Hace algunas semanas publiqué la nota ciudadana La fallida estrategia de Vargas Lleras que lo tiene en la cola de las encuestas. En ese texto, reflexioné sobre la estrategia de Vargas de asumir como propios (tras siete años de precampaña) los temores del castrochavismo y la “segunda Venezuela” para convertirse en la punta de lanza de la derecha en una contienda presidencial polarizada. La estrategia fue un rotundo fracaso y en la última semana se confirmó que Vargas, el hijo pródigo del santismo, retornó a la senda de gobierno (recogiendo a Pinzón en el camino) y ahora se presenta como el abanderado del continuismo. A pesar de haber herido a la “palomita” cuando su partido no continuó apoyando la implementación del acuerdo en el Congreso; Santos no le retiró a Cambio Radical su participación en la burocracia estatal facilitando su crecimiento en las pasadas elecciones legislativas. Vargas seguía siendo el consentido del presidente para molestia de liberales y congresistas de la U. Un hijo rebelde que en algún momento retomaría el rumbo.
El nuevo direccionamiento en la campaña de Vargas tiene que ver con la imposibilidad fáctica y coyuntural de asumir un discurso que desde la victoria del no en el plebiscito quedó exclusivamente en manos del uribismo. La abultada votación de la derecha en la consulta del 11 de marzo y la convergencia de sectores importantes de no a la campaña de Duque le hicieron comprender a Vargas que por esa orilla no era bien visto. Ahora, se asume como el gran ejecutor del santismo y su intervención en los debates recuerda sus extensos discursos en el Congreso cuando era ministro del interior y presentaba con el pecho en alto los grandes logros del gobierno. Santos le está respetando a Vargas el pacto al que llegaron en 2014 cuando le propuso que fuera su vice (el más poderoso desde que se creó ese cargo con la constituyente) para que continuara cimentando las bases de su candidatura. Gracias a ese pacto Vargas no le restó votación a Santos en primera vuelta y así evitó que el uribismo volviera al poder. Ahora, se vuelven a encontrar en el mismo escenario: evitar que Uribe vuelva al poder en cuerpo ajeno posiblemente en segunda vuelta.
A todas estas, ¿será viable que Vargas pase a segunda vuelta? Por supuesto, al analizar ciertas condiciones objetivas considero que es altamente probable que Vargas se enfrente a Duque en una segunda vuelta (reeditando en parte la segunda vuelta de 2014). Estos son mis argumentos para afirmarlo (por el momento):
- Sin opinión, pero con mucha maquinaria: cuando se lanzó el comité promotor Mejor Vargas Lleras, se esperaba que Vargas capitalizara opinión sin tener que lidiar con el lastre de desprestigio y corrupción de su Partido. Así se pretendía construir una candidatura sobre un fuerte respaldo ciudadano y una sólida estructura regional que garantizaría una holgada victoria en primera vuelta. Esa estrategia fracasó y antes jugó en contra ya que desligar a Vargas de la politiquería y la clase política tradicional es un imposible. Esto explica su rezago en encuestas en las cuales tocó techo en opinión con menos de un 10% de intención de voto y le ha válido el merecido calificativo de oportunista. Al no crecer en encuestas Vargas redobló esfuerzos en la estructuración de muchas alianzas partidistas y regionales. Con la adhesión de la U y posiblemente del Partido Conservador (inclusive algunos liberales antes de primera vuelta), en pocas semanas Vargas va a consolidar un mosaico de respaldos multicolor que podría nivelar su votación frente a los sectores más urbanizados del país que es donde no tiene mucho respaldo.
- Voto amarrado y nada de voto de opinión: sobre los hombros de Cambio Radical, el Partido de la U y posiblemente el Partido Conservador, Vargas podría contar con un capital inicial cercano a los cuatro millones de votos. Esto se explica porque la votación de esos partidos en elecciones legislativas se encuentra muy mediada por dinámicas clientelares ya que su base electoral es muy regional (con algunas excepciones) y son lo que en Ciencia Política llamamos partidos cartel, es decir, dependientes a la burocracia estatal. Ni Cambio Radical, la U, el Partido Conservador e inclusive el Liberal tienen si quiera un congresista de opinión; eso se explica porque esa votación en el país se encuentra muy concentrada en la centro-izquierda y el uribismo. Aunque el endoso no sería total, entre los tres partidos sacaron 5.935.861 y 5.800.351 votos para Senado y Cámara respectivamente, si se podría anticipar un margen de endoso cercano al 50% sobre la votación total de la U y Conservadores (cerca de 3.780.374 votos) que sumada a la votación global de Cambio (2.155.487) dejaría a Vargas con aproximadamente cuatro millones de votos. Suficiente para pasar a una segunda vuelta si el resto de la votación total de conservadores y el Partido de la U no se va para donde el uribismo facilitando que Duque pueda ganar en primera vuelta.
- El techo de Petro: a partir de las últimas encuestas se podría concluir que Petro ya tocó techo en opinión. Al no tener estructura parlamentaría o alianzas regionales estratégicas (en esto es la antítesis de Vargas) será el único candidato en la contienda con voto puro y duro de opinión. Su resultado en la consulta del 11 de marzo sumando la votación de Caicedo (fácilmente endosable) lo deja con un capital de arranque cercano a los 3 millones y medio de votos. Si el deslizamiento de las bases del polo y los verdes a su candidatura también tocó techo (la posición de Claudia como vice posiblemente cerró la desbandada desde los verdes), se concluye que Petro ya tiene en el bolsillo toda la estructura con la que podría contar. Sin embargo, a dato limpio y sumándole la votación de congresistas “ajenos” esto no le alcanzaría para superar la barrera de los cuatro millones de votos. ¿Cómo podría crecer? Tal vez, movilizando abstencionistas, aprovechando la contingencia del voto útil (restándole votos a De la Calle que ya pinta más como un candidato simbólico) o arañándole más a Fajardo. De lograrlo sí podría superar a Vargas y pasar a segunda vuelta con Duque.