Estos animales solo pueden convivir en comunidades reducidas. Lo explica muy bien el historiador y escritor israelí Yuval Noah Harari en su libro: Sapiens, donde señala que nuestro secreto para cooperar en grupos de 100, de 1000 o de millones de personas se debió al advenimiento de la ficción. Desde ese momento en el que nuestro cerebro fue capaz de encender realidades imaginadas como la democracia, la religión, el código civil, la patria o Instagram, los seres humanos, fusionados en torno a tales mitos, logramos superar el umbral crítico de cooperantes que en nuestros parientes, los chimpancés, no pasa de cincuenta.
De la misma manera, que creemos en Dios o en los mercados financieros, creemos en la idea de ir a la playa. Gracias a esa ficción las personas pueden convivir en espacios reducidísimos sin que la violencia estalle. Al llegar a sus casas, afirmarán que vienen de la playa sin conciencia alguna de mentir. De hecho al otro día de que se publicara esta foto en un periódico colombiano, me llamó una amiga que vive en Brasil para que la buscara con una lupa, pues había estado allí justo en el momento en el que un fotógrafo brasilero sacaba la imagen, ella es una de esas personas que creen estar bañándose. También estuvo entre la multitud cuando vino el Papa a Colombia porque es muy católica. Ahora es atea, pero hasta hace poco iba con su abuelita a la iglesia Nossa Senhora do Carmo en Rio de Janeiro. A veces saltamos de una ficción a otra como los chimpancés de una a otra rama. Todo esto gracias a la versatilidad de nuestras redes neuronales…