a la pluralidad y de inclusión. A la par, decíamos, mal contadas son 40 las reformas que se han introducido que, para bien o para mal, algunas han sido benéficas y otras, realmente desconocedoras del marco conceptual y sistemático de la Carta, como la reforma al fuero penal militar, la reelección presidencial, la concentración de recursos financieros en el centro y, el desconocimiento de la otra Colombia que vive fuera de su alcance. Así, vamos en un manojo de reformas que perfilan una gran inseguridad jurídica. Así nos ven.
Se clama por la siguiente reforma o,
por una Asamblea Constituyente. ¿Otra?
Impensable, si aún no se ha dejado entrar en vigencia real la que tenemos
Que la Justicia no quiere reformarse; que el Congreso sigue igual o en peor condición que el de antes de la Constitución, que el Ejecutivo quedó solo con la guarda del orden público y es por ello que se debate entre la paz consensuada o la paz impuesta a la fuerza; que la corrupción sigue en punta de alzada; que …que; y, ante el panorama, se clama por la siguiente reforma o, por una Asamblea Constituyente. ¿Otra? Impensable, si aún no se ha dejado entrar en vigencia real la que tenemos.
A ello se suma ahora la reforma, inclusión, aprobación, ni se sabe qué será, de los Acuerdos de la Habana: veinticinco años después, en movimiento, como la novela, en la búsqueda del autor y de los protagonistas: en la búsqueda de la Constitución para la Paz.