Con las elecciones en Venezuela, y previas a estas, desencadenaron una avalancha publicitaria en redes y noticieros contra el señor Nicolás Maduro comparable apenas con las grandes estrellas del cine, la música o los deportes, con la diferencia pequeñita o inmensa, como a usted le parezca, de que la publicidad a favor de Maduro es completamente negativa, en contra, el tipo es señalado de responsable de todas las calamidades que sufren los venezolanos, un monstruo a destruir, el dueño de todas las emigraciones y pobreza, y para ello toda la derecha desde EE. UU. y Europa, y los siempre sumisos tercermundistas derechistas de América Latina, invirtieron toneladas de dinero en publicidad en contra de Maduro, dejando de lado lo que verdaderamente afecta a los venezolanos, el bloqueo desde EE. UU. Anoche todos los noticieros no solo daban ganador a la oposición, sino que tenían comitivas, no se sabe si de ciudadanos de ese país o combinado, gritando libertad, con expresiones inmortalizadas en nuestro himno de la República, " cesó la horrible noche". Lo que no especificaban es cuál libertad y la de quién, porque el ciudadano venezolano se convirtió en el mayor turista de América, van, vienen, viajan más que muchos de nosotros, sin duda, lo que indica que no se trata de libertad de acción, mucho menos de opinión porque ellos no se guardan de nada para expresar sus ideas.
Entonces tenemos un monstruo que, según ellos, debería caer desde su guarida en las elecciones y todo un mundo feliz. Como por arte de magia, todo volvería a ser mejor en aquel país. Con los venezolanos, la mayoría de ellos, ocurre que no tienen identidad política definida, hoy pueden matar en defensa de un bando y mañana desde el otro, y en ambos poner esa pasión que no tiene ningún otro latino de América para las cosas buenas o malas. Quien logre darle identidad a esta fuerza, logrará un poder inmenso. Quizás por esto, veo y leo pronunciamientos desaforados pidiendo invasión o golpe de Estado. Maduro es el monstruo y nadie quiere saber de sus andanzas. Hasta Blinken, un tipo en el gobierno de EE. UU. con moral dudosa, que señala a Maduro de dictador, pero se guarda de inferir el mismo epíteto para Boluarte en Perú.
Pero el monstruo no cayó como lo pronosticaban casi seguros y algo eufóricos los tales opositores y sus financiadores, sólo lograron dividir más a un país ya de por sí dividido, al estilo antiguo norteamericano (divide y reinarás, en este caso, gobernarás), y a generar incertidumbre, caos, escepticismo, dudas, recelos y más rabia entre propios y extraños.
Venezuela es la reina de la corona en América Latina, por encima, incluso, de Brasil, Colombia y otros países de la región. Esas inmensas riquezas naturales necesitan un dueño y desde EE. UU. desean que ese dueño tenga su firma. Lo que parece curioso a estas alturas de la vida, donde el ciudadano común se ha vuelto más pensante, analizador y cuestionador, es que desde la retrógrada mentalidad de la derecha de América, y de todo Occidente, es que sigan anclados en la creencia de que todavía tratan con gente de poca mentalidad y alineados a sus intereses, por tanto, la opción a que recurren es a lo que siempre hemos visto: falsedades, esparcir rumores, desorientar, confundir, engañar y crear monstruos, como el caso en referencia. Nadie tiene la visión de señalar que ese medio ya debe ser reemplazado porque ya son pocos los que comen cuento.
Ahora viene lo peor para Venezuela, más restricciones económicas, más bloqueos y más publicidad engañosa y más señalamientos para el monstruo creado por la prensa mediática, sustentado por las redes y señalado por casi todos, lejos, muy lejos de aquella verdad responsable del dilema y fomentado por los gobiernos de la derecha, que no tienen en sus planes convivencia pacífica con otros Estados, menos si tienen un poder inmenso de riquezas sin explotar en manos que no sean las de ellos. Sanciones y bloqueos, cosa nadie, aparte de Maduro, mencionó en campaña. Por lo pronto, el símbolo del mal creado en la imagen de Maduro ya está arraigado en la psiquis que hasta parece verdad. La estrella goza de los minutos de grandeza a que tiene derecho todo famoso, así sean minutos negativos que le seguirán el resto de su vida.