Acaba de asumir el cargo de vicepresidente quien es reconocido como el general Naranjo, así esté en uso de buen retiro de la Policía Nacional hace ya un tiempo. Ahora está de moda no reconocerle nada al presidente Santos, pero sí es necesario aceptar que su escogencia no podía haber marcado más diferencias con el anterior vice. Agresividad versus pasividad, pro-acuerdo de paz versus antiacuerdo, intemperancia versus tranquilidad, y así sucesivamente se podrían seguir marcando ni siquiera diferencias sino condiciones humanas, actitudes y posiciones opuestas entre los dos vices.
Muchos extrañarán la hiperactividad de Vargas Lleras, en este país que no siempre se mueve a su acelerado ritmo. Además, cuando las 4G sean una realidad, él se llevará todos los méritos porque esa meta la manejó muy bien. Pero otra parte lo recordará por sus permanentes enfrentamientos con otros funcionarios del Estado y por sus coscorrones a sus fieles guardaespaldas. Y todo el mundo es consciente de sus reticencias sobre el proceso de paz y su odio a las Farc. Cuál de estas percepciones le ganará a las otras, se sabrá en las próximas elecciones presidenciales en las cuales sin la menor duda él será candidato.
Ahora bien, el vicepresidente Naranjo es harina de otro costal. Paz y narcotráfico son sus espacios naturales de acción. Internacionalmente —porque aquí no se le dan méritos a nadie—, a Naranjo se le reconoce como un experto en el manejo de la política antinarcóticos. Recuerden cuando México lo llamó como asesor del gobierno en medio de su guerra contra los carteles. Por ello, su primera salida en su nuevo cargo fue a Tumaco a resolver problemas de esta naturaleza. Pero también el vice fue negociador del proceso de paz con las Farc, y se conoce las intimidades de esos cuatro años de negociación.
Precisamente en estos momentos tan complejos, cuando el país enfrenta el aumento en las áreas sembradas de coca, la entrada de verdad a la desmovilización de este grupo guerrillero y lo que se viene con el ELN, el apoyo que le puede brindar el vicepresidente Naranjo es sin duda muy positivo para el país; especialmente para el Gobierno, que tiene el sol a las espaldas.
Dentro de ese ambiente tan destructivo en que vivimos,
debemos darle al nuevo vicepresidente
la oportunidad de demostrar que su contribución ayudará a salir a este país
Nadie es perfecto, y menos en esta sociedad tan llena de vicios y con una doble moral que tiene a los funcionarios públicos en la mira—como si el resto del país fueran ángeles—. Por eso, tratar de decir cosas positivas de alguien se ha vuelto un verdadero peligro. Pero dentro de ese ambiente tan destructivo en que vivimos, debemos darle al nuevo vicepresidente la oportunidad de demostrar que su contribución ayudará a salir a este país, por lo menos en algún grado, de esa nube negra que parece cubrirlo.
Vargas Lleras estará en lo suyo, con su manera vieja de hacer política buscando llegar a la Presidencia, pero ahora sí por su cuenta; con sus propios recursos y con la pantalla propia que él tiene sin el respaldo de ser la segunda figura del país político. Y el vicepresidente deberá demostrar que no nos equivocamos al saludar positivamente su escogencia en semejantes momentos del país. Ojalá que ninguno de los dos, pero especialmente el nuevo vicepresidente, no nos defraude a quienes le hemos dado nuestro voto de confianza y le abrimos un compás de espera.
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