Van Gogh y su relación con el arte del Japón se presentará los días 14, 15 y 16 de junio en las salas de Bogotá, Medellín, Cali, Bucaramanga, Manizales Barranquilla, Armenia, Ibagué, Popayán y Pereira en Cine Colombia. Una película dirigida por David Bickerstaff que se basa en una gran exposición del Museo Van Gogh en Ámsterdam.
Una bella película sobre un idealista. Nunca fue al Japón ni conoció un japonés pero compró 660 obras gráficas para soñar con ellas dentro de su trabajo. Pensaba e imitaba los ángulos, los fondos planos, las figuras de retratos en primer plano o paisajes donde los colores de la naturaleza construyen una armonía muy especial.
Almendros en flor, 1890
Fue demasiado revolucionario para su tiempo y, al mismo tiempo miraba con fervor magnético el mundo clásico de un Japón que duró 250 años cerrado en sí mismo. Pocos seres de occidente pudieron penetrar su ambiente ni su sociedad. Lo importante era preservar y continuar con las tradiciones milenarias.
Los lirios, 1889
Mientras Van Gogh vivió en Paris entre 1886 y 1888, encontró los grabados que le cambiaron el mundo. Admiraba ese universo lejano: el respeto por la sencillez y la disciplina de lo exacto. La precisión de lo exacto. El ejercicio continuo de forma fue para él un trabajo cuidadoso. Le interesaban los contornos de las formas y las líneas de Japón. Mientras que nuestra mirada occidental de la obra de Van Gohg se observa lo contrario. Al Van Gohg que no le interesaba la nitidez porque su brocha es gruesa y expresiva. Y menos observar la informalidad de cómo pintaba las flores que, para nada son adornos sino formas y manejo de color en la composición. Un rojo junto a una verde claro y estridente. Un morado con un amarillo en un paisaje de un pueblo lejano.
Van Gohg tuvo su gran musa que presentía a lo lejos: la austeridad, la precisión, el amor por un paisaje sin un claro horizonte, el manejo de una luz infinita. Allá lejos, los atardeceres que miran el Impresionismo y unos grabados donde la luz tiene otra intención.
La Ola de Hukusai
La “Ola” de viejo maestro japonés Hukusai es otro ejemplo. La luz y el movimiento del agua nos conducen al sonido mientras vemos atrás la montaña blanca con nieve que maneja también el clima de la propuesta.
La película sigue a Van Gohg en su el tiempo real, mientras piensa y le escribe a su hermano Theo, la manera cómo ve al mundo, cómo lo confunde su mirada moderna y cómo está atrapado en una progresiva locura.
Retrato del Padre Tanguy,1887
Al mismo tiempo, por contraste, aparece el paralelo de una ciudad barroca y comercial como lo es Tokio. Donde el consumo se despierta como un dragón y la población de la isla queda encerrada en su misma modernidad. Interesante contraste entre los ritos de antaño que llegaban a Europa y admiraba el pintor holandés y la realidad de hoy. Fenómeno contradictorio que me acuerda del libro de Michel Foucault cuando dice: “La afirmación griega se estremeció, ante una sola afirmación: miento. Hablo pone aprueba toda la ficción moderna”.
No es nuevo que el arte de Japón fue un sello vital para el impresionismo francés. Todos estuvieron encantados por su bello misterio. Vincent Van Gogh nació en 1853 y murió en 1890. Está enterrado en el cementerio de Auvers al lado de su hermano.