El reciente análisis de Hernando Gómez Buendía, publicado en el portal Razón Pública y replicado por otros medios, ha dado mucho de que hablar en el país. El artículo presenta un análisis objetivo y desapasionado que devela con precisión la estructura que sustenta la candidatura de Vargas en el actual contexto político y social. El gran acierto de Buendía es que logra enmarcar las dos principales estrategias de “Mejor Vargas Lleras”: sumar cacicazgos regionales (poco importa que sean cuestionados) y levantar opinión con su llegada oportunista para asumir las banderas del no. Yo le sumaría el ser claramente la ficha del continuismo santista. No cabe duda de que la campaña de Vargas quedará en la retina de los colombianos como la más larga en la historia de país. Siete años construyendo una plataforma de visibilización que hoy lo tiene como el virtual presidente del país. ¿Podría cambiar el panorama? La respuesta está en cómo los denominados Ni-Ni (Fajardo, Claudia, Robledo) y otros aspirantes de la eventual coalición por sí, puedan capitalizar, visibilizar y resaltar sus debilidades ya que sus fortalezas son más que evidentes.
La única alternativa viable, sin recurrir al argumento de maquinarias, cacicazgos regionales y al poder heredado que ostenta Vargas, es derrotarlo con argumentos cuando se lleguen los debates entre los candidatos presidenciales. Nada fácil si tenemos presente que Vargas se ha caracterizado durante su trayectoria política por ser un orador efectivo, numérico y preciso. Sin embargo, en los últimos años su posición en el Gobierno Santos, las reiterativas críticas por corrupción a su partido, sus recientes declaraciones tendenciosas en torno a la JEP y la supuesta “venezolanización” del país sí lo podrían poner en una posición bastante difícil en una confrontación pública. Si Vargas es el candidato de la maquinaria y del continuismo santista (Pregunto: ¿la participación de su partido de bolsillo en la burocracia estatal se ha visto reducida con su retiro de la Unidad Nacional?) entonces hay que golpearle en la opinión y restarle el electorado que no se encuentra amarrado a las clientelas regionales. ¿Tiene credibilidad un mentiroso cuando es desenmascarado públicamente?
Ese es el único plano donde considero viable que los Ni-Ni y afines puedan derrotar a Vargas, restarle opinión o tal vez generar la indignación necesaria para desmotivar una porción de sus potenciales electores. Será en los debates donde Vargas le tendrá que responder a millones de colombianos por sus postura ambigua y oportunista frente al proceso de paz, su “permanente” campaña en ejecutorias del Gobierno Santos, su mal carácter que hasta lo ha llevado a agredir a coscorrones y sus mentiras en torno a la implementación del Acuerdo. Algo muy inquietante para una personalidad no muy acostumbrada a ser confrontada y a responder con mesura. Por eso, Buendía hace una muy buena conclusión en su análisis al afirmar que la mayor amenaza de Vargas es él mismo. Esa es la debilidad que sus contradictores tienen que resaltar para que los millones de colombianos sientan intranquilidad cuando piensen que pueden llegar a ser gobernados por una persona de mal carácter, oportunista y que no reniega de aliarse con cuestionables cacicazgos regionales para llegar al poder. Es a la dignidad e inteligencia de los colombianos a la que deben apelar los Ni-Ni para que sientan que Vargas no es ni por poquito la mejor opción para el país. ¿Lo lograrán?
