Esa recomendación se la hizo en el 2010 el entonces embajador en Italia Sabas Pretelt intentando disuadir a la periodista Lorenzo Cairoli del diario Stampa para que no viajara al Chocó: “¿Para qué vas a Chocó, si allá solo hay negros y mosquitos?”. Él no fue el primero. En 1928 el patriarca conservador Laureano Gómez afirmó que esa región estaba maldita porque “El predominio de los negros en una nación la condena al desorden y la inestabilidad política y económica”. El General Gustavo Rojas Pinilla dijo algo parecido a mediados de la década del 50 “el pueblo chocoano es una especie de minusválido e incompetente que requeriría ser desmembrado y entregado a los departamentos vecinos”, mientras que el entonces ministro de Hacienda de Álvaro Uribe no dudó en afirmar que “Chocó es una carga para el país”.
Sin acueducto ni alcantarillado, sin educación ni salud, masacrada por la minería ilegal y por sus propios gobernantes, el Chocó ha tenido que vivir con el karma de tener al lado la expansión antioqueña que hoy pretende quedarse con otro de sus municipios, Belén de Bajirá. Tal vez el comentario más grotesco que se ha hecho sobre el departamento lo hizo el diputado liberal por Antioquia Rodrigo Mesa Cadavid “la plata que uno le mete a Chocó es como meterle perfume a un bollo” que indignó al país.
Luis Pérez también hizo un comentario desobligante esta semana en donde insinuaba que prácticamente Antioquia salvaría de la miseria a esa gente de Belén De Bajirá que estaba en condiciones miserables. El racismo con Chocó se evidencia en su abandono, en su pobreza aunque a veces deja de insinuarse para convertirse en insultos concretos como los que acabamos de citar